Opinión
Elon Musk tuitea nazi
Por Anibal Malvar
Periodista
Andan estos días entusiasmados los chicos de Desokupa, los preñados mentales de Hazte Oír y, por supuesto, las huestes de yelmo yermo de Santiago Abascal. Y no es para menos. Elon Musk, el dios del bulo contemporáneo, el multimillonario que sufragó con cientos de millones de dólares la psicodélica campaña de Donald Trump, el hombre más rico del mundo (que es lo que verdaderamente importa) se acaba de arremangar la ideología y en vez de llevar el pecho tatuado con un nombre de mujer lo que luce es una cruz gamada. El propietario de Tesla, la red social X y la empresa de turismo intergaláctico SpaceX irrumpe en la campaña alemana para las elecciones del 23 de febrero (todos al suelo) pidiendo el voto a los neonazis de Alternativa: "Solo AfD puede salvar Alemania", tuiteó a sus 200 millones de seguidores.
Para que luego andemos diciendo los españoles que Vladimir Putin manipula desde bots las elecciones catalanas para favorecer al independentismo, romper la patria e invadir las Ramblas con 10.000 soldados rusos, como investigaba el desopilante juez Joaquín Aguirre hasta que la Audiencia Provincial le dijo que estaba cometiendo "fraude de ley", y que se dejara de fantasías conspiranoicas ultrafascistas.
Ahora los votantes alemanes van a tener que elegir entre la injerencia de Elon Musk y la previsible de Vladimir Putin, pues ya hace décadas que los europeos del bloque atlantista venimos demostrando que somos incapaces de pensar por nosotros mismos.
Yo, como convencido europeísta, ya no sé a quién preferir para que me lobotomice el cerebro, si a Musk o a Putin. Y eso que soy de mente abierta. Me cuesta entregar mi voto a un señor que se pone gorras de béisbol en actos públicos cuando ya ha pasado de los cincuenta, cual es el caso de Elon. En cuanto a Vladimir, tiene una secreta voz atractiva, pero me incomoda su afición a echarte uranio enriquecido en el buey a la stroganoff.
A la hora de escribir estas inquietas líneas, aun no ha salido en la prensa declaración alguna de Alberto Núñez Feijóo ni de Santiago Abascal valorando el apoyo del factotum del próximo presidente de los EEUU a los neonazis alemanes. Espero con impaciencia que hagan un hueco en sus agendas navideñas para comentar el asunto. Abascal tiene el corazón dividido, eso ya lo sabemos sus más allegados. Tras las elecciones americanas, recibió con entusiasmo la victoria del sociópata del pelo rojo: "Es la hora de los patriotas", bramó. Pero su jefe en Europa, el búlgaro Víktor Orban, el que le dio a Vox los 9,2 millones del Magyar Bankholding para financiar las campañas de 2023, es el líder europeo más cercano a Putin. Por suerte los sátrapas son gente muy civilizada (entre ellos), y Orban acabó también felicitando a Trump para respiro del líder voxero. Qué sofocón. Nunca se viera macho torero español con tanta necesidad de un abanico y unas sales.
Las encuestas alemanas ya nos auguran que los neonazis de Elon Musk serán la segunda fuerza política con un 18% de los sufragios, por encima de los socialistas, que durante décadas, con sus políticas neoliberales y socialmente perversas, han arrojado al viejo obrero militante en manos de los ultras. Desmintiendo el tópico, el obrero que vota a la derecha no es tonto, el tonto es el falso obrerista que no ha conseguido representar los intereses del obrero que le dio su sufragio de confianza durante tanto tiempo. El voto obrero a la derecha no es un voto idiota ni de castigo, es un voto de derrota. La progresía burguesa europea hipnotizó a la clase obrera convenciéndola de que no existía y desarmó su mayor fuerza: la solidaridad. Ahora se quedan sin casa y vuelven al redil del patrón, a ver si esto lo arregla el señorito.
Es curioso que, en este proceso europeo de creciente fascinación fascista, no haya surgido una izquierda medio fuerte al menos como reacción. Será que nos han educado muy bien para desentender la historia. Entre tanto, como no se me dan otras opciones, yo seguiré dándole vueltas a si hacerme putiniano o muskiano, pues he de tener claras mis preferencias en las cenas de navidad. Para montar bronca, que con estos dos está asegurada.
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