Opinión
La unidad frente al odio

Vemos con cada vez más espanto la subida de la extrema derecha.
Estamos hablando, por supuesto, de la vuelta a la presidencia estadounidense de Trump; el asalto de Javier Milei a las condiciones de vida y los derechos de la población argentina; la subida de AfD, el partido ultra alemán liderado por nazis, con el que el partido conservador considera formar gobierno; y mucho más.
En el Estado español, evidentemente, está VOX —con el que el PP no tiene reparos en colaborar— además de nuevas formaciones ultras como la de Alvise y la de Sílvia Orriols, y grupos de matones callejeros más cercanos al fascismo clásico, como Desokupa.
Pero durante las últimas semanas también se han producido protestas antirracistas impresionantes, enormes, en diferentes países del mundo. Éstas muestran el camino para parar a la extrema derecha.
Aquí solo caben unos apuntes sobre ellas.
Protestas masivas y amplias
En Lisboa, el sábado 11 de enero, quizá 50.000 personas se manifestaron en protesta contra una reciente acción policial racista, en la que habían puesto con la cara a la pared y manos levantadas a decenas de personas migradas para ser cacheadas. La marcha, impulsada por la amplia plataforma VidaJusta, se convocó bajo el lema “No nos pongan contra la pared”. También señalaban como un factor en el aumento del racismo institucional la subida del partido de extrema derecha Chega.
En Estados Unidos, el sábado 18 de enero, se celebró en Washington DC una manifestación de miles de personas contra Trump y lo que representa. Hubo acciones en 350 ciudades más por todo el país, convocadas por People’s March. Esta continuación y ampliación de la plataforma Women’s March, que se formó en 2017 contra Trump 1.0, reúne a multitud de organizaciones de mujeres, de personas migradas y racializadas, sindicalistas, políticas… bajo demandas muy genéricas a favor de la mayoría, y contra las políticas de Trump.
En Gran Bretaña, desde los terribles pogromos racistas del verano pasado ha habido movilizaciones antirracistas muy importantes, impulsadas por el movimiento unitario, Stand Up To Racism (SUTR). Este sábado, 1 de febrero, el fascista Tommy Robinson convocó una manifestación en Londres. Robinson —que intenta presentarse como antisistema— ahora tiene el respaldo de Elon Musk, el multimillonario del saludo nazi que muchos comentaristas no logran identificar. Aun así, la marcha ultra, con algo menos de cinco mil asistentes, fue solo una fracción de la del octubre pasado. Esta vez, la manifestación antirracista los superó ligeramente en número, y por mucho en amplitud y juventud. Entre las innumerables entidades participantes estaba la central sindical mayoritaria británica, el TUC.
En Alemania el partido cristianodemócrata, CDU, se plantea colaborar con Alternativa por Alemania (AfD), un partido liderado por fascistas. Han votado en el parlamento federal alemán conjuntamente con AfD a favor de cerrar las fronteras a las personas que piden asilo. (Vergonzosamente, la Alianza de Sahra Wagenknecht, de la “izquierda antiwoke”, también votó con los fascistas.)
Pero de nuevo hay protestas. El sábado 11 de enero, unas 15.000 personas viajaron por la noche para bloquear el inicio del congreso de la AfD durante varias horas. Y luego este fin de semana del 1 y 2 de febrero, centenares de miles de personas se manifestaron por todo el país contra cualquier colaboración con la AfD. Según las convocantes, hubo 250.000 personas solo en la marcha de Berlín (la estimación policial fue de 160.000). Es de destacar que estas protestas —como indican los números— reúnen a personas de mucho más allá de la izquierda radical. A esto volveremos.
Y la mayor protesta de todas fue la de Argentina. Aquí, tras unos horribles comentarios LGTBIfóbicos del presidente Milei, los movimientos LGTBI+ convocaron una manifestación que acabó implicando a casi todo el mundo. El sábado 1 de febrero, centenares de miles de personas se manifestaron en Buenos Aires, y hubo protestas en casi 200 ciudades más, de Argentina y del resto del mundo. Las organizaciones convocantes calculan una participación total de dos millones de personas. De nuevo, fue gente muy diversa, desde activistas trans y la izquierda revolucionaria hasta los sindicatos más burocráticos y partidos centristas. Cada sector tenía sus propias demandas; los unía el rechazo a Milei.
La clave de la amplitud
En el Estado español hay muchos grupos contra el racismo y el fascismo, pero actualmente no tenemos acciones enormes contra VOX y compañía. ¿Qué podemos aprender de Alemania, Argentina, etc.?
Esas protestas se han convocado bajo demandas muy sencillas y de consenso. En general, han sido de rechazo al racismo y la extrema derecha, sin más. Algunas convocatorias incluyeron demandas sociales —en EEUU, por ejemplo, exigieron “buenos empleos”, “viviendas asequibles y de calidad”, “acceso a una atención médica asequible y de calidad”…— pero son cosas que cualquier persona de a pie defiende.
