Opinión
Vito Quiles & The Alcachofa Men
Por David Torres
Escritor
Alguien debería hacer un estudio en profundidad sobre el simbolismo fálico del micrófono de alcachofa, un instrumento que en manos de ciertos individuos entraña mucho peligro, especialmente para ellos mismos. Es agarrar una alcachofa y de inmediato se creen poseídos por el espíritu de Woodward y Bernstein, a punto de descubrir un Watergate al doblar la esquina y sin necesidad de investigar nada primero, sólo a fuerza de alcachofazos. Se trata de algo prácticamente imposible, en primer lugar, porque detrás de la alcachofa tiene que haber algo y, en segundo lugar, porque Woodward y Bernstein siguen vivos.
El otro día, en uno de esos arrebatos informativos que le caracterizan, Bertrand Ndongo le metió la alcachofa en la cara a Ana Pardo de Vera con tanto ímpetu que por poco no le salta un ojo. Por el lenguaje verbal y no verbal empleado en estas y otras ocasiones, da la impresión de que Ndongo estudió periodismo en diversos partidos de rugby, entrevistando al melón después de placar a unos cuantos colegas. Pardo de Vera logró esquivar sus embestidas y, gracias a una hábil finta, se hizo con la alcachofa, la cual acabó por los suelos: un poco por encima del nivel al que suele llevarla Ndongo. Sin la alcachofa en la mano, Ndongo se quedó como Nacho Vidal después de un gatillazo. No acaba de comprender que, del mismo modo que el hábito no hace al monje, la alcachofa no hace al reportero.
Aun más pertinaz y fastidioso que Ndongo, Vito Quiles acudió el viernes a la presentación del libro de Irene Montero en la taberna Garibaldi acompañado únicamente de su alcachofa. Tal vez esperaba que le secundaran los doscientos críticos literarios que, según Dani Desokupa, iban a ir también a la presentación con el fin de comentar ciertos pasajes de la obra y establecer un nuevo canon en el desprestigiado género de las memorias políticas. Por una razón o por otra, esta interesante propuesta crítica fue desconvocada en el último momento, una lástima porque hubiese sido la primera vez que les presentaban un libro. Quiles, en cambio, siguió adelante son su tenacidad de moscardón, pero los lectores de Montero no le dejaron ejercer ese periodismo putrefacto al que nos tiene acostumbrados. Al final la Policía le hizo el favor de sacarlo a empujones del acto.
No es la primera vez, ni será desde luego la última, que Quiles demuestra su amor a las buenas letras. Hace poco más de un año, vino a la presentación de una novela mía donde intervenía también Irene Montero -por aquel entonces todavía ministra de Igualdad- y el público asistente tampoco entendió su peculiar sentido del humor, sus salidas de pata de banco y su insistencia en buscarle tres pies al gato. Hay reporteros que buscan la verdad, los hay que buscan la noticia y luego están los que buscan una hostia a cualquier precio, una hostia ganada a pulso que los eleve por fin al olimpo de la profesión: mártires de la alcachofa en primera plana.
En España contamos con varios precursores de este periodismo victimista en el que un provocador intenta hacerse el harakiri en directo, aunque casi todos son del mundo del espectáculo. Por ejemplo, Gustavo Biosca, el Cómico Suicida, entraba en una herriko taberna diciendo que era un mago que iba a convertir una ikurriña en una bandera española. O se iba a la mezquita de la M-30 y, con ayuda de un megáfono, les gritaba a los musulmanes que no sabían lo que se perdían al prescindir del vino y el jamón. De momento, Ndongo y Quiles son más del estilo del Reportero Total, interpretado por Santiago Urrialde, que le metía la alcachofa en la boca a un viandante al tiempo que le preguntaba una gilipollez. Hubo momentos en que, a fuerza de molestar y de tensar la paciencia de la gente, la cosa podía haber acabado muy mal, pero era el riesgo que asumían al buscar las últimas fronteras del humor. Quién sabe, a lo mejor Ndongo y Quiles son cómicos que han confundido su verdadera vocación.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.