Opinión
La República de Revilla


Por Pablo Batalla
Periodista
-Actualizado a
Con la misma campechanía de pueblo con la que, hace años, contaba a Berto Romero que había perdido la virginidad en un puticlub, porque en Bilbao eran muy estrechas, Miguel Ángel Revilla expresa en el lenguaje del sentido común la inaceptable asimetría de la denuncia que ha emitido contra él el rey Juan Carlos. El emérito puede denunciarnos, nosotros no podemos denunciarlo a él. Revilla, hombre de mil caras y de mil vidas, tiene el mayor olfato conocido en el hemisferio occidental para detectar y trazar la bisectriz exacta del sentido común; y a ese gran maestre de los cuñados, a esa bigotuda vox populi, lo han convertido en republicano. Es la buena noticia de la semana. Un Revilla republicano, pregonando esa espontánea sensatez republicana en El hormiguero, en LaSexta, en todos los platós del prime time en los que uno tiene la sensación de que vive, durmiendo en un camerino entre el de Trancas y el de Barrancas, un Miguel Ángel Revilla que alce el estandarte tricolor, decimos, tiene el mismo valor que cuando hicieron sanchista a Belén Esteban, preocupada por sus amigos del colectivo LGTBI: inestimable.
¿Tienen alguna incidencia política real estas cosas? La tendrán o no, pero lo que sabemos a ciencia cierta es que España sigue siendo sanchista en un mundo en el que a los buenos no nos queda ya ni Portugal. Algo contribuiría la princesa del pueblo. Una apresurada opinión izquierdista de estos personajes vale más que todos los esfuerzos de todos los asesores de comunicación y discurso de nuestros desprestigiados partidos. Llevar a juicio a Revilla, dice @OriolanoChill en Twitter, es como llevar a juicio a la ventana de Overton, esa que demarca las fronteras del sentido común, y que, cabreada porque le han interrumpido el rodaje de una película con Antonio Resines y Paz Padilla [sic; Revilla hace de juez], a lo mejor le da por correrse unos metros a la izquierda y expulsar de su finca a los Borbones.
Es cierto que Juan Carlos ya no reina y que quien sí lo hace tiene otra imagen, justa o injustamente. Todos aquellos que no eran monárquicos, sino juancarlistas, ahora son felipistas, letizios y leonorejos. Qué mona va esta chica siempre, qué guapas son las niñas, qué porte tiene el muchacho, no ha salido a sus ancestros borbones, sino a los daneses, etcétera. El sentido común revillés también puede ir por ahí; por un monarquismo a la Simeone, partido a partido, rey a rey, en lugar de por la creencia de un Luis María Anson en la superioridad general de la monarquía. Es por donde va la monarquía de otro Overton andante, Arturo Pérez-Reverte: yo querría una República, pero entre votar a Sánchez o Feijóo y no votar a Felipe, me quedo con el no-voto a Felipe, que es menos democrático, pero le queda mejor el traje. Sea como sea, el desprestigio de Juan Carlos no deja de quebrar algo importante allí dentro. Nos habilita a los republicanos para decir que, cuando pides un Rey por Aliexpress, es un exquisito caballero educado desde niño para ser un jefe de Estado ejemplar, un árbitro mayestático y desapasionado, un símbolo áureo de la continuidad y la eternidad de la nación por encima de sus mudanzas. Pero cuando te llega, es un escopetero rijoso y corrupto que se marchó a Dubái, una de las peores tiranías del mundo, en cuanto nos enteramos. Y que aun si Felipe es un santo patrón, es un señor que sangra cuando le pinchan, hace caca igual que el Papa —de cagar nadie se escapa— y se le quema la cara cuando no se echa crema en el telesilla de Formigal; un hombre como cualquiera, que debe ser tan violable como cualquiera, porque, si no, la tentación de la corrupción —ese sustantivo que en castellano tiene un sinónimo que se llama borbonear— será demasiado fuerte.
En la guerra, sea a tiros o cultural, cualquier agujero es trinchera, y cualquiera que aparezca por la nuestra con un cetme un aliado, sea quien sea, venga de donde venga. Compremos palomitas, el combate promete. El Potro de Polaciones contra el Bribón, el Stalin montañés contra el Elefante Blanco. Quién puede querer dejar de ser español.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.