Opinión
Donde dije digo, digo Feijóo


Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
Los cascos de los caballos conducidos por los Jinetes del Apocalipsis generan un ruido ensordecedor. Esperen, no, que es el grupo popular golpeando sus escaños en el Congreso de los Diputados interrumpiendo la sesión. Cuando el pasado jueves la ministra de Sanidad, Mónica García, intervenía desde la tribuna de oradores para presentar su plan para la creación de una Agenda de Salud Pública, que, entre otras cosas, sería una herramienta necesaria para afrontar con mejores garantías la llegada de otra pandemia, Miguel Tellado dirigía, batuta en mano, una estruendosa batucada de 137 señorías. "Este es un buen ejemplo de por qué la salud pública siempre ha estado invisibilizada por los negacionistas", afeó la ministra García en su parlamento.
Hasta tres veces negó Pedro a Jesús en los últimos momentos de la vida de este y hasta tres veces se negó a sí mismo el PP esta semana votando contra la creación de la agencia estatal. Tal y como informaba la periodista Amanda García en Público, con el cambio de voto del grupo liderado por Tellado, el partido conservador contradijo a su propio líder, Alberto Núñez Feijóo, que en la campaña de julio 2023 (cuando el gallego se imaginaba durmiendo en Moncloa) prometía la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública "garantizando la participación de las comunidades autónomas en la gobernanza de la misma y la fijación de sus prioridades".
También se impugnó el PP a sí mismo este jueves porque fue el propio grupo parlamentario popular el que, en febrero de 2024, registraba en la Cámara Baja una proposición no de ley por la que pedía al Gobierno que pusiera en marcha la Agencia Estatal de Salud Pública. No hay dos sin tres. Tercera negación: el 13 de marzo, la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados aprobaba por mayoría absoluta el dictamen sobre el proyecto de ley con el que crear la Agencia Estatal de Salud Pública, con los únicos votos en contra de Vox, es decir, también con los votos del PP. Solo una semana tardó en desdecirse en esta ocasión. Donde dije digo, digo Feijóo.
Donde dije "menores", digo "menas". El PP hace ya un tiempo que se abraza a la ultraderecha y compra buena parte de sus posiciones políticas. Pese a ello, Vox ha ido recrudeciendo su relación con los populares, conocedor de que estos necesitan del apoyo ultra para sacar los presupuestos autonómicos en varias regiones gobernadas por el PP y de que a Feijóo no le cuesta mucho cambiar de opinión. Donde dije... De esta manera, son los postulados teóricos ultras los que mueven, hoy en día, a la derecha que se llama democrática.
No es difícil recordar al propio Feijóo refiriéndose a niñas y niños migrantes no acompañados como "menores", evitando el concepto "mena" utilizado por el nuevo fascismo para deshumanizar a estas personas e intentar vincularlas de una forma espuria y mentirosa con el peligro y la delincuencia. La propia Isabel Díaz Ayuso, a la que hoy cuesta quitarle el "mena" de la boca, defendía ante Vox que estas personas son niñas y que como tal tienen que ser tratadas y cuidadas por las instituciones públicas. Mientras Ayuso pronunciaba esto en la Asamblea de Madrid, la entonces líