Opinión
Todo es gracioso menos lo que no


Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Un juez, uno de esos jueces preocupados, ha imputado por delito de odio a Quequé, un humorista, por decir que hay que volar por los aires la Cruz de los Caídos, monumento a mayor gloria de Franco y hasta hace poco, sepulcro del Dictador.
El delito de odio se ha convertido en la contraparte perfecta de la libertad de expresión. El delito de odio se le ha aplicado ya más veces a cómicos que a, por ejemplo, políticos que criminalizan y mienten de forma sistemática sobre las personas migrantes.
En la misma semana en la que se conocía la sentencia de Quequé, Iker Jiménez hacía el saludo nazi en un podcast. Lo hacía entre risas. Yo no creo, por ejemplo, que debamos coartar la libertad de expresión de Iker Jiménez para hacer el saludo nazi. Sí creo, sin embargo, que tenemos que tomarnos un poquito en serio que haya gente que hace el saludo nazi presentando programas de televisión.
¡Pero era en broma!
Se ve que era en broma lo del saludo nazi. Lo sabemos por dos cosas. Una es que se reía mientras lo hacía y otra es el contexto. El contexto es importante para el humor. Aunque también cabría discutir si decir “es broma” entra en la categoría de humor o en otra, más parecida a cuando alguien dice una crueldad y lo resuelve diciendo que era broma en vez de disculparse. O diciendo que bueno, que si alguien se ha sentido ofendido, se disculpa.
El contexto: hace cuatro semanas, Elon Musk celebró la victoria de Trump haciendo el saludo nazi, esa vez no se dijo que era en broma, pero se dijo que no era el saludo nazi, sino un gesto poderosamente parecido al saludo nazi en el que Elon Musk le tiraba el corazón a sus fans.
Días después, un sacerdote británico durante un acto ultraconservador lo repitió, también en tono jocoso. Los sacerdotes ultraconservadores es que te partes con ellos.
Y ayer mismo repitió el gesto nada más y nada menos que Steve Bannon, lider oficioso de eso que en la primera temporada del Trumpismo se llamaba Alt-Right.
Siempre con la misma sonrisa juguetona en los labios.
Hay quién incluso alaba la fina capacidad y sutil desenvolverse comunicativamente de estas personas. Por ejemplo, el jueves, Elon Musk fue a Argentina (casualidad, justo en medio del escándalo de la estafa de las cryptos de Milei) y allí exhibió una motosierra de hacer recortes. Finezza.
El caso es que el gesto nunca se repite cómo algo en sí mismo, sino como comentario sobre la reacción a hacerlo.
Se hace el gesto para decir “ya no se puede hacer nada”. Se hace el gesto para decir “yo no soy políticamente correcto”.
¿Quiere eso decir que SON nazis? Me temo que en general, por la izquierda, dedicamos una cantidad desmesurada de tiempo a lo que las cosas son, supongo que porque en el fondo creemos que existe el alma y que ahí está la clave de todas las cosas. En el ser. Para mí la cosa tiene que ver con la memética, la comunicación y la apariencia. Me da igual lo que son, me interesa lo que quieren conseguir y consiguen con el saludo.
Consiguen tres cosas.
Devaluar la experiencia de nazismo realmente existente, el de los años cuarenta. Para ello, devalúan también la experiencia del pasado y la importancia que el pasado tiene en el presente. Y finalmente devalúan la importancia misma de las palabras y los gestos. Lo contrario, por cierto, de lo que hace un humorista, que precisamente trabaja con la palabra y el gesto para transitar la importancia de las cosas y de los límites.
Es la misma operación que cuando Ayuso dice que el presidente es un hijo de puta y luego dice que dijo me gusta la fruta, pero entonces “me gusta la fruta” se convierte en la forma chic de decir hijo de puta. Ese camino tiene un único objetivo siempre: la crueldad. Tolerar la crueldad contra el resto. Por eso esta semana Miguel Angel Rodriguez se permitió el lujo de amenazar a los familiares de las 7.291 víctimas de la gestión que Ayuso hizo en las residencias madrileñas durante la covid.
La propia Ayuso llamó a esa experiencia: “las mismas mierdas”, refiriéndose a la fea costumbre de la oposición de recordarle su responsabilidad en estos casos.
Y finalmente, Donald Trump dijo que Zelenski era un dictador.
Todo es gracioso hasta que deja de serlo. Ahí toca organizarse.
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