Opinión
Miedo y medios no cambian de bando
Por Anibal Malvar
Periodista
Da casi ternura escuchar todos los días, en las ágoras políticas y en los templos mediáticos, a los dirigentes del Partido Popular quejarse de la corrupción ajena. Es como si la caries se quejara del diente. Como si el grano se quejara del culo. Como si Oppenheimer nos advirtiera del peligro de usar escopetas de balines.
Por poner solo un ejemplo, ningún gobierno democrático del mundo puede presumir, como el de José María Aznar, de haber visto a tres de sus ministros entrar en la cárcel. Por no hablar de los intocables. Esos extraños seres que, rodeados de evidencias delictivas, continúan dándonos lecciones de moral, ética y gestión. Cual sacerdote que pronuncia su sermón sobre la pureza con un niño desnudo agachado bajo la sotana. No quiero dar más detalles. Las metáforas las cargan dios y el diablo, ese par de no-seres malignos.
Aunque no me he puesto a contar páginas, si atendiéramos a la cantidad de información que hemos leído en estos últimos diez años sobre corrupción concluiríamos que el partido más corrupto de la historia de nuestra democracia es Podemos. Millones de folios, millardos de minutos de radio y televisión se han dedicado a la caza del gamusino corrupto de Podemos. Incluidos los presuntos medios de izquierdas. Condenas: cero.
Como soy viejo y fiestero, conocí en las redacciones y en los saraos nocturnos a muchos de los directores y jefes orgánicos de periódicos, radios y teles zurdos. ¿De qué se habla, de qué se rumorea, de qué se discute en esos despachos y saraos? De la corrupción a la izquierda de la izquierda. Que es como en estos tiempos se le llama a la más blandita socialdemocracia.
Es un escándalo que Pablo Iglesias se compre una casa en los arrabales serranos de Madrid, pero que Alberto Núñez Feijóo posea casi una decena de inmuebles no es noticiable. Y que pase parte de sus vacaciones en un chalet construido ilegalmente a orillas de la ría de Vigo, en Moaña, propiedad de su novia o esposa o lo que sea, no merece más que un triste y perecedero titular en las páginas de náutica.
¿Es maldad? No. ¿Es inercia? En parte. Pero sobre todo es el negocio, amigos. Tristemente, vende más contar que Ione Belarra ha arrancado una margarita en un jardín público que decir que los padres de Isabel Díaz Ayuso se lucraron con dinero público, su hermano también, y su novio no digamos.
El negocio de los medios de comunicación contemporáneos no es la información, es el morbo. Y resulta mucho más morboso y vende más narrar cómo Isa Slim Serra, Mamba Negra de 50 kilos, derribó e hirió a tres policías de arroba por hombro (fue condenada) que intentar desvelar quién es el M. Rajoy de los papeles de Luis Bárcenas.
Este viernes estuve en un homenaje, en el Congreso de los Diputados, al escritor y periodista Pascual García Arano, que se murió hace poco y temprano, como quién no quiere la cosa, que es como a él le gustaba resolver los asuntos más importantes. Cuando emergió el 15M, comiendo en su casa, teníamos la tele puesta en silencio con un telediario que sacaba la manifestación del día. Era muy al principio de aquella pequeña revolución inconclusa. A mí me gustó mucho una pancarta que decía que el miedo va a cambiar de bando. Luego se hizo tópica, pero entonces era novedad. Mi amigo Pascual García Arano era un enemigo convicto de la solemnidad, pero para su desgracia se le ocurrían varias frases solemnes al día, y para defenderse de sí mismo, las frases solemnes nunca las decía: las rumiaba: "Qué pobrecicos son (era navarro). No son los miedos los que tienen que cambiar de bando. Son los medios. Los medios somos el miedo".
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