Opinión
Sobre guerra y feminismo. Apuntes

Por Luisa Posada Kubissa
Profesora Titular de Filosofía-UCM
“El espíritu militarista es el más despiadado, cruel y brutal que existe. Promociona una institución mediante la cual no necesita ni siquiera fingir justificación”, Emma Goldman, En qué creo, 1908.
El conflicto entre Israel y Palestina (o, más bien, el genocidio de Gaza), el conflicto entre Israel y Líbano, entre Irán, Israel y Estados Unidos, la Crisis en el mar Rojo, el Conflicto en Siria, en Sudán, en la República Centroafricana, en Nigeria, en la República Democrática del Congo, en Afganistán, … y así hasta 56 conflictos de guerra en nuestro mundo actual: según el Instituto para la Economía y la Paz estamos ante el mayor número de conflictos a nivel mundial desde la Segunda Guerra Mundial.
Si, como Kant defiende en La paz perpetua, la paz es una condición previa para poder desarrollar una convivencia en libertad, entonces resulta que, para alcanzar precisamente tal libertad, a las mujeres nos ha de interesar particularmente potenciar esa condición para la misma que es la paz. La lucha pacifista de las mujeres se retrotrae ya a la Primera Guerra Mundial, se reafirma previamente a la Segunda Gran Guerra y se ha mantenido después de esta hasta la actualidad. Más que en la naturaleza misma de los hombres, el feminismo entiende que las causas estructurales de la guerra están en el sistema de opresión patriarcal-capitalista. Por tanto, se hace imposible acabar con las guerras, mientras no se acabe con ese sistema que las propicia.
La antropóloga Rita Laura Segato ha analizado cómo las guerras actuales han sufrido una transformación esencial respecto de las guerras tradicionales. La economía global, con la consiguiente pérdida del control nacional sobre la misma, así como la informalidad que caracteriza a estas nuevas formas de guerra, controladas por efectivos estatales y paraestatales, suponen para Segato que la violencia contra las mujeres haya dejado de ser un efecto colateral para convertirse en objetivo central estratégico de los conflictos bélicos.
En el año 2000 Naciones Unidas aprueba la Resolución 1325/6 relativa al impacto de género en las confrontaciones bélicas, como consecuencia de la violencia sexual y las violaciones en masa en los Balcanes y en Ruanda. Esta resolución quería dar satisfacción a las demandas de la cumbre de Beijing para que los Gobiernos impulsaran el papel de las mujeres a la hora de prevenir los conflictos armados y de participar en los procesos de paz. Porque los conflictos armados producen una maximización de la violencia sexual contra las mujeres. Como también lo analiza Segato, el ataque al cuerpo de las mujeres busca desmoralizar a los hombres del bando enemigo. Así, el cuerpo femenino se convierte en acta donde inscribir la rendición.
Entendiendo que hay un nexo directo entre violencia y patriarcado, algunas pensadoras feministas han querido analizar la violencia bélica para resistir a la misma, siguiendo con ello en la estela que ya abriera Virginia Woolf, cuando en su Tres guineas desarrolla todo un alegato contra la guerra. Como lo explica Villellas Ariño (en La participación de las mujeres en los procesos de paz. Las otras mesas), la particular vinculación entre mujeres y paz ha sido analizada desde perspectivas diferentes: desde una perspectiva esencialista, desde una perspectiva que apela a la maternidad y desde una perspectiva que se atiene a una explicación política. Las tres perspectivas coinciden en que las mujeres están vinculadas con la paz, aunque difieren en las razones para ello. Y también coinciden en enfatizar cómo las normas y los estereotipos de género se reproducen en situación de conflicto bélico: los múltiples crímenes contra las mujeres en tiempos de guerra exacerban los estereotipos patriarcales y androcéntricos, cuando se estimula la virilidad como característica esencial del varón-soldado. Así la violación y el abuso sexual de mujeres y niñas pasa a convertirse en arma de guerra, convirtiendo el cuerpo femenino simbólica y materialmente en el campo de batalla. La violación de mujeres y niñas como arma de guerra se extendió en los conflictos de Ruanda, Bosnia, Mozambique, en Kosovo, Burundi, Sierra Leon, Argelia, Indonesia, …
Ante el escenario bélico que confronta el mundo actual, ¿dónde posicionarse como mujeres feministas? Tenemos que seguir el legado de Virginia Woolf, de Clara Zetkin, de Emma Goldman, de tantas mujeres que han alzado su voz pacifista, denunciando los intereses políticos y económicos que juegan al fondo de supuestos y falsos patriotismos. Porque el feminismo es crítico y sabe que pensar los marcos de la violencia y la guerra es pensar sobre cómo ofrecer una resistencia a los mismos, una resistencia que es ética y política.
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