Opinión
La adolescencia es mucho más que violencia

Por Jorge Cattaneo
Director General de Ayuda en Acción
Esta semana llegué a la oficina con ganas de preguntar. “¿Habéis visto Adolescencia?” Sí, claro que la habían visto. "Es demasiado dura", dijo una compañera. “Pero es la realidad”, replicó otra. “Yo creo que exageran”, “yo reviso constantemente todas las redes de mis hijos", “yo he aprendido mucho, ni sabía que eran los incels”, confesaron otros. Entre este debate, yo daba vueltas a otra idea: ¿por qué esta serie está siendo tan popular? ¿Por qué el drama triunfa ante otras narrativas más positivas sobre la juventud?
La serie Adolescencia ha conseguido poner en el centro de la conversación a las generaciones más jóvenes. Reavivar un debate aún pendiente en nuestra sociedad: los desafíos que enfrenta la juventud para crecer y construir un futuro en un mundo con múltiples formas de violencia –física, digital, estructural-. La influencia de la cultura misógina en Internet, los crímenes de odio contra las mujeres, las heridas invisibles, el miedo a las redes sociales…. Todo está ahí. Son temas que se abordan en la serie y que vemos y sentimos cuando hablamos –de verdad- con los adolescentes. Pero el riesgo es que generalicemos el miedo y el horror, que la única narrativa que construyamos en torno a la juventud se base en ello y no en los valores, capacidades y oportunidades que tienen.
Vivimos en una época donde la juventud enfrenta múltiples crisis, desde la presión social o estética hasta la incertidumbre económica. Tienen toda la información del mundo en sus bolsillos, pero ninguna certeza sobre su futuro. Saben más que ninguna otra generación sobre salud mental, sexualidad o igualdad, pero viven entre discursos altamente polarizados y discursos de odio. Sobre esto tendríamos que reflexionar para rechazar ver y mostrar a la adolescencia como una amenaza para la sociedad y para sí mismos. Son jóvenes intentando encontrar su lugar en un mundo altamente complejo.
Son habituales frases como “los profesores ya no son respetados”, “antes en los centros no había tanto acoso escolar” o “en mi época no había tantos asesinatos machistas”, pero nos olvidamos preguntarnos: ¿Cuántos niños no finalizaban la educación obligatoria hace veinte o treinta años? ¿Qué niveles de embarazo adolescentes teníamos? ¿De acoso en los centros educativos? ¿Cuánta violencia se normalizaba antes simplemente porque no tenía nombre? Hoy reconocemos como violencia lo que antes era “cosas de críos” o “cosas de pareja”: el acoso, la exclusión, el maltrato psicológico. Y en este progreso la juventud ha sido clave.
En Ayuda en Acción vivimos en los centros donde trabajamos realidades muy distintas a las que vemos estos días en Internet. Tenemos a la profesora que se queda horas extras para ayudar a ese alumno que no llega a los exámenes. A la orientadora que está detrás de aquel otro que no quiere seguir con los estudios. Al grupo de adolescentes que atiende y aprende en un taller sobre consentimiento sexual. A Sabela, una de las protagonistas del Documental ZETA, que estuvo a punto de dejar los estudios pero consiguió encontrar su camino gracias a la formación profesional. Este documental cuenta la historia de Sabela y otros tres jóvenes para visibilizar historias de cambio de una generación que ha escuchado demasiadas veces que "los jóvenes de ahora no sabéis lo que queréis", pero que realmente son parte de una generación concienciada con el futuro que viene y consciente de los retos a los que les va a tocar enfrentarse.
Estas historias no suelen vender ni convertirse en virales. O al menos, no tanto como un conflicto o una tragedia. Pero son tan reales -o más- que los dramas que consumimos. En nuestra organización lo vemos cada día: cuando un joven cuenta con apoyo, recibe oportunidades, herramientas, confianza… se puede. Entonces se puede trabajar en un futuro sano, formar en igualdad y derechos, prosperar.
Somos conscientes de que la solución no pasa por negar los problemas, pero también del trabajo que hay por delante para reconocer los avances y discutir las soluciones para abordarlos. ¿Cómo? Escuchando. De verdad. Sin filtros ni paternalismos. Creando espacios donde la juventud no sea un decorado, sino esté el centro. Un espacio donde puedan hablar de sus miedos, sus inquietudes y no haya prejuicios. Y entender que la adolescencia no es un territorio hostil, es donde se está creando el futuro.
Junto con esto necesitamos una sociedad que invierta en el futuro de la juventud. No todo ocurre en las redes y los contextos escolares, familiares y sociales son los espacios donde más podemos cambiar los mensajes de odio. Debemos, además, imaginar y proyectar futuros sanos y modelos de vida donde la felicidad esté en el centro. Construir narrativas y referencias positivas para la juventud y sus familias, y para la sociedad en su conjunto.
El verdadero drama no es que Adolescencia presente algo que ocurre. Sería que nos conformáramos con ver solo esa versión de la historia, olvidando todas las demás que están ocurriendo al mismo tiempo.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.