Convocar bajo un acuerdo de mínimos no excluye que cada movimiento o sensibilidad exprese sus propias demandas y posiciones, que pueden ir mucho más allá de lo consensuado.
Inevitablemente, los partidos reformistas aprovecharán la ocasión para pedir votos. Pero la izquierda radical, si trabaja bien y plantea ideas y estrategias convincentes, también puede ganar a gente nueva.
Sea como sea, estaremos luchando conjuntamente, por tanto, con más fuerza, contra un enemigo compartido.
El problema es que esta manera de trabajar contra el fascismo y el racismo —la unidad en la diversidad— es poco comprendida entre muchos sectores de la izquierda.
Por un lado, encontramos el tópico, ya una antigualla, de que es mejor no hablar del fascismo, no nombrar a los grupos y dirigentes fascistas, porque así se les da publicidad, importancia, etc. Confieso que fui a mi primera manifestación contra el fascismo en 1978, hace 47 años, contra el National Front (NF) británico, que entonces era más fuerte que la copia francesa. También entonces había personas diciendo que no se debía enfocar en combatir el NF. Pero en 1981, tras varios años de lucha unitaria impulsada por la Liga Anti Nazi, el NF estaba hundido.
En Francia, con honorables excepciones, la visión dominante era y es que no se debe hablar del Frente Nacional de Le Pen, ni combatirlo directamente, para no darle publicidad. Ya vemos los resultados.
Por otro lado, muchos grupos de izquierdas insisten en que cualquier respuesta a la extrema derecha debe basarse en medidas sociales, incluso en un programa anticapitalista completo. Soy anticapitalista y además estoy a favor de que haya comedores sociales, trabajos dignos, etc. El problema es que ahora no podemos implementar estas medidas sociales, y si los grupos de la izquierda radical ni siquiera logran acordar un programa conjunto entre ellos, aún menos podrán hacerlo con los grandes partidos, sindicatos, etc.
Lo sepan o no, la insistencia en un antifascismo limitado a cierta visión anticapitalista procede de principios de los años 30: fue la política impuesta por Stalin al partido comunista alemán (KPD). Esta estrategia de “Acción Antifascista”, con su famoso logo de la bandera roja, se lanzó formalmente en junio de 1932. Solo medio año después, Hitler tomó el poder, casi sin resistencia. Para pararlo, no bastaba con solo la izquierda radical —ni siquiera el KPD, con sus más de 300.000 militantes—; hacía falta la fuerza del conjunto de la clase trabajadora, algo que su visión sectaria impidió. (El partido socialdemócrata tampoco se lució, equiparando al comunismo y el nazismo, pero ese es otro debate.)
Ahora, la izquierda radical es mucho más pequeña que el KPD. En todo caso, la experiencia ha demostrado que, si bien la estrategia minoritaria puede ser efectiva de manera local, contra un puñado de matones nazis, no funciona contra una extrema derecha en auge.
En cambio, hay muchos ejemplos del éxito de la lucha unitaria. Las movilizaciones de estas últimas semanas son solo una muestra de ello.
Llamada global
Dicho esto, una gran manifestación no basta para derrotar a la extrema derecha.
Para hacer esto, hace falta un trabajo más sostenido, y esto pasa por construir un movimiento que exprese la unidad que hemos visto en las manifestaciones, de manera organizada y continua, en el máximo de ciudades y barrios. Hacen falta grupos de personas diversas capaces de realizar actos divulgativos, distribuir materiales, convocar protestas locales…
Uno de los retos en Argentina tras las magníficas protestas del sábado pasado será establecer movimientos estables, para que las manifestaciones no sean solo una estrella fugaz.
En gran parte del Estado español no tenemos ni movimiento unitario estable ni estrellas fugaces. ¿Qué debemos hacer entonces?
Aquí tenemos una propuesta interesante de la red internacional formada por movimientos unitarios en diferentes países, World Against Racism and Fascism. Una docena de movimientos, en cuatro continentes, llaman a protestas en diferentes países y ciudades para la semana del 22 de marzo, con motivo del día internacional contra el racismo.
Hay personas en diferentes territorios del Estado español que se plantean impulsar acciones unitarias para esta fecha, pero hace falta la participación de más activistas y entidades.
Si te preocupa el crecimiento del racismo y la extrema derecha, si te animan las grandes movilizaciones antirracistas de estas semanas, súmate al trabajo para que algo así sea posible aquí también. Con todo, seguimos siendo mayoría las personas que rechazamos el odio. Unámonos para hacernos oír y sentir.
Nota: Soy activista del movimiento unitario en Catalunya, UCFR.cat, pero también milito en la red anticapitalista, Marx21.net. En todo caso, escribo este texto a título individual. Las personas y entidades en UCFR son muy diversas y cada una tiene su propia visión; la magia es que podemos trabajar de manera conjunta sobre lo que compartimos.
Si te interesa ayudar en este trabajo, ponte en contacto con el incipiente espacio estatal, Red Unitaria Contra el Fascismo y el Racismo, mediante este formulario.
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