Opinión
Viene el lobo antifeminista disfrazado de rojo
Por Aitzole Araneta
Sexóloga y técnica de igualdad en el ayuntamiento de Pasaia
Las feministas autodenominadas “clásicas” han conseguido aprobar dos de sus enmiendas en la hoja de ruta del PSOE frente a la inacción de su partido, que de este modo vuelve a abrir un debate aparentemente cerrado tras la aprobación de la Ley Trans.
Sobre aprobar que las mujeres trans no puedan competir en categorías deportivas femeninas: en lo concreto, lo que han aprobado es igual a nada, porque ya hay sentencias en el deporte de base en el Estado que son contrarias a ello por discriminatorias, y porque en el deporte competitivo profesional quienes imponen las directivas son federaciones internacionales sobre todo.
Sobre la eliminación de lo queer de las siglas LGTBI: la gran mayoría de grupos LGTBI+ en España no usan la Q. Esa es la realidad.
Lo que persiguen los cambios propuestos son cuestiones de más calado que la literalidad de lo que dicen esas enmiendas.
La recreación del monstruo trans o de cómo este grupo de feministas clásicas dentro del PSOE defiende que la transexualidad es queer: al igual que cuando hablamos de "sexo" lo debemos hacer como una realidad biográfica que aúna y trasciende lo bio-psico-social más que como un reduccionismo biomédico de genitales y cromosomas, cuando hablamos de lo queer lo hacemos de una perspectiva, una tesis, una forma de otear el mundo, una ideología (como lo es el propio feminismo, que no pasa nada por decirlo) que produce subjetividades e identidades políticas.
La transexualidad es un hecho, haya queer o no haya queer. Hay personas trans que son queer porque se politizan a través de los postulados que defiende lo queer, y hay muchas personas trans que no (todas las infancias trans y muchas personas adolescentes y adultas). Personas todas ellas que quieren convivir con el resto de la sociedad, poner de relieve el valor del cultivo del encuentro en las esferas de lo íntimo, lo privado y lo público.
En realidad hacer una metonimia entre lo queer y la transexualidad es una trampa: afirmar que la transexualidad es una ideología es interesado, y responde a los objetivos de este grupo transexcluyente muy organizado para deslegitimar la existencia de personas, y especialmente de estas infancias (y sus familias) y de estas mujeres, ya que es imposible que puedan entrar en su concepción como feministas ilustradas sobre lo unívoco de ser una mujer.
El porqué de todo ello es evidente: al haberse visibilizado y entrado las demandas trans en la agenda pública así como en instituciones donde ellas ostentaban poder, ven amenazados sus privilegios y no están dispuestas a compartir espacios ni iniciar diálogos. Una cuestión de clase (de la clase que ostentan ellas y la que no quieren ceder ni que ostenten otras).
Lo que sí demuestran es la capacidad que tienen, una y otra vez, de centrar el debate dentro del PSOE y de trascenderlo para que todos los medios de comunicación, muchos partidos y no pocas gentes de a pie acabemos debatiendo de lo que ellas quieren. Han vendido una victoria dentro del PSOE y eso tiene efectos reales en toda la sociedad. Vuelve a polarizar el debate. Vuelve a cuestionar a las personas trans. Y al final, volvemos a hablar sobre el PSOE y su interna en vez de sobre cómo ampliar derechos o cómo hacer frente a discursos de odio.
Estamos hablando de discursos de odio que está enarbolando la ultraderecha y que está asumiendo parte de la socialdemocracia europea (eL PSOE o el Labour Party de UK, que han asumido en el poder el mismo discurso antitrans de los salientes y conservadores Tories) lo que está convirtiendo a esas sociedades en irrespirables para muchas personas que ya partían de situaciones de fragilidad en múltiples aspectos de la vida.
Al final, la ultraderecha en su típica estrategia del “divide y vencerás” se anota un tanto (uno más) cuando este movimiento transexcluyente se convierte en marioneta y consigue desfigurar las vidas de personas que ya estaban en los márgenes y crear brechas, fraccionar, dividir a organizaciones políticas, pero sobre todo al movimiento feminista y en última instancia a la convivencia en nuestra sociedad.
Cuando venga el lobo ultrarreaccionario con sus posiciones de poder en cada vez más gobiernos, medios y pseudomedios de comunicación repletos de bulos, medias verdades y fake news, estamentos e instituciones varias y finalmente instaure su régimen en las calles, dará igual quién es la feminista clásica y quién la moderna, porque arrasará una a una con todas, y con todo. Y ahí ya no habrá vuelta atrás.
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