Opinión
Mala gente que camina
Por Alberto Ibáñez
Diputado Compromís-Sumar
Actualizado a
No hay nada más injusto que el azar de dónde y cuándo nacer. Tampoco nada más artificial que las fronteras, rayas narradas por las historias de los vencedores y sus nietos.
Migrar es un derecho humano, sin más. Sí, es verdad que aportan más de lo que reciben. Sí, también es cierto que nosotros también migramos. Pero, da igual, aunque no aportasen y aunque nosotros hubiéramos vivido milenariamente aquí, en este trozo de tierra, sin movernos, continuarán teniendo derecho a venir, quedarse o estar de paso.
Piensen de quienes estamos hablando; hay otras migraciones que no nos molestan porque marcan goles, cantan bien, son rubios o porque pueden comprarse con una Golden Visa de golpe un casoplón y su permiso de residencia.
Hablamos de niños, niñas y adolescentes que sus padres o abuelos piensan que están más seguros a la deriva en alta mar que con los pies firmes en su tierra. La frontera en la que les ha tocado sobrevivir, la jaula de donde no quieren que salgan, está azotada por la guerra, el hambre, la miseria, los matrimonios forzosos o el calor extremo.
Lo siento, pero no. No existe agenda partidista (territorial, social, ecológica o feminista) por encima del interés general de la infancia. Son niños, niñas y adolescentes solos, sin sus familias de origen, desarraigados de sus pueblos y con muchos traumas. Sé que no es fácil. Quizá fue lo más difícil de gestionar (cuando era viceconsejero de infancia) y no porque tuvieran comportamientos disruptivos, desapego, miedo y ansias de libertad sin límites, sino por el dolor de ver como diferentes ayuntamientos nos impedían abrir centros de acogida o pisos tutelados dónde ofrecerles seguridad material, afectiva y esperanza de futuro. Y, ojo, las negativas no siempre vinieron de la derecha, busquen en la hemeroteca. Pero, también sé que conocerlos fue un regalo. Romper la barrera del MENA para ver chavales que habían huido del hambre, que, en ocasiones, habían sido torturados, enterrados vivos, prostituidos, quemados con cigarros en la cara, que solamente querían ser peluqueros, futbolistas o maestros. Y claro tener novia, beber cerveza y escaparse de sus padres que, en su caso, era un centro público.
La política es una actividad noble si se hace pensando en el interés general. La política es una mierda cuando se hace pensando en como remover las tripas, negar el dolor a quienes más sufren, imponer el miedo para seguir aprovechándose de los y las de siempre.
Votar en contra de disponer de un mecanismo de coordinación público para la acogida de niños, niñas y adolescentes que ayude a atenderles de la mejor forma posible, después de todo lo que ya han vivido, seguramente más de lo que puedas vivir tú en 85 años, es inhumano. Sí, todo no vale, y quienes voten en contra deberán convivir siempre con ello, pero quienes les sigan apoyando también.
No hacer nada es consentir que sigan hacinándose en Canarias, donde a pesar del esfuerzo público y de la sociedad civil, es imposible poder acoger de la forma correcta. Aunque en el fondo es lo que esperáis que haya una mala acogida, haya problemas, ruido. Y así todo lo cobardes y poco patriotas que sois para echar a los fondos buitre que desahucian a ancianas de sus casas, iréis de valientes debiéndonos de los MENA. Hipócritas salvajes.
Mañana cuando te mires al espejo piensa si tu voto sirvió para defender los derechos humanos, para corregir desigualdades históricas, para abrazar a quienes más lo necesitan o, en cambio, fuiste cómplice de quienes quieren mandar al ejército para que no lleguen los bebés que vienen abordo de un cayuco medio roto, de quienes deshumanizan a un chaval de 14 años y creen que es un futuro criminal.
No hay medias tintas, no hay excusas, no hay marcos competenciales, lo que no hay valor es de reconocer que sois mala gente y os da igual. Y así es como se normaliza el fascismo, la guerra y la muerte.
Y, por favor, nunca más digáis que sois quienes defendéis el derecho a la vida, porque cuando nacen, no os importan, sobre todo si tienen otro color de piel, rezan a otro dios y hablan otra lengua.
Miserables.
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