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El presidente Santos y el jefe de las FARC firman la paz mientras crece la incertidumbre del plebiscito

La guerrilla quiere tener clara la amnistía antes de dejar las armas

El presidente de Colombian, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, 'Timochenko', tras la firma del acuerdo de paz en Cartagena de Indias. REUTERS

ANTONIO ALBIÑANA

BOGOTÁ.—En Cartagena de Indias se congregaron ayer, lunes, miles de invitados, entre ellos 16 presidentes y 15 cancilleres de todo el mundo, así como los máximos dirigentes de Naciones Unidas, para acompañar la firma de los acuerdos de paz entre el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe delas FARC, Timoleón Jiménez, alias Timochenko.

En realidad, la única noticia fue el boicoteo al discurso del líder guerrillero por un bombardero de la Fuerza Aérea Colombiana que sobrevoló inopinadamente el lugar de la celebración, causando por un minuto la conmoción de los asistentes y, por supuesto la de los líderes guerrilleros, acostumbrados a acciones similares que significaban alarma y muerte en las jornadas de la selva y que esta vez no pasó de un susto y tal vez de un acto de indisciplina de un militar contrario al proceso de paz.

Por lo demás, lo que firmaban los líderes del Estado y la guerrilla ya se había suscrito en La Habana, con idénticos textos y con presencias internacionales (ver Público 24 de Junio y 25 de Agosto de 2016), aunque ayer estuvieron más nutridas, y en algunos casos significaron futuros préstamos para el posconflicto (Christine Lagarde del FMI) o la próxima desclasificación de las FARC como "grupo terrorista" en Europa o Estados Unidos.

Los acuerdos, como se recordará, se han centrado en una agenda de seis puntos: Política de Desarrollo Agrario, Participación política futura de la guerrilla, fin del conflicto con garantías de seguridad, solución al problema de las drogas ilegales y el narcotráfico, implementación y verificación de los acuerdos y sistema integral de verdad, justicia y reparación con atención especial a las víctimas.

La novedad la constituyó ayer que la firma de Timochenko en nombre de las FARC venía después de la Conferencia guerrillera en los llanos del Yarí, en la que tras fuertes debates, vetados a los centenares de periodistas internacionales (en su mayoría free lancers, que perdieron el tiempo haciendo penoso turismo revolucionario), acabaron suscribiendo disciplinadamente el texto de los acuerdos pactados en La Habana, no sin antes haber demandado garantías a sus mandos sobre su futura seguridad en todos los órdenes, e incluso en algún caso reprochándoles por haber sido excesivamente "blandos" en la negociación.

Los máximos dirigentes de las FARC se comprometieron formalmente ante los delegados a que la seguridad sea un objetivo central en el futuro. De hecho, antes del acuerdo de ayer, se encerraron durante más de 10 horas los máximos dirigentes guerrilleros en una finca de Turbaco, para fijar las líneas del futuro de acuerdo al ambiente percibido entre sus bases y frentes, excluyendo manifestar cualquier discrepancia en el acto de Cartagena.

Por otra parte, parece haberse neutralizado por el momento la disidencia contra el proceso de paz en el seno de la guerrilla. Según cifras gubernamentales, las FARC contarían hoy con 6.300 efectivos armados y 7.500 milicianos urbanos y rurales. Los disidentes que se irían con la delincuencia común constituirían entre el 2% y el 4%, es decir, que no sumarían más de 300 guerrilleros. Cifras que, según la revista Semana, son corroboradas por las FARC.

Guerrilleros de las FARC celebran la firma del acuerdo de paz en El Diamante (Colombia) donde se celebró la Décima Conferencia Nacional Guerrillera. EFE/PABLO ANDRÉS MONSALVE

Guerrilleros de las FARC celebran la firma del acuerdo de paz en El Diamante (Colombia) donde se celebró la Décima Conferencia Nacional Guerrillera. EFE/PABLO ANDRÉS MONSALVE

Mañana mismo va a ponerse en marcha en La Habana una "Comisión de Seguimiento e implementación" formada por miembros de la insurgencia, el Gobierno y los países acompañantes del proceso, Cuba y Noruega. La primera línea de discrepancia va a ser la fecha en las FARC deben iniciar la entrega de armas, la concentración en zonas veredales y campamentos y la salida de sus actuales reductos en la selva. El día D a partir del que se deben contar los 180 días de disolución total de la guerrilla, ya no se va a contar desde la firma de paz de ayer, tampoco una vez se firme el plebiscito el próximo domingo (en el caso de que el resultado sea afirmativo) sino desde que entre en vigor la ley de amnistía, una vez suscrita en el Parlamento y se levanten las órdenes de busca y captura sobre los guerrilleros y, tal vez, una vez salgan los presos de las cárceles, lo que abre un plazo no definido para la paz real.

De entrada, los enemigos de los acuerdos ya denuncian que el plebiscito va a darse en una situación en que una situación en que la guerrilla va a seguir armada y, según ellos coaccionando a los votantes. El expresidente Uribe y sus secuaces han endurecido sus posiciones y buscaron ayer el enfrentamiento con los antidisturbios Esmad desplegados en Cartagena para blindar el lugar en el que se desarrollaron los actos de la firma de la PAZ. Esta vez estuvieron acompañados por el recientemente cesado Procurador General, Alejandro Ordóñez, quien denunciaba junto a Uribe que el Gobierno y las FARC se han unido para imponer en Colombia “la ideología de género” (sic).

Todos los esfuerzos de la ultraderecha uribista por derribar el proceso van a concentrarse en la votación del plebiscito que el próximo domingo debe ratificar o anular los acuerdos de paz. Aunque en las encuestas repunta el SÍ, todo puede pasar en un país tan inestable como Colombia.

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