Opinión
Sobre jueces y policías

Por Barbijaputa
Periodista
La absolución de Dani Alves y el uso indebido del sistema VioGén por parte de seis policías de Granada son ejemplos meridianos de cómo el poder se autoindulta y reproduce, desde sus más altas esferas, la violencia machista. Estos dos no son episodios aislados, sino manifestaciones muy claras de un sistema que permite y fomenta la violencia que llevamos sufriendo toda la vida niñas y mujeres.
Por un lado, Dani Alves ha sido absuelto de los cargos de agresión sexual y violación contra una mujer, a pesar de las contundentes evidencias y testimonios que respaldaban la denuncia de la víctima, y el hecho de que él ha cambiado su propia declaración varias veces. Mientras tanto, en Granada, seis policías han sido descubiertos accediendo ilegalmente al sistema VioGén –diseñado para ofrecer protección y seguimiento a las víctimas de violencia machista– con el objetivo de rastrear a la expareja de uno de ellos, acusado de maltrato físico y psicológico.
La manipulación de un sistema de protección atenta gravemente contra la integridad de quien ha sufrido violencia y nos lleva a preguntas urgentes: ¿Cuántas veces habrá ocurrido algo similar en otras ciudades y pueblos? ¿Cómo de frecuente -y fácil- es para que no uno, ni dos, sino seis policías en una misma comisaría cometan este delito? ¿Hasta qué punto se sienten –o más bien, saben– impunes estos agentes? ¿Existe algún mecanismo que alerte cuando policías consultan ilegalmente los datos de víctimas en VioGén?
Muy probablemente, no. Muy probablemente se confíe en el buen hacer de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, gremio absolutamente masculinizado cuyo voto a Vox quintuplica el de la población general.
Ambos casos –el de Dani Alves y el de los policías– evidencian cómo el poder institucional sigue siendo un fuerte bastión del patriarcado.
La sociedad ha madurado, ya no piensa que estos sean casos aislados. Ya no está instalada en la gente, como mugre, la misma idea que con los hombres, esa de que las tropelías que se perpetran en la Justicia y en los cuarteles y comisarías contra mujeres son excepciones. Ya no se cree de forma masiva que los agentes que forman parte del órgano ejecutivo y judicial son auténticos trozos de pan, sino que somos más conscientes que nunca de que son personas pertenecientes a gremios absolutamente conservadores -por usar un eufemismo- donde la igualdad no se entiende ni como concepto.
Hechos como los que estamos comentando hoy socavan la credibilidad de las instituciones para protegernos de una violencia de la que, no olvidemos, son también responsables. Y cuando esa desconfianza se asienta y crece, las consecuencias las vuelven a pagar las de siempre: niñas y mujeres. Pero no solo, y es que el hecho de que los Gobiernos permitan sistemáticamente la erosión constante de la confianza en las instituciones que deberían defender a las mujeres —ya sea el sistema judicial, las fuerzas de seguridad, los servicios sanitarios o las propias estructuras políticas— tiene consecuencias profundas y múltiples, que afectan no solo a las víctimas, sino también a la sociedad. Creo que ya está bien de creer que las mujeres somos burbujas aisladas y lo que nos ocurre a nosotras no afecta a nadie más que a nosotras y, por lo tanto, allá nos la aviemos como podamos. Porque:
- Cuando las instituciones fallan sistemáticamente en proteger a la mitad de la población, se erosiona la base misma de la democracia: la igualdad entre sus habitantes. Se toma -de forma masiva- conciencia de cómo hay vidas que valen menos. Y te puede parecer que no, pero eso lo llevas en el pellejo, acumulado con muchas otras injusticias, seas quien seas, porque este hecho rompe con cualquier idea de democracia sana.
- Cuando una mujer percibe que no va a ser creída, protegida o reparada, sabemos que opta por no denunciar, no pedir ayuda, o incluso no hablar de lo que le ocurre. Esto la aísla aún más y refuerza su vulnerabilidad ante la violencia. Y, de nuevo, esto no solo le afecta a ella: también a sus hijos e hijas, a su empleador o a sus empleados, a sus hijos e hijas, a su padre y a su madre, a sus hermanos.
- Si las instituciones fallan una y otra vez —o peor, revictimizan— el mensaje implícito es que la violencia contra las mujeres es tolerable y está dentro del margen de lo aceptable. Y aunque esto hace que los hombres no levanten siquiera una ceja porque estamos hablando de la otredad, de las que no somos ellos, lo cierto es que lo que sienten es una falsa sensación de protección de esta violencia. Lástima que solo se den cuenta de que no son inmunes únicamente cuando la afectada es su nueva pareja, su hija, su nieta, su mejor amiga o la compañera de trabajo que hace que la vida laboral sea un paseo. Lástima que la inmensa mayoría de hombres no entiendan que nuestro bienestar está íntimamente relacionado con su bienestar.
- Cuando una mujer ve que su agresor es absuelto, no solo es consciente ella de que su palabra vale menos que la de un hombre en nuestra sociedad, se dan cuenta miles de mujeres que hasta ese momento, quizás, aún seguían creyendo que en España no tenemos para quejarnos.
- A nivel colectivo, las mujeres vivimos un cansancio acumulado: el de denunciar, explicar, formar, volver a denunciar, volver a ser cuestionadas. Esta desconfianza institucional mina la esperanza de que algo cambie y genera una desafección hacia los mecanismos de protección presentes o futuros.
- Las feministas que llevan años señalando las grietas institucionales ven cómo no sólo no se cierran, sino que muchas veces se agrandan. Esto desmoviliza, agota y frustra. Y, no, las feministas tampoco vivimos aisladas en burbujas: cómo nos hacen sentir también impacta en la sociedad.
La lucha feminista, con toda su fuerza y determinación, no va a detenerse hasta tumbar el sistema que nos asiste. Porque no tiene cura, solo puede quemarse desde los cimientos y construir uno desde la raíz. La única pregunta que está en el aire es cuándo. Yo solo espero que me dé tiempo a verlo.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.