Opinión
Feudalización


Por Pablo Batalla
Periodista
Me lo cuenta un amigo, buen conocedor de América Latina, que viaja a sus distintos países a menudo. Hace poco estuvo en Chile y volvió aterrado por lo que vio que está sucediendo en las poblaciones de Santiago, nombre que allí dan a los barrios humildes de la gran capital. Una guerra, una guerra callejera; un Risk suburbano. Esquina a esquina, y con tres bandos. El primero es la izquierda y su tejido asociativo, que tradicionalmente no había tenido ninguna dificultad para ser la fuerza vertebradora de las barriadas. Hoy sí las tiene y se las ve y se las desea para resistirse a la pujanza de dos rivales: las iglesias evangélicas y el narco. El crecimiento de las primeras en toda Iberoamérica es vertiginoso: se dice que el nombramiento de un papa argentino en 2013 tuvo que ver con la enorme preocupación con que la Iglesia católica asiste a él. En cuanto al segundo, hay regiones enteras del continente que ya son enteramente suyas. El narco allá gobierna, legisla, sentencia, organiza el territorio, lanza razzias contra otros narcos, sin que el Estado que es la autoridad nominal pueda decir esta boca es mía. Hay quien habla de narcofeudalismo y lo cierto es que la equiparación con el feudalismo de la Edad Media se hace sola. Un rey decorativo y distante, cuyo rostro aparece en las monedas y poco más, y unos barones que en sus señoríos hacen y deshacen a su antojo, cobrando los tributos de la cosecha, que ya no es de trigo, sino de venta de coca o meta. Don Eladio, el jefe narco de Breaking bad, de opípara fiesta en su mansión fortificada —en su castillo—, en el ambarino México —México siempre es ambarino en las series—, mientras sus rabasaires se baten el cobre al otro lado de la frontera y les entra el tembleque si no venden lo suficiente; si no alcanzan la gabela exigida por don Eladio, que tiene sobre ellos los derechos todos, del prima nocte abajo, y a lo mejor les manda un sicario a vaciarles un cargador en la pierna. El sicario: ese nuevo caballero, condotiero, samurái. Con sus novelas de caballerías, eso que en Colombia llaman la sicaresca, y su mester de juglaría: los narcocorridos.
El mundo se feudaliza. El nuevo Medievo adviene entre eclosiones de fenómenos morbosos de indistinción creciente entre lo público y lo privado; o, mejor dicho, de deglución de lo primero por lo segundo, a veces desde fuera y a veces desde dentro, como una tenia voraz. El hombre más rico del mundo susurra al oído del rey más poderoso y parece que va a obtener de él la posibilidad de acceder a los datos fiscales de todos los ciudadanos del reino. El presidente argentino promociona una estafa de criptomonedas y arruina a sus seguidores. El gran visir de la presidenta de la Comunidad de Madrid se dedica a amenazar a los periodistas incómodos y a insultar a los familiares de los 7291 ancianos fallecidos en las residencias autonómicas durante la pandemia de la covid, asegurando estar chequeando la información sobre ellos mientras se emite un programa sobre esta siniestra negligencia, a las tantas de la noche. «Me entristece el cada vez más bajo nivel de la vida pública española», dice el tipo —bronceadas gónadas las suyas— en su biografía de Twitter, de X: otro espacio aquejado de feudalización. La red que cambió el pajarito azul por un logo de club de swingers fue hasta la llegada del grotesco apartheider un ágora universal, en la que estábamos todos. Ahora agoniza a ojos vistas sin dar paso a una red universal nueva, sino a un archipiélago de conventos, en los cuales nos encontramos muy agusto charlando civilizadamente con nuestros hermanos de orden, pero ya no se tiene una conversación pública de masas. Mientras tanto, ahí fuera, otros se unen a los bagaudas, los flagelantes, los cátaros, que ahora se llaman grupo de crossfit, escuadra del Frente Obrero, masterclass de Llados o retiro de reiki.
La cuestión ya sería suficientemente grave si no ocurriera en ningún caso a instancias de la izquierda; si la izquierda fuera un baluarte seguro contra esa invasión. Pero no podemos decir tal cosa. Llamamos a Isabel Díaz Ayuso la Quironesa, por sus turbios enredos a favor de la gran empresa sanitaria. Pero en la ciudad y la región de quien esto escribe, han sido y son autoridades socialistas quienes le abren a Quirónsalud las puertas de Constantinopla. Eso que nos gusta decir a los de izquierdas de que podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera, también sucede con el invierno. Se acerca el invierno de la feudalización, y no hay quien lo pare.
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