Opinión
¿Quién teme a lo queer?
Por Paco Tomás
Periodista y escritor
Le he pedido prestado el título de esta columna al investigador Víctor Mora que, hace cuatro años, ya se la planteó en uno de sus ensayos. La respuesta, desde el inicio de esta década, estaba más o menos clara: conservadores y algunas feministas. Las razones son diferentes para cada uno de estos colectivos.
Para los primeros, son las mismas que argumentó Aquilino Polaino en 2005 cuando fue citado por el PP -ese partido que siempre está en el lado incorrecto de la Historia y lo lleva con un patético orgullo- en la Comisión de Justicia del Senado para analizar las repercusiones de la ley de matrimonio igualitario. No voy a reproducir sus argumentos porque esta columna no recicla los residuos radiactivos.
Para las segundas, podríamos decir que lo queer no era un problema hasta que vieron peligrar su trozo del pastel. Cuando las políticas de igualdad dejan de ser un feudo de las feministas socialistas blancas y burguesas, éstas inician una campaña de acoso y derribo al ministerio dirigido por Irene Montero buscando al rival más débil: las personas trans. Hablan en tertulias, sin saber pronunciar la palabra queer, criminalizando y estigmatizando a las comunidades trans con la misma pasión y lógica con la que nos señalaba Polaino.
Su primer intento fue intentar dividirnos. Hacernos creer que el problema eran las personas trans para que gais, lesbianas, bisexuales cis, nos portásemos como aquellos del año 73 en Nueva York y diésemos de lado a nuestras hermanas en nombre del asimilacionismo y los privilegios que le acompañaban. Y como no les salió bien la estrategia, entonces el peligro queer también éramos los hombres gais, porque éramos unos misóginos y comprábamos bebés, y las mujeres lesbianas, porque ellas qué sabrán de la opresión patriarcal. Nivelazo.
La mayoría de estas personas que defienden una postura trasnochada y reaccionaria han estado ligadas, históricamente, al PSOE -ese partido que siempre que tiene la oportunidad de decepcionarte, la aprovecha-. Eso fue lo que hizo en el 41 Congreso Federal, cuando una de las enmiendas aprobadas consistió en no incorporar el Q+ de las siglas LGTBI en los documentos internos del partido. Desde el ala ultra del PSOE, la Q de queer es misógina, ultraliberal y antifeminista. Tres adjetivos que solo demuestran su enorme ignorancia respecto al tema. Salta a la vista que nadie ha leído a Judith Butler en el PSOE. Y si la han leído, no han entendido ni papa.
La Q viene de queer que es como nos llamaban, en inglés, a las y los "raritos". Como hemos hecho tantas veces, nos apropiamos del insulto y, en la medida en la que podemos, lo desactivamos. Pero, en torno a la Q, se ha creado teorías, resortes de pensamiento, que abogan por un mundo más interseccional y en el que género e identidad no sean dos búnkers en los que tienes que entrar obligatoriamente porque si no es así, no te reconozco, no te acepto, no te doy derechos.
Me atrevo a decir que esas personas anti queer, que nos acusan de fomentar la mutilación genital y la hormonación de la infancia, solo aceptan a las personas trans si se reasignan el sexo, en lo genital y lo hormonal. Por eso mantienen la T en las siglas LGTBI. Porque solo admiten la transexualidad si se acepta el binarismo como norma inquebrantable y se someten a las cirugías correspondientes. Yo, como persona binaria, os digo que el binarismo, entendido como un modelo exclusivo de comprensión y catalogación de los seres humanos, es violencia. Y negar la existencia de otras identidades es beber del mismo fundamentalismo que negó la existencia de una Tierra esférica en el siglo XVI.
A las personas que votaron por no sumar la Q+ les aterra, de la misma manera que hay personas a las que les aterroriza la llegada de migrantes, aquello que no comprenden. Les preocupa que existan personas transgénero que no quieran operarse. Su odio y desprecio está canalizado, especialmente, hacia las identidades no binarias o fluidas y hacia todos aquellos que defendamos su derecho a ser. Ignoran que la Q también define a las personas que aún se cuestionan quienes son -Q de Questioning-, que no se han definido o que han decidido no hacerlo y que exploran o cuestionan su orientación e identidad.
Pero para mí, el error que cometió el PSOE no está tanto en prescindir de la Q de queer como en no incorporar el signo positivo. En ese “más” que cierra las siglas. Porque la Q podrán borrarla de todos los documentos que quieran pero jamás conseguirán eliminarla de la existencia. Porque la Q es pensamiento. Tiene que ver con una forma de estar en el mundo y de habitarlo. Tiene que ver con una manera de entender tu identidad no como algo aislado y ultraliberal, que dicen ellas. Al revés. Tiene que ver con entenderte desde la interseccionalidad. Desde comprender que mis reivindicaciones como hombre homosexual, cis o trans, se quedan en nada, o en muy poco, cuando las desvinculo de la cuestión de clase, cuando no las trabajo desde el anticapitalismo, anticolonialismo, anticapacitismo, antirracismo,… Eso es ser queer. No pintarse las uñas de verde. Y eso no lo van a poder eliminar. A no ser que en el próximo congreso del PSOE se animen con la lobotomía.
Sin embargo, ese “más” del LGTBIQ+ significa “esta también es tu casa”. Estas comunidades LGTBI también son tu refugio, si te hace falta. Y ahí entran otras identidades. No son una moda. Son seres humanos que han existido siempre y a los que la historia de la Humanidad no les ha dejado espacio para expresar y sentir libremente. Y ahora, como lo tienen, lo usan. Nuestra identidad es un traje a medida, no un uniforme. Y cada una decidimos las hechuras que queremos. Y al no incorporar ese +, lo que el PSOE le ha dicho a todas esas personas es que ellos no son su casa.
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