Opinión
"Estate tranquila, que no serás la última"


Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
El 15 de diciembre de 1979, M.C.C tenía 14 años. Era sábado. Estaba paseando por su pueblo, Errenteria, con un compañero de colegio hasta que dos hombres armados la secuestraron y violaron: “Estate tranquila, que no serás la última”, le dijeron al liberarla en una carretera de la zona. Comprender para buscar la vida. Secuestro y violación de mujeres jóvenes (1979-1980) recoge ocho violaciones más con características muy similares en apenas un año. La mayoría, en Errenteria, el pueblo de Gipuzkoa conocido como “la pequeña Manchester”.
Apenas un mes antes, el 14 de noviembre, M.A fue violada también en el pueblo por dos hombres armados. Le pidieron la documentación, le preguntaron por sus opiniones políticas y amenazaron con matarla si les denunciaba. Un par de días después, varios colectivos feministas y otros colectivos sociales, convocaron una rueda de prensa para hacer público lo sucedido. En la convocatoria de prensa apuntaron a que los agresores podrían ser policías o parapoliciales.
El 4 de enero, en Irún, tres hombres violaron a una mujer de 19 años. El 8 de enero, en Loiu, apareció el cadáver de Ana Tere Barrueta. El 13 de enero, violaron a M.C y a otra joven de 18 años. Esa misma noche trataron de secuestrar a otra. El 21 de enero, J.S es secuestrada y violada en Galdakao; 13 de abril, dos mujeres de 17 son violadas por un Guardia Civil de 24 años; el 7 de mayo de 1979, María José Bravo del Valle es asesinada en Donostia.
El Consejo de Igualdad de Errenteria y la Asociación Pro Derechos Humanos Argituz han querido recuperar la memoria de las mujeres en esta publicación que, además, busca poner en valor de qué manera las mujeres de la zona aprendieron a entender, articular y denunciar la violencia sexual que tanto sufrieron entonces. “La violencia sexual está especialmente legimitida en tiempos de conflicto. Siempre ha sido parte del repertorio de accesorios en los que se socializa a los soldados de guerra, no solo para dañar individualmente a las mujeres en un ejercicio de poder, sino también como forma simbólica de humillar a toda la comunidad. La honra colectiva [está] depositada en el cuerpo de las mujeres”, aseguran desde el Consejo de Igualdad de Errenteria.
El movimiento feminista de Errenteria en particular –y de Euskal Herria en general– organizó decenas de manifestaciones, piquetes, una huelga general, editaron periódicos y panfletos, salieron sin descanso a las calles a denunciar lo que estaba ocurriendo. Nerea Barjola asegura, en el prólogo de la publicación, que “en nuestros cuerpos se expresa y desarticula la hegemonía patriarcal abriendo caminos de reparación colectiva”. Habla de desapariciones forzadas.
El movimiento feminista de la época se esforzó en darle un contexto político a estas violaciones. Además de estar perpetradas por hombres, ¿qué más elementos tenían en común? Pues varias cosas: “Coinciden en un mismo espacio temporal y no se vuelven a repetir en años posteriores”; se dan en una “una zona geográfica con mucha conflictividad política y laboral”; “los agresores son dos o tres individuos en cada acometida, y a veces, en un mismo día, los agresores violan (o lo intentan) a más de una mujer en distintas localidades de la zona”; “van armados con arma corta”, “emplean vehículos para secuestrar a sus víctimas y llevarlas a lugares desprotegidos y, luego, vuelven a conducirlas a la localidad de origen”; “someten a interrogatorios a las víctimas y/o a sus acompañantes sobre su ideología política, la de sus padres y amigos”; “actúan con total impunidad: en lugares públicos, sin taparse las caras ni las matrículas de sus vehículos y sin nerviosismo”. El movimiento feminista denuncia que estaban “seguros de que la ley no actuaría contra ellos” y, efectivamente, así fue: “No se ha hecho pública detención o sentencia alguna”, denunciaban.
Las víctimas elegidas eran mujeres jóvenes, de entre 14 y 19 años, que en muchos casos estaban con su pareja. Había más en común: “Al finalizar algunas de las agresiones, los victimarios anuncian nuevas violaciones contra mujeres vascas: "No serás la última". Pero, ¿quién estaba detrás? A veces se reivindicaban las violencias y otras veces, no. En cualquier caso, varias violaciones fueron reivindicadas por grupos parapoliciales de extrema derecha. Esto, para Nerea Barjola, significa que que “no se esconden para violar, es decir, rompen el pacto de lo invisible” y que “utilizan la violencia sexual como un arma política institucionalizada que implica al estado, y, en consecuencia, el reconocimiento de este como un régimen político sexista”. Pero, de repente, dejaron de producirse violaciones así.
No dejó de producirse violencia contra las mujeres en la zona, por supuesto. Pero las agresiones de esas características, dejaron de darse. Así, sin más. En la publicación denuncian que “ninguna autoridad competente hizo público hasta dónde llegaron las investigaciones realizadas ni cómo desaparecieron algunas pruebas”. Nada nadita.
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