Este artículo se publicó hace 10 años.
Ni perplejo ni frustrado
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Diputado en el Congreso por Iniciativa per Catalunya-Verds (ICV)
Hace muchos días que quería hacer esta entrada, pero me daba pereza. Prefiero hablar de la política de las personas que de la política de los políticos. Y como de esta última ya me hacen hablar más de lo que yo quisiera los periodistas, intento, siempre que puedo, rehuir de ella.
Pero el artículo de Enric Company me ha provocado la necesidad de explicar cómo vivo el proceso de irrupción de nuevas fuerzas políticas.
Empiezo por el terreno de las percepciones y de las emociones. Sinceramente, no me siento perplejo porque creo entender algunas de las cosas que están pasando. Y mucho menos frustrado, primero, porque todavía no tengo motivo y segundo, porque en situaciones como la actual no se puede dedicar ni un minuto a lamentarse.
La aparición de nuevas fuerzas políticas tiene, sin duda, muchas y complejas explicaciones, pero algunas son fáciles de entender.
La última crisis ha hecho aún más evidente la incapacidad y la impotencia de la política para gobernar una economía financiera y global, que se ha convertido en el verdadero poder político y regulador de la vida de las personas.
Esto es así en todo el mundo, pero aquí coincide con otros "fracasos" de la política. La incapacidad de la Unión Europea para construir instrumentos de gobierno político democrático que avancen en el "demos" europeo. La resistencia de los gobiernos europeos a ceder soberanía, acompañada de altas dosis de cinismo al culpabilizar a Europa de sus decisiones y la apuesta por formas tecnocráticas de gobierno han debilitado el vínculo emocional entre ciudadanos y la Unión Europea.
En España se añade el agotamiento del Pacto de 1978. No tanto por sus limitaciones intrínsecas sino por el secuestro del que fue víctima. Se han utilizado los mecanismos de protección de una democracia débil e insegura –se olvida fácilmente el golpe de Estado del 23 febrero de 1981- por un blindaje a favor de un sistema bipartidista -con las muletas de CiU-, construido sobre el concubinato de poderes económicos y gobernantes.
Desgraciadamente, esta incapacidad e impotencia de la política para gobernar la economía se esconde a la ciudadanía. A nadie le gusta reconocer sus limitaciones, y menos en público. Y en lugar de explicar que la reconstrucción de un nuevo equilibrio entre economía y política no es cosa de un día, ni será fácil, se prefiere pensar que hay soluciones rápidas y mágicas.
En este escenario irrumpe una generación que no se resigna y decide asumir sus responsabilidades. Se trata de personas que en menos de 2 años han pasado de considerar la participación en la política institucional como incompatible con los movimientos sociales a decidir que, sin implicarse en el cambio político, los movimientos sociales tienen grandes limitaciones en sus objetivos de transformación. No recuerdo una generación que haya hecho este viaje en menos tiempo.
Para explicar el entusiasmo que ha generado en una parte de la ciudadanía, no sólo joven, tan sólo hay que conocer la condición humana. Las personas necesitamos tener esperanza, necesitamos pensar que un futuro mejor es posible. Y no nos gusta sentirnos condenados sólo a sufrir, protestar o resignarnos. Incluso necesitamos creer que las cosas son más fáciles de lo que son.
Esta mezcla de ilusión y esperanza ha cogido formas políticas diversas que, evidentemente, afectan a las fuerzas políticas existentes. Sería muy ingenuo creer que la sensación de inutilidad e impotencia de la política que tienen los ciudadanos afecta sólo a los demás y no a nosotros.
Uno de los riesgos de la nueva realidad es que alguien considere que alguna fuerza por sí sola puede afrontar un reto tan gigantesco como el de recuperar la soberanía para los ciudadanos frente a los mercados
Sinceramente, este proceso no me produce perplejidad. Lo que más perplejo me deja, día tras día, es ver la cantidad de temas trascendentes para los ciudadanos de Cataluña que se debaten y aprueban en el Congreso o en el Parlamento Europeo y la poca atención que merecen en Cataluña. En ocasiones tengo la sensación de estar ante una forma de nuevo "negacionismo" de la realidad.
Este cambio en el escenario de los actores políticos en Cataluña y España tiene enormes potencialidades y también algún riesgo.
Que las personas que impulsan Guanyem consideraran desde el primer momento que ICV debía participar en el proceso pone de manifiesto que saben de la importancia de la confluencia de fuerzas diferentes. Para ICV supone un reconocimiento de lo que hemos sido y somos y, a la vez, una responsabilidad que hemos asumido de buen grado. Porque somos conscientes de la importancia de construir puentes entre personas que, compartiendo objetivos, venimos de experiencias políticas y vitales diferentes.
En un contexto en el que los estados han perdido soberanía y que la Unión Europea no se ha construido aún, el espacio político local adquiere una gran trascendencia en las políticas de redistribución de la riqueza y reducción de las desigualdades y la pobreza. Por eso, creo, a diferencia de muchos otros, que las elecciones municipales son hoy las más determinantes para iniciar esta recuperación. Y Barcelona es clave.
Pero no hay que olvidar que muchas de estas políticas locales vienen condicionadas por lo que pasa en España y en Cataluña, donde la necesidad de un cambio de políticas es vital.
Y aquí aparece uno de los riesgos de esta nueva realidad. Que alguien considere que alguna fuerza por sí sola puede afrontar un reto tan gigantesco como el de recuperar la soberanía para los ciudadanos frente a los mercados. No creo que esto esté ni siquiera al alcance de la ciudadanía de un solo país en solitario y esperamos no tener que comprobar en Grecia con Syriza. Por eso la importancia del proyecto europeo.
Actualmente estamos en un escenario bastante complejo y voluble como para hacer predicciones a 12 meses vista, que en términos políticos es una eternidad. Es curioso comprobar la facilidad con que la opinión publicada da por seguros procesos que la realidad de los últimos años han demostrado estar en permanente mutación.
Por ello, en lugar de quedarnos paralizados por la melancolía o la perplejidad es mucho mejor continuar trabajando en la construcción de un proyecto que o levantamos con muchas manos y experiencias o no triunfará.
Es momento de recordar las bellas palabras de la canción "La Muralla" de Quilapayún: " Para hacer esta muralla tráiganme todas las manos ."
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http://www.joancoscubiela.cat/2014/12/ni-perplex-ni-frustrat.html
@jcoscu
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