Opinión
Mbappé, la rapidez y el cambio climático
Por David Torres
Escritor
No cabe duda de que Kylian Mbappé, el delantero del Paris St. Germain, es uno de los futbolistas más rápidos del mundo. No me refiero sólo a su destreza en el regate sino a su forma de moverse fuera del terreno de juego y a su capacidad para cambiar de opinión. Con él los titulares se desplazan a la velocidad de la luz, de tal modo que no se ha asimilado uno cuando ya hay tres o cuatro más en la bandeja de salida. Hace nada comentaba en The New York Times que en su decisión de quedarse en el PSG no había influido el dinero y casi a la vez el mismo periódico desvelaba que acaba de firmar en el club francés por tres años y 250 millones de euros, más una prima adicional de 125 millones, la más alta de la historia hasta la fecha. El dinero no tiene nada que ver, en efecto, ya que Mbappé asegura que da igual donde se vaya: los billetes le van a caer encima sólo por ser quién es.
Es posible que Mbappé no tenga abuela, o que su abuela haya fichado de masajista por el Borussia Dortmund, pero es normal que el hombre se lo tenga creído cuando el propio presidente de Francia le llama por teléfono y le pide que no se vaya, que es muy importante para la buena marcha del país que siga metiendo goles y corriendo en pantalones cortos. Hasta Bobby Fischer -en los días en que dudaba si jugar el campeonato mundial de ajedrez contra Boris Spasski- tuvo que conformarse con la llamada de Kissinger para que dejara de hacer el tonto y fuese a pelear a Islandia, ya que Nixon estaba muy ocupado grabando conversaciones y pinchando teléfonos. Macron, en cambio, ha despachado de un plumazo la posibilidad de un gasoducto transpirenaico con España porque tenía que convencer a Mbappé para que defendiera el honor nacional. Que una cosa es que el pueblo se quede sin pan y otra que se quede sin circo.
Habrá que ver si la intervención presidencial resulta tan efectiva como las negociaciones que emprendió Macron en su día intentando convencer a Putin de que no invadiera Ucrania. No salió muy bien, pero un poco más y le compra una mesa y una ensaladilla rusa. De momento, después de confirmar que permanece en el PSG, Mbappé ha soltado una indirecta donde juega con la idea de que algún día podría acabar recalando en el Real Madrid: “Nunca sabes lo que va a pasar; nunca he estado ahí, pero parece como si fuera mi casa”. No está muy claro si se refiere a que en su casa visten todos de blanco o a si tiene un póster de Florentino Pérez presidiendo el salón, pero la habilidad de Mbappé para driblar a sus perseguidores y dejarlos con un palmo de narices no tiene límites.
Este lunes, en una rueda de prensa, Mbappé y el entrenador del PSG, Christophe Galtier, se echaron a reír cuando un periodista les preguntó si no podrían haber tomado un tren de alta velocidad para ir a Nantes en lugar de viajar en avión. Con una gracia que no se podía aguantar, Galtier declaró que estaban valorando si la próxima vez podían montarse en un triciclo a vela, una respuesta con la que se descojona de las recomendaciones del presidente Macron sobre la crisis energética que padece Francia. Si los multimillonarios del fútbol no pueden joder un poco más la atmósfera y despilfarrar toneladas de combustible en un jet privado sólo para llegar diez minutos antes, ya me contarán de qué sirve el fútbol y de qué sirve ser multimillonario. Por lo demás, intentar explicarle la catástrofe del cambio climático a Mbappé es como intentar dar clases de solfeo a un oso pardo: algo completamente inútil para el oso, para Mbappé y para el cambio climático. Pero anda que no corre el chaval con tal de quedarse siempre en el mismo sitio.
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