Opinión
Percepción del riesgo, jerarquía y sistemas expertos
Por Público
Por Juan Antonio Aguilera Díaz*
La humanidad tampoco puede llegar a ser de verdad consciente y responsable, porque desconoce forzosa y necesariamente lo que verdaderamente debe hacer para su cumplimiento y eficacia porque a su vez se desconocen la "verdad y la realidad" de la vida y la existencia a causa de las limitaciones onto y filogénicas del ser humano actual.
Germán Martín Castro, Prometeus, 2024
La tragedia sufrida en distintas comunidades por la DANA del 29 de Octubre tiene un carácter sistémico. Las circunstancias que han terminado provocando más de 200 fallecidos y millones de euros en pérdidas económicas tienen raíces sociales y culturales que sobrepasan los niveles políticos, técnicos o institucionales -aunque estos sean críticos en la prevención y gestión de la crisis-. El martes 29 muchas personas no variaron las rutinas para proteger sus vidas o sus propiedades, a pesar de que las noticias en muchos medios de comunicación habían anunciado la catástrofe. No reaccionaron “personalmente” por tres razones básicas:
No tuvieron sensación de riesgo
Consideraron que había otras tareas sociales que debían atender
Estaban esperando una alarma, algún tipo de orden “superior” que les liberara de sus “obligaciones sociales”
Este comportamiento es típico de las sociedades postindustriales como la nuestra. Se vive distanciado de los ciclos naturales, por lo que no estamos educados para percibir por nosotros mismos la posibilidad de tormentas o riadas. En la zona afectada también se evidencia desconocimiento del mecanismo de las riadas; mucha gente ha manifestado que no se protegieron porque “allí solo cayeron cuatro gotas”, sin imaginar el inmenso caudal que, acumulado en las montañas, de un momento a otro se les iba a venir encima. El mayor inconsciente de ese riesgo fue el President Carlos Mazón, que en una reunión con empresarios en la mañana del desastre calificó de “exageradas” las medidas de la Universidad, que había cancelado su actividad.
Nuestra vida está organizada en rutinas engranadas unas con otras para que funcione la sociedad. Hay que llevar los niños/as al colegio, donde los profesores/as los recogen y educan, mientras nosotras vamos a otros trabajos en medios comunicación gestionados por terceras personas. Llegamos a fábricas, talleres, oficinas, donde tenemos que producir, dar servicio, servir pedidos. Hay obligaciones de las que solo de manera justificada podemos ausentarnos, siempre con la autorización de la jefatura correspondiente.
Esa organización y jerarquía están incrustadas en los hábitos, los pensamientos y el sentido moral del “deber” desde la infancia. Romperlos genera sanciones sociales. Solo la “autoridad” puede liberarnos de dichas obligaciones. Por eso los repartidores de Mercadona fueron arrastrados con sus vehículos, mientras que los trabajadores de la Diputación de Valencia estaban en sus casas. En función de la existencia de unas órdenes u otras que trabajadores y usuarios acataron.
En una sociedad con tan alta división funcional, las personas trabajadoras y las jefaturas de distinto grado están a su faena, no pendientes de lluvias a muchos kilómetros, todo el mundo espera y confía en una señal de alarma. Una indicación “superior”, por encima de las distintas organizaciones sectoriales, que cambie la rutina, la normalidad. Que paralice la cadena de producción y de servicios, e imponga un nuevo orden, el de la situación de crisis en sus distintos grados. La emergencia trastoca el orden social de la “normalidad”, modificando vías de tránsito, lugares de estancia, prioridad de las acciones e incluso cadenas de mando.
Esas alarmas ya no están fundamentadas en la observación directa de los cielos o los animales, como en las sociedades agrícolas. Ahora son los llamados “sistemas expertos” los que generan de forma centralizada ese conocimiento. Modelos climáticos, imágenes de satélite, sensores de nivel, estaciones metereológicas… que generan información que se procesa, analiza y difunde para la toma de decisiones. AEMET, Confederaciones hidrográficas… A partir de dicha información es cuando “la jerarquía” debe tomar las decisiones porque, como hemos dicho antes, en esta sociedad inter-organizada, damos por hecho que solo la “autoridad” puede cambiar el orden establecido.
De cara al futuro hay que tener en cuenta que, si contra la lógica más elemental, el vigente sistema capitalista de libre mercado ha propiciado la construcción de viviendas en lo que la Geología, con razón demostrada, denomina “llanuras de inundación”, es preciso modificar las pautas culturales para introducir elementos de salvaguarda sin quedar a expensas de que todo funcione. Dar herramientas cognitivas y cultura de autogestión que permitan reaccionar, aunque “la autoridad” peque de ineptitud e inconsciencia: educar en el conocimiento de la naturaleza para ser más conscientes de los riesgos; fortalecer el discernimiento de forma que seamos capaces de contradecir el orden establecido en una situación de riesgo; motivar a los gestores públicos para que las alarmas sean diligentes. Y establecer medios y planes de evacuación que no se queden en el papel o en la noticia del telediario, sino que se entrenen e interioricen, para lo cual también se debe evitar la amplificación mediática del temor a abandonar nuestras viviendas, enseres o puestos de trabajo.
*Activista MID y antropólogo
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.