Opinión
La falsa épica de los que siguen en X


Por Paco Tomás
Periodista y escritor
La primera vez que dejé X aún se llamaba Twitter. Lo hice tras un acoso despiadado. Tardé dos años en volver. En ese momento, Musk ya había comprado la red social y la había rebautizado. Aguanté un año. Clausuré mi perfil personal pero se mantuvo el de Wisteria Lane, el programa LGTBIQ+ que dirijo en Radio Nacional de España. Cuando Musk pidió el voto para Donald Trump, político ultraconservador y LGTBIfóbico, sentí que mi programa no debía estar ahí y también cerré ese perfil.
Cuando uno decide marcharse de un espacio hostil, lleva en la mochila muchas lecciones aprendidas. Como que ninguna red social es un espacio de debate y consenso válido o que no había nada más peligroso que someterse a la cultura de la inmediatez, en la que X se había convertido en un bastión. Pero la razón que más me influyó fue comprender que X me hacía peor persona. Más irascible, menos tolerante, más déspota. El simple hecho de abrir la red social disparaba mi ansiedad y me obligaba a representar un rol más incómodo, que era el que el algoritmo beneficiaba.
En ese intervalo, desde mi regreso hasta la salida definitiva, me abrí un perfil de BlueSky, en septiembre de 2023. Cuando aún era preciso que te invitaran. Era curiosa esa sensación de llegar a un lugar poco habitado y silencioso en medio de la vorágine atronadora de las redes sociales. BS era esa escapada rural que necesitabas cuando ya no podías soportar más el ruido, los gritos y la contaminación de la gran ciudad. Poco a poco, me fui dando cuenta de que invertía más tiempo en estar en paz que en habitar el conflicto.
Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida fue huir de X. Por eso observo con cierta cautela esta corriente épica, de Leónidas y sus trescientos guerreros espartanos, que insiste en que no hay que abandonar la red social de Elon Musk y que hay que quedarse ahí, a dar batalla, como en las Termópilas. Pablo Iglesias dijo que dudaba de la eficacia de abandonar esa red. Alberto Garzón apuntó que los espacios de discusión política había que disputarlos y no desatenderlos. Y Oscar Puente, como si le hubiera poseído el mismísimo general Patton, escribió “no me voy a ir de aquí”, argumentando que, aunque su vida sería mejor fuera de X, “mis causas son más importantes que mi vida”.
Cada vez tengo un nivel más bajo de tolerancia a la testosterona. A mí, que haya personas que quieran quedarse en X me da exactamente igual. Ni me alegra, ni me entristece, ni me preocupa. Es solo una red social. Me preocupa más la gente que no vota, aunque tenga perfil en X. Lo que sí me inquieta es esa obsesión que han encontrado algunas voces progresistas, especialmente políticos, en recordarnos el error que hemos cometido marchándonos. Permitidme apuntar que hay mucha filosofía patriarcal detrás de ese relato bélico de la batalla, la lucha y la victoria. Pablo Iglesias puso el símil del patio del colegio y el grupo de matones que se apropia del campo de fútbol y no te deja jugar. Para Iglesias, solo hay dos opciones: dejar de jugar al fútbol y buscarte otro deporte o hacer frente a los matones, aunque sea “desagradable y complicado”.
Fui un niño que sufrió acoso escolar durante ocho años. Precisamente los que jugaban al fútbol interrumpieron el partido para venir a burlarse de mí porque estaba jugando a la goma con las chicas. Fui un niño débil físicamente, absolutamente vulnerable ante el implacable ataque homófobo de mis agresores. Nunca les planté cara. Mis opciones fueron pasar desapercibido o huir. Y me ha costado muchos años comprender que huir también es una victoria como para que ahora venga el guerrero a decirme cuáles son los honores de la batalla. De pequeño, es muy frustrante pensar que eres un cobarde que no se enfrenta al enemigo. Es una auto revictimización que solo viene a mermar tu autoestima y tu salud mental.
¿Por qué hay que quedarse en un espacio lleno de nazis que, cada mañana, te insultan y menosprecian? ¿Por qué es más eficaz vivir entre la desinformación, los bulos y los discursos de odio? ¿Por qué tengo que contribuir, voluntariamente, a la empresa de un señor que saluda como un nazi, que promociona linchamientos racistas y que desea desestabilizar las democracias europeas? La única razón es la épica del macho combatiente. Los Jets contra los Sharks, pero sin canciones, que eso es de maricas.
La última incursión de los hooligans de X en la apacible convivencia de BlueSky ha llegado en formato artículo de opinión en la revista Jot Down. La revista ha publicado que BS es un poblado fantasma donde nadie dice nada comprometedor, donde no se interactúa y una red social en la que nadie se divierte. Es curioso lo que la machosfera entiende por comprometido y divertido. En BS se opina que Musk es un nazi o que la respuesta de Podemos al caso Monedero no ha sido la más acertada. Pero eso no es comprometedor. Lo comprometedor y divertido es poder llamarnos enfermos a los maricas, hombres biológicos a las mujeres trans y panchitos a los migrantes latinos. Y de eso, de momento, nos estamos librando con una buena defensa del fuerte, para usar un símil de western que entiendan los heteros. Porque a las opciones que señalaba Pablo Iglesias con respecto a los matones que se apropian de la cancha también existe la posibilidad de irte a jugar a otro sitio.
Participo de BS con el mismo espíritu con el que empecé en Twitter, allá por el 2011. Y con las lecciones aprendidas. Porque nosotros contribuimos a difundir el discurso ultra de los nuevos nazis del siglo XXI. Y no podemos permitirnos el lujo de repetir ese error. Con los perfiles fachas no se dialoga. A los discursos de odio, silenciar y bloquear. La mínima interacción con ellos es infructuosa y solo les beneficia a ellos.
Dejé X con muchísimos seguidores. La mayoría, un espejismo. Habito BS con muchos menos pero con una enorme tranquilidad, con unas líneas rojas muy marcadas y con más interacciones de las que tenía allí. Hay quien dice que esa tranquilidad es posible gracias a que los partidos de derechas apenas tienen relevancia en la nueva red social. No veo ningún problema en eso. Todo ventajas.
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