Opinión
Cuando la sanidad privada también hace aguas
Por Javier Padilla
Médico de atención primaria y diputado de Más Madrid en la Asamblea
"Hoy he buscado una cita médica EN LA SANIDAD PRIVADA (seguro €106/mes) y me han dado para julio."
"Hoy va de SANIDAD PRIVADA. Sanitas me da cita con el dermatólogo para dentro de tres meses...Llevo 25 años pagando religiosamente."
Son dos de los muchos mensajes que se pueden ver en redes sociales de forma creciente en los últimos meses, y que responden a algo muy lógico: si la sanidad pública sufre, la sanidad privada va detrás.
Hay varios tipos de usuarios de la sanidad privada. Están quienes lo hacen por tradición o convicción, defendiendo casi de forma militante esta opción, a quienes se lo pagan en el trabajo, y hay un perfil de gente, cada vez mayor, que preferiría no hacerlo, pero se ve empujada por la situación en la que se encuentran los servicios públicos.
Además, podemos decir que la sanidad privada en España tiene tres patas: I) su interacción con lo público, en forma de contratos por los que recibe dinero público a través de conciertos o concesiones, II) la actividad sanitaria que la gente paga de forma directa a tocateja, y III) los seguros sanitarios privados.
En los últimos meses, estamos viendo cómo esta tercera pata empieza a hacer aguas. El modelo de la sanidad privada en España nunca ha pretendido competir con la pública, sino usarla como un elemento de estabilidad y una red de seguridad.
Un sistema basado en mal pagar a sus trabajadores y darles unas condiciones laborales que hasta hace poco eran peores que en la pública pero que se han ido equiparando en muchos aspectos; y que por el lado de los pacientes (o clientes, en ese caso) cimenta su relación en cuotas en su mayoría low-cost, con coberturas muy limitadas y sabiendo que los casos de alta complejidad - alto coste en gran parte tomarán el camino (ya sea espontáneo o porque no queda más remedio) de la sanidad pública.
Con este panorama, el deterioro sufrido en la sanidad pública, en general, y en la Atención Primaria en particular, ha hecho que haya más personas contratando seguros sanitarios privados, y que las personas que ya los tenían de antes hagan un uso más intensivo por su mayor dificultad para acceder al sistema sanitario público.
Cuando el Barómetro Sanitario del Centro de Investigaciones Sociológicas ha preguntado por los seguros sanitarios privados, los resultados han mostrado dos motivos que destacaban por su frecuencia entre las razones por las que la gente contrata un seguro: I) evitar largas esperas para pruebas y consultas, y II) tener acceso directo al especialista. Es decir, la gente acude a la sanidad privada para by-passear elementos de la sanidad pública, no para sustituir a esta.
La sanidad privada, tal como existe en España hoy en día, no podría sobrevivir a un deterioro importante de la sanidad pública. Incluso en regiones como la Comunidad de Madrid, donde un 40% de la población tiene algún tipo de seguro sanitario privado, no existe una infraestructura que pueda aguantar el tsunami de demanda que le viene encima.
Cuando eso ocurre, en un modelo low-cost, de repente lo que hacía de "barrera" al acceso a los seguros privados, el coste, deja de ser una barrera capaz de frenar el aumento de la demanda de consultas, y entonces aparece otro elemento para racionar la asistencia sanitaria: las listas de espera.
Sí, la sanidad privada en la Comunidad de Madrid tiene a día de hoy en ciertos centros y especialidades una lista de espera similar a la de la sanidad pública. Es decir, el colapso de una ha hecho que la otra no sea capaz de seguir ofreciendo aquello que, teóricamente, era su principal atractivo. Hay un grupo en el que este previsible colapso en cadena es especialmente relevante: quienes solo tienen sanidad privada y no pública; esto ocurre en un número importante de empleados públicos que siguen manteniendo la posibilidad de elegir anualmente si quieren recibir la asistencia sanitaria por medio de los servicios sanitarios públicos o de aseguradoras privadas.
El carácter transversal de la sanidad pública como elemento de cohesión y consenso colectivo que une a toda la población en nuestra sociedad no se deriva exclusivamente de que todo el mundo puede, eventualmente, hacer uso de ella, o porque mejore la salud de la población en su conjunto. Aunque nos cueste verlo (e incluso estar de acuerdo con ello), la sanidad pública es también un elemento estabilizador de la sanidad privada para quienes no hacen uso directo de la pública.
En España, y más aún allí donde la sanidad privada tiene una presencia más extendida, como es la Comunidad de Madrid, la sanidad pública es una doble red de seguridad: es el elemento fundamental de protección de la vida de quienes caen enfermos, pero es que también es lo que hay bajo el cable en el que la sanidad privada hace sus equilibrios. No existe en nuestro entorno sanidad privada si no es subida a hombros de la sanidad pública.
No cabe duda de que un deterioro severo y prolongado de la sanidad pública acabaría beneficiando a la sanidad privada, pero no a la actualmente existente. En ese contexto, los seguros low-cost seguramente desaparecerían, empezando por crearse seguros premium ("ya tienes un seguro low-cost, pero si quieres que te atiendan sin esperas, para este extra a tu póliza") y siguiendo por un aumento significativo y generalizado de las cuotas de los seguros. Quien quiera ver cómo acaba la escalada de precios, que mire a Estados Unidos y recuerde que es probable que estuviera más cerca de caer en la población sin seguro que en la que puede pagarse una habitación de UCI al contado.
Hay regiones como la Comunidad de Madrid que se encuentran ahora en una especie de crisis global con difícil salida: los gobernantes deterioran la sanidad pública, aumentando las listas de espera incluso en Atención Primaria, expulsando a los pacientes hacia la privada; mientras tanto, la privada no puede absorber la carga de clientes que le llegan y empieza a generar largas listas de espera para racionar la asistencia sanitaria, comportándose como una sanidad pública deteriorada pero sin ser gratuita en el punto de asistencia.
Quienes antes miraban el deterioro de la sanidad pública desde la distancia ven ahora cómo una sanidad pública fuerte era lo que permitía que no se les inundara el patio privado.
Urge recuperar la sanidad pública como lo que siempre ha debido ser: la casa común. Un servicio público verdaderamente solvente que mejore la salud de la gente, que dé seguridad frente a la enfermedad, que blinde los bolsillos de la población y que sea entendida, por quienes la usan y quienes no lo hacen, como lo que nos vertebra como sociedad. Una vez conseguido esto, si alguien quiere irse a la privada, adelante, pero agradeciendo en todo momento haber hecho a la sanidad pública fuerte de nuevo.
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