Opinión
Memoria reciente: la generación rebelde
Por Enrique del Olmo
Sociólogo
El pasado 12 de diciembre se presentó en el Ateneo La Maliciosa, el resultado del trabajo de más de dos años desarrollado por la Fundación Andreu Nin -con el apoyo de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática- sobre Memoria Reciente: Lucha antifranquista y democracia. Esta se basa en la grabación y reflexión con treinta y un luchadores y luchadoras antifranquistas, sobre sus historias y sobre la configuración de una generación que desde mediados de los sesenta hasta la actualidad ha hecho de la lucha política y social una de las razones de su vida. Por eso en la introducción al libro que recoge estos trabajos, se la denomina la generación rebelde. También se ha producido un excelente documental realizado por Patricia Aranguren y se tiene la matriz audiovisual de todas las entrevistas.
En el acto con más de cien personas, que contó con la presencia de ocho de los protagonistas, se reflexionó sobre la lucha y organización de aquella izquierda que vinculaba el fin del Franquismo con un cambio social revolucionario. Se analizaron los valores, los contenidos y los límites de las propuestas que cruzaron la vida de centenares de miles de jóvenes, dispuestos a acabar con el Franquismo y a generar un sistema radicalmente diferente.
Esta generación que vivió y luchó contra el Franquismo tiene en común el entendimiento de la militancia como una forma de estar en el mundo, como una toma de partido permanente a lo largo de sus vidas por las causas justas. Así, lucharon contra el Franquismo en sus años imberbes, empujaron por el cambio social tras la muerte del dictador, han peleado cada derecho y cada servicio público, se opusieron a las violencias y a las guerras de los noventa y los dos mil, se ilusionaron con el ciclo de movilizaciones tras la crisis del 2008 y hoy, continúan manchados y manchadas en diferentes lugares y batallas. Este proyecto es un reconocimiento a esa generación a la que debemos las libertades, los derechos y las fraternidades de la actualidad.
Es esa última generación antifranquista que no vivió la guerra, que apenas vivió la posguerra, que no tuvo contactos con republicanos, socialistas o comunistas del exilio, que no luchó con los maquis; sino que creció en nuevas barriadas (muchas de ellas de chabolas y barro) con asociaciones de vecinos, participó en las comisiones de fábrica y en las Comisiones Obreras, que se politizó en la universidad o en las enseñanzas medias, que militó en partidos de la izquierda radical. La generación del baby boom suele referirse a los nacidos entre 1946 y 1964, aunque en España se retrasa levemente esta subida de la natalidad, comprendiendo desde la década de los cincuenta hasta el final de la Dictadura. Más allá de los parámetros demográficos clásicos, la categorización tiene criterios políticos: la generación rebelde será la última generación antifranquista que protagonizó el cambio político en nuestro país.
En los sesenta y en los setenta se fue conformando una renovada oposición antifranquista que tenía como lugares predilectos los conflictos de las fábricas, los barrios y las universidades; que contaba con influencias de la nueva izquierda y las contraculturas globales y que protagonizó diversos hitos a lo largo de esos años: la huelgona asturiana de 1962 y la creación de las Comisiones Obreras, el Mayo del 68 en las universidades, el Proceso de Burgos de 1971, las cientos de huelgas durante 1976, los asesinatos de jóvenes y de civiles (como Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, los abogados de Atocha y posteriormente Yolanda González), la participación democrática en las diversas elecciones, etc.
El establecimiento de un sistema democrático, como decimos, se ganó verdaderamente en la calle, desde donde se cuestionó la continuación de la dictadura, que era el plan inicial de todos los sectores del Franquismo. El progreso histórico de este sistema democrático estuvo determinado por sus propios contextos y correlaciones de fuerzas: la irrupción política del PSOE en las instituciones del Estado, la continuidad de la crisis productivista y las políticas de reconversión industrial posteriores, la conflictividad social en diferentes espacios y luchas y la aparición de nuevos sujetos y organizaciones, la creación paulatina de un Estado del Bienestar con nuevas relaciones laborales y mayor capacidad asistencial y social del Estado, una nueva articulación política y territorial para resolver el problema de la plurinacionalidad del Estado, etc.
Esa cultura transgresora se relacionó en muchos casos con la radicalidad ideológica: el rechazo al sistema capitalista y a los aparatos de poder, la propuesta de la revolución social como forma del cambio político y la preferencia por las teorías críticas radicales en detrimento de las reformistas. El universo moral de esta identidad compartida se tejía con una serie de valores heredados de las culturas socialistas y republicanas: la solidaridad, la justicia (social), la fraternidad, la libertad, la disciplina, el valor, la constancia, la lealtad, la honradez...
La transnacionalidad es un rasgo clave de esta generación, en lo referido al alcance global de los rasgos identitarios y culturales y en su vocación internacionalista. Se vivía con tanta intensidad el golpe militar en Chile como los asesinatos policiales en Granada o San Adrián del Besos.
