Opinión
Tabaco, ciencia y "mundo real"


Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
Cuenta su biografía que el físico alemán, padre de la teoría cuántica y Premio Nobel (1918), Mark Planck, acertó cuando dudaba entre dedicarse a estudiar Física u otras disciplinas en la universidad y optó por la primera, pese al consejo de un profesor de la materia que le advirtió de que en ese ámbito estaba todo inventado. "La ciencia -razonaba Planck- es la progresiva aproximación del hombre al mundo real"; y que los nazis tuvieran en el punto de mira a Planck y mataran a su hijo nos da una idea de la vocación honesta del científico.
Nadie duda del mejor de los propósitos del Ministerio de Sanidad y sus titulares cuando elaboraron el proyecto de Real Decreto (PRD) 579/2017 que pretende proteger la salud y evitar el tabaquismo con una serie de medidas que afectan a la fabricación, presentación y comercialización de los productos del tabaco y relacionados. Entre esas propuestas del departamento que dirige Mónica García estarían la prohibición de incluir aromatizantes o saborizantes distintos al aroma o sabor a tabaco en los cigarrillos electrónicos, las bolsas de nicotina y productos a base de hierbas calentadas o la introducción de envases con una apariencia uniforme y del etiquetado genérico para los cigarrillos y el tabaco de liar.
El RD de Sanidad, sin embargo, ha recibido un primer e importante aviso de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), el organismo independiente que ha emitido un informe -a petición del propio Ministerio- pidiéndole, por un lado, una "evidencia empírica" sobre sus medidas y, por otro, una vía legislativa adecuada (norma con rango de ley) para la categoría de estas restricciones al consumo y a la libre competencia.
En definitiva, y como hemos expuesto aquí en varias ocasiones, el prohibicionismo no es, ni mucho menos, el mejor camino para acabar con la enfermedad del tabaquismo, aunque tampoco con el consumo de otras sustancias adictivas, en general. Esta forma de hacer política, cuya ineficacia ha sido contrastada a lo largo de décadas, choca profundamente, además con los valores de una ideología progresista basada en la educación, la información, el conocimiento o la ciencia para tomar decisiones libres y adultas con todos los datos en la mano y, además, evitar un mercado negro boyante para el crimen organizado, del que España sabe bastante.
El RD de Sanidad para prevenir el tabaquismo se habría demostrado otro intento de lavar conciencias institucionales mediante el prohibicionismo (que no se diga que el Gobierno no ha intentado que dejemos de fumar) a costa de la "evidencia empírica" que reclama la CNMC. El mundo real al que apelaba Planck, no obstante, es otra cosa muy compleja y exige, efectivamente, mucha ciencia.
Por ejemplo, y en el caso de la nicotina -una sustancia muy adictiva cuyo mejor consumo es ninguno-, la ciencia ha demostrado por activa y por pasiva (sic) que no tienen el mismo efecto un cigarrillo de combustión, un cigarrillo electrónico, el tabaco calentado o una bolsa de nicotina, ésta que pretendía ser prohibida de facto en España antes de que se introdujera la normalización de un consumo que ha convertido a Suecia, por ejemplo, en el primer país libre de humo de la Unión Europea, con menos del 5% de fumadores entre su población. Los organismos reguladores más estrictos ya han acreditado esta evidencia en otros países, como la FDA en EE.UU., y el debate entre sanitarios y expertos en salud pública sobre la reducción de daños en el consumo de nicotina ya es una reclamación a voces: hay que ofrecer alternativas menos dañinas que el cigarrillo de combustión a quienes no quieren o no pueden dejar de consumirlo, es uno de los mensajes cada vez más extendidos, incluso, entre la comunidad médica. La política de reducción de riesgos mediante la evidencia científica, de hecho, constituye uno de los grandes desafíos frente al prohibicionismo -transversal a izquierda y (ultra)derecha- en el consumo de sustancias adictivas. El debate continúa, pero la ciencia que nos acerca al mundo real debe prevalecer. También para los responsables de la salud pública.
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