Opinión
Ritual de apareamiento ultra, con Mazón al fondo
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
La maquinaria de la negociación europea está a todo gas, presidente Sánchez incluido, para tratar de abortar la operación de apareamiento ultra en la Comisión Europea (CE), liderada por el presidente del PP Europeo, Manfred Weber, con el combustible contaminante que le ha dado Alberto Núñez Feijóo, el ídem del partido en España. La tragedia que ha provocado la DANA en València -en primer e indiscutible lugar, por la negligencia e incompetencia del Govern de Carlos Mazón- es la excusa de un PP carente de escrúpulos, cargado de bulos y manipulaciones, y con cientos de víctimas (219 fallecidos, 13 desapariciones al cierre de estas líneas) o miles, si tenemos en cuenta las directas e indirectas en daños personales y materiales.
He recordado el concepto "ritual de apareamiento" este fin de semana viendo documentales de Félix Rodríguez de la Fuente en RTVE Play, donde los machos compiten por aparear a una hembra. En ocasiones, la agresividad por parte de ellos es inmensa: no hay piedad ni concesión alguna para el otro. Weber (y su escudero Feijóo) tampoco la tienen: conquistar el gobierno europeo para poder pactar con la ultraderecha abiertamente y romper el pacto no escrito entre fuerzas democráticas para impedir la trumpización de la UE está siendo una auténtica escabechina, pero no ahora, que ha alcanzado máximos con la utilización de la tragedia valenciana y la candidatura de Ribera. La ofensiva de Weber contra la actual presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha dividido al PPE hace tiempo entre quienes quieren abrir las compuertas a la furia radical de los ultras, buscando más poder y un poder más autoritario, y entre quienes prefieren mantener la tradicional alianza entre democristianos, socialdemócratas, liberales y, desde julio, verdes. Tener que escribir que Von der Leyen es la moderada de este asunto causa bochorno, pero hasta aquí hemos llegado con lo del "mal menor" y pese al apoyo de la alemana al Estado sionista y genocida de Israel o sus carantoñas a Georgia Meloni, primera ministra de Italia de ideología postfascista. En este momento estamos.
El objetivo inmediato de Feijóo es cargarse de la razón europea para respaldar el relato del PP y desmontar el del Gobierno, el de Pedro Sánchez, sobre la responsabilidad del desastre en València, enfocada, razonada y muy probada sobre la figura de Mazón: la vicepresidenta tercera Teresa Ribera, aspirante a ocupar una todopoderosa vicepresidencia verde en la Comisión, es tan culpable como Mazón, si no más, y por tanto, el PP no puede apoyar su candidatura, argumentan desde la calle Génova al Congreso, con más o menos entusiasmo; porque siempre hay quienes creen que traspasar la línea del exceso en Bruselas es mucho más delicado que en España, donde, pese a su estrategia bien conocida en otras desgracias de su competencia (Prestige, Yak-42, Metro de Valencia, 11-M...) y gracias a una órbita mediática y judicial bien engrasada, la (ultra)derecha sigue ostentando el poder fáctico en este país.
El objetivo mediato de Feijóo, no obstante y hace tiempo, es ir engrasando la normalización de una coalición con Vox en España: si el PP europeo -una parte del cual fue muy crítica con los pactos autonómicos y municipales del Partido Popular con la ultraderecha- abre la puerta a los neofascistas, que además tienen el apoyo del reelegido presidente de EE.UU., Donald Trump, ¿quién es Feijóo para nadar contracorriente? Objetivos a corto, medio y largo plazo: ganar el relato a Sánchez sobre la responsabilidad con la DANA desbancando a Ribera de la Comisión, preparar el terreno en España para una Europa donde la ultraderecha decide y combatir las aspiraciones de Isabel Díaz Ayuso para sustituirle en el liderazgo nacional del PP, muy debilitado con el gallego y sus planes bamboleantes, pero también con la negligencia y mentiras de Mazón. Las consecuencias de este juego antidemocrático hace tiempo que a Feijóo dejaron de importarle: exactamente, cuando se dio cuenta de que sin Vox -y a lo mejor, sin Bulos Alvise- no hay Presidencia del Gobierno que valga.
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