Opinión
Filofascistas que fomentan la cultura
Por Anibal Malvar
Periodista
No hay nada mejor que un filofascista para hacernos más cultos. Queman libros, asesinan poetas, esquilman museos, apalean actores y humoristas –que vienen a ser lo mismo–, boicotean actos feministas y manchan con su testosterona infértil los desnudos de las pinacotecas. Pero, cada vez que uno de estos filofascistas abre la boca, a muchos nos entran ganas de abrir un libro. Hasta a la Policía le han nacido ansias de leer gracias a ellos. Escribo esto la tarde del viernes en una mesa esquinera de la taberna Garibaldi, donde dentro de un rato empieza la presentación del libro Algo habremos hecho de Irene Montero, la Bruja Avería de la política española.
Nunca voy a presentaciones de libros. Ni siquiera de mis mejores amigos. Sin embargo, ante la promesa del filofascista Daniel Esteve de que iba a acudir a lo de doña Irene, no pude resistirme. Saqué del armario antipolillas mi viejo y humilde aliño indumentario de espectador de presentaciones de libros, desempolvé las gafas y la pipa y me puse a hablar todo el rato en esdrújulo para que nadie me entendiera. Hora y media antes de que empezara el acontecimiento, allí estaba yo, en una taberna y en un acto cultural. Que no se entere mi madre de ninguna de las dos cosas.
Sinceramente, nunca había asistido a la presentación de un libro a la que acudieran tantos policías. Qué repentino afán por la cultura les ha entrado. Y todo gracias a Daniel Esteve. Deberían concederle un sillón de la Real Academia a este fomentador de las artes, junto a Andrés Trapiello y Arturo Pérez Reverte, otros dos grandes gourmets de los huevos escocidos.
Cuando saltó la noticia de que Daniel Esteve y su organización Desokupa iban a ser contratados para dar cursos de autodefensa a nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad, a la rojería piojosa no nos pareció del todo bien. Como tantas otras veces, nos equivocábamos. El plan de Desokupa era este: policías acudiendo en masa a aquelarres literarios feministas como el de este viernes en la Garbaldi, inspectores perreando en los recitales de raperos antiborbónicos, agentes infiltrados en el Museo del Prado interviniendo los teléfonos de Durero para investigar su influencia en la obra de Tiziano, y miembros de las UIPs bailando El lago de los cisnes en los teatros del Canal, con lo difícil que es lucir tutú portando también porra y pistola.
Pero volvamos a la rabiosa actualidad, viernes noche, mucha Policía y mucha diversión. Cientos de piojosos se agolpan a las puertas de la taberna Garibaldi esperando a su referente intelectual, Dani Esteve, mientras quizá una veintena de agentes (sin contar secretas, que daban un cante que ya tal) acordonan la madrileña calle Ave María. Solo al mismísimo Diablo, o sea, a Pablo Iglesias, se le ocurriría poner una taberna de pecado y pensamiento en el sagrado corazón de la calle Ave María. Es que va provocando. Que la taberna Garibaldi esté en la calle Ave María es una ofensa para los creyentes. Preguntadle a cualquier juez español. Abogados Cristianos debería tomar alguna medida y obligar a Pablo Iglesias a trasladar su lujurioso antro a la calle madrileña de los Caídos de la División Azul, esos miles de héroes españoles que murieron defendiendo a Hitler y Mussolini por mandato del imparcial Franco en la II Guerra Mundial. Lo de trasladar el bar de Iglesias a los Caídos lo digo por dar una idea de consenso, que veo que está de moda.
Lo único triste de esa tarde de viernes, en la que conocimos la inspiración cultural del adiestramiento de Desokupa a nuestros policías, fue la ausencia de Daniel Esteve, al que sus grupis esperaban con histeria beatlemaníaca. Como teloneras aparecieron, en plan consolación, Irene Montero, Laura Arroyo, Ione Belarra, Noemí Santana y otras chicas-portada del Playboy intelectual de la izquierda, pero no podía ser lo mismo. Nadie tiene el carisma, el verbo, la modulación tonal y el cuerpazo de nuestro Dani. El valiente que nunca estuvo allí.
Yo no sé cuánta pasta habrá costado al erario público el despliegue policial de la calle Ave María este viernes, pero me parece bien gastado, pues a los policías se les veía felices asistiendo a la presentación de un libro. Debería hacerse cargo de los dispendios el Ministerio de Cultura.
Yo le propondría al ministro Ernest Urtasun que dedicara una amplia partida presupuestaria a financiar a Desokupa, con la sola obligación de amenazar cualquier acto referente al arte, al saber o al pensamiento. Porque tienen una gran capacidad de convocatoria, sobre todo entre los gramscianos, que, como todo el mundo sabe, son mayoría sociológica en el Ejército y las fuerzas de seguridad. Pero, coño, que luego vayan los de Desokupa, eso sí. El viernes se les echó mucho de menos. La amenaza de reventar el acto feminista con violencia estuvo muy bien desde un punto de vista académico y dialéctico, incluso epistemológico, pero no empecemos a actuar como los políticos, Dani, y a no cumplir nuestra palabra. Porque algunos te podrían llamar cobarde por no haber aparecido en la calle Ave María, y tal adjetivo, un pensador visionario y audaz como tú, no se lo merece.
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