Opinión
Monarquía o democracia. ¡Viva la República!

Por Manu Pineda
Responsable de Relaciones Internacionales del PCE
-Actualizado a
Hace 94 años, el pueblo trabajador español puso fin a un régimen monárquico, antidemocrático por definición. La ciudadanía no solo exigía democracia y el derecho a elegir a su jefe de Estado, sino también la mejora de sus condiciones de vida y trabajo. Al derrocar a la corrupta monarquía de los Borbones e instaurar la II República, se impulsaron importantes avances sociales, políticos y culturales, muchos de ellos muy adelantados para su tiempo.
Así, se reconocieron derechos sociales y laborales, tales como la consolidación legal de la jornada laboral de ocho horas o la promulgación de la ley de contratos de trabajo y seguros sociales, que regulaba las condiciones laborales, las vacaciones y los salarios. También hubo un reconocimiento del derecho a huelga y se crearon jurados mixtos de trabajadores y empresarios para resolver conflictos laborales.
Durante la II República se avanzó en materias como la educación y la cultura. De este modo, se produjo una expansión del sistema educativo público, laico y gratuito, se construyeron miles de escuelas y se impulsó la formación de maestros y maestras. Se implementaron las misiones pedagógicas para llevar educación, cultura y libros a zonas rurales y desfavorecidas. Asimismo, se estableció la libertad de cátedra en las universidades.
Aquel periodo histórico también fue grande en avances en igualdad y derechos de la mujer, con el reconocimiento del sufragio femenino y el derecho al voto de las mujeres o el establecimiento de la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Además, se introdujo el derecho al divorcio y se llevó a cabo una reforma del Código Civil para ampliar los derechos de la mujer. También se desarrollaron políticas para facilitar el acceso de las mujeres a cargos públicos y a profesiones tradicionalmente masculinas.
Otro hito importante republicano fue la reforma agraria, lo que supuso la creación del Proyecto de Reforma Agraria para redistribuir tierras no cultivadas y reducir el poder de los grandes terratenientes (aunque su aplicación fue limitada y conflictiva). También se impulsaron las cooperativas agrícolas y se mejoraron las condiciones de los jornaleros. El periodo de la II República sirvió también para profundizar en la separación Iglesia-Estado, con la consolidación de un Estado laico, garantizando la libertad de culto, suprimiendo el presupuesto destinado al clero y prohibiendo la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Además, en este sentido, se legalizaron los matrimonios civiles y el divorcio.
También se puede contar como un logro del periodo republicano los avances territoriales en autonomías, pues se promulgaron estatutos de autonomía para Cataluña (1932) y se iniciaron procesos similares para Galicia y el País Vasco. Además, se promocionaron lenguas y culturas regionales.
La II República Española fue una época de enormes avances sociales y progresistas, lo que la convirtió en un blanco para el fascismo nacional e internacional, a pesar de la heroica resistencia de un pueblo que se organizó en milicias para defender su democracia y sus instituciones republicanas durante tres años. ¡Honor y gloria a nuestros mártires!
Hoy, cuando la "bestia" fascista, además de haberse instalado en la Casa Blanca, recorre y se extiende por toda Europa, y cuando el Gobierno de coalición de España es visto como una anomalía a erradicar, nos encontramos nuevamente en tiempos oscuros en los que se persigue, expulsa o lincha a quienes son diferentes. La escalada belicista pone en peligro la existencia misma de la humanidad y del planeta, mientras la ONU y el Derecho Internacional parecen sepultados bajo los escombros de Gaza, junto a los cuerpos destrozados de miles de niños y mujeres palestinos.
Hoy, como ayer, es imprescindible organizarnos, forjar alianzas y acumular fuerzas para alcanzar una república de ciudadanas, ciudadanos y pueblos libres, iguales y fraternos. Una república que implique necesariamente la caída de la monarquía, pero que vaya más allá: una Tercera República que, tal como recogía el artículo 6º de la Constitución de la II República de 1931, decrete que “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional” y, en coherencia con este principio, no destine ni un euro para la guerra. Una república que garantice empleo y sueldo digno, vivienda y servicios públicos esenciales —educación, sanidad, pensiones, protección social y ambiental, cultura— y que asegure un presente y futuro de oportunidades para la juventud; una república que profundice en un sistema basado en la democracia plena, participativa y popular, laica, plurinacional y republicana, junto a un modelo económico y social sostenible al servicio de la mayoría.
Para ello, se requiere unidad y lealtad en la movilización: durante este mes de abril se celebrarán movilizaciones republicanas que desembocarán en una gran concentración unitaria estatal en Madrid, la segunda Marcha Republicana, el próximo 15 de junio, coincidiendo con el undécimo aniversario de la proclamación del último Borbón.
Monarquía o democracia. ¡Viva la República!
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