La irrupción de la mujer y los momentos iniciales del movimiento feminista, configura también un componente cada vez mas importante, dinámico y significativo de esta generación a pesar de la incomprensión e ignorancia de la parte masculina de la misma.
“El socialismo es la democracia sin fin”. Podríamos afirmar el deseo por un mundo distinto al capitalismo imperialista que se cambiara desde formas revolucionarias hacia un nuevo estado de las cosas que conjugara la igualdad, la libertad y la fraternidad. La democracia – teorizada entonces de manera mayoritaria como una forma de sistema político burgués que sostenía las relaciones de clase y de explotación - se alejaba de esos deseos, se entendía antirrevolucionaria, inadmisible, una renuncia.
Sin embargo, la distancia del tiempo nos permite reconsiderar una dimensión muy interesante: la tendencia democrática de los diferentes proyectos emancipatorios a lo largo y ancho del globo en el contexto histórico que aquí abarcamos para reflexionar y entender algo mejor ese camino “de la revolución a la democracia”.
Gran parte de las personas entrevistadas consideraron el sistema democrático post Transición como un fracaso dadas sus expectativas, pero encontramos la dualidad paradójica de que esa misma democracia es una conquista, un logro popular frente a las oligarquías franquistas continuistas de la dictadura, un cambio político producto de un proceso de luchas sociales fundamentales que condujo a un sistema político democrático y de derecho, redistributivo, asistencialista y descentralizado territorialmente. Aunque el dictador murió en cama, la dictadura murió en la calle.
Las protagonistas del libro democratizaron la propia idea de política, alejándose de las victorias definitivas y los finales de la Historia, acercándose a caminos que no se acaban nunca y por los que hay que “sembrar, siempre sembrar, sembrar en todos los surcos, a la luz y a la sombra, incansablemente, hasta sobre las rocas” como labor en nuestros mientras tantos.
“Del activismo no te jubilas si no te mueres”. Esas palabras utilizó Nina Parrón para cerrar su entrevista. Y resultan especialmente clarividentes para resumir el factor compartido por quienes han participado en este proyecto: la continuidad militante de una generación cuyas memorias se han recogido para ampliar la memoria democrática colectiva y para entender el proceso de cambio político en este país en el abajo y desde abajo.
La militancia es una manera de estar en el mundo. Una forma de tomar partido ante lo injusto y por las causas justas. Podríamos discutir la pertinencia de un significante que remite a una etimología lóbrega y bélica, contraria a los significados de su despliegue práctico. Sin embargo, la elegimos aquí porque es el vocablo utilizado para un tipo concreto de acción política: la transformación de lo existente bajo unos ideales de libertad, justicia y fraternidad con un compromiso que trasciende lo contingente y lo individual. El tipo de implicación política de las personas entrevistadas no ha reparado en momentos calientes o fríos, no se ha ceñido a las reclamaciones particulares: ha porfiado a lo largo de las décadas hacia la justicia social, el feminismo y/o un nuevo metabolismo ecológico.
Las interrelaciones y las diferencias entre la memoria y la historia constituyen actualmente uno de los debates más multidisciplinarios y ricos para la historiografía, si la historia es la interpretación ordenada del pretérito a partir de sus fuentes y mediante un método científico y la memoria es el recuerdo del pasado mediado por el presente, resulta complejo determinar qué estamos haciendo realmente cuando producimos fuentes orales con memorias acerca de lo inhistoriable: los ambientes, las anécdotas, los individuos anónimos del gran sujeto colectivo popular, las subjetividades... En resumen: memorias del abajo y de los procesos en el abajo que son también historia colectiva.
El nuevo marco de significado que aporta la memoria democrática sobre la anterior memoria histórica era una necesidad social. Frente a una memoria histórica que se refería a "los fenómenos conmemorativos, entendidos como representaciones materiales o como actos de evocación, que se manifiestan en el espacio público y se dedican al recuerdo de acontecimientos concretos”, la memoria democrática tiene una evidente obligación ética y resitúa los relatos históricos, recuperando del olvido a los vencidos, posicionándose a favor de los valores democráticos y de la convivencia, elaborando narraciones sobre lo que fuimos y lo que queremos ser.
Como señaló Yayo Herrero en un artículo en 2020 “recuperar la memoria histórica no solo era rememorar y reparar la violencia, sino también saber qué es lo que os hizo continuar. Intuir y aprender el sustrato que nutre la pasión política de quienes sobrevivisteis sin hacer de vuestra vida un ejercicio de venganza, abrir para todas las que vinimos después múltiples posibilidades de emancipación, de lucha, de alegría y de ternura desde las que seguir resistiendo y reconstruyendo. Creemos que el mejor legado posible es la alegría y la ternura incansables por hacer del mundo un sitio más vivible y hermoso".
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