Opinión
Más papistas que el papa


Por David Torres
Escritor
Llevo varias semanas observando cómo el papa Francisco entra y sale de la UCI, una situación bastante grave dadas su edad y su enfermedad, aunque lo que verdaderamente me llama la atención no es su estado de salud sino el fervor con que varios grupos de católicos rezan a diario con todas sus fuerzas para que se muera. Tampoco es ninguna novedad, ya que hace poco más de un año se supo que unos cuantos sacerdotes -varios españoles, un estadounidense y un mexicano- juntaban sus oraciones por zoom con el fin de que Bergoglio fuese “cuanto antes al cielo”. “A ver si rezamos más fuerte” decía uno. Y otro le respondía: “A toda máquina”.
Ante el consecuente escándalo, explicaron que se trataba de un comentario de mal gusto, sí, pero que ellos en realidad no deseaban la muerte del Sumo Pontífice. Vamos, que los ateos, los agnósticos e incluso los creyentes de a pie no habíamos entendido el sentido de su plegaria, algo habitual en la teología católica. Quién sabe, tal vez en unos cuantos años lo de pedir de rodillas un billete de avión sólo de ida para el papa Francisco, lo mismo queda instaurado entre el misterio de la Santísima Trinidad y el dogma de la virginidad de María.
Tampoco es que me interese especialmente la figura del papa; como dice Woody Allen, entre el papa y el aire acondicionado, prefiero el aire acondicionado. Sin embargo, me resultan inexplicables los sentimientos religiosos de una gente capaz de rezar a coro por la pronta extinción de un semejante. En concreto, de un anciano de 88 años. Es mucho más corriente el movimiento contrario, es decir, las oraciones que ayuden a su recuperación, y aunque lo de rezar parece bastante ineficaz al lado de los antibióticos, la intubación y la ventilación mecánica, tampoco hace mal a nadie. Mejor que rezar un rosario contra la ley de amnistía o en desagravio por la ceremonia blasfema en los Juegos Olímpicos de París. La fe es el último recurso cuando no queda otra. Como decía aquel soldado en Vietnam: “No hay ateos en las trincheras”.
No deja de ser curioso el aborrecimiento que despierta Bergoglio entre los sectores más reaccionarios de la iglesia. Para muchos católicos heavy metal, el papa Francisco es poco menos un hippie. No estoy seguro de si lo odian más por sus afirmaciones de que la homosexualidad no es un delito, por sus homilías contra la guerra y la avaricia que la provoca, por su compasión cristiana hacia los inmigrantes o directamente por ser argentino. Según la doctrina católica, el papa es el sucesor del primer apóstol, Pedro, el vicario de Cristo y el representante de Dios en la Tierra, por lo que un católico rogando a pie juntillas por su defunción debería considerarse no ya excomulgado por las bravas sino más bien roña satánica en el dedo meñique de la pezuña del Anticristo.
No me hagan mucho caso, pero lo que yo recuerdo de mis viejas lecturas evangélicas, allá a finales de los setenta, viene a ser exactamente lo opuesto a la moral de los poderosos, de los amos del mundo y de los adoradores del Becerro de Oro. Puesto que también hay un montón de católicos rezando por la recuperación del Papa, vete a saber cómo funciona esto de las oraciones a favor y en contra. Me imagino a Dios allá en lo alto, entre las nubes, jugando en un billar de bandas infinitas y contando en un ábaco los rezos correspondientes con el taco: “Non ti preoccupare, Francesco, per ora va tutto bene”.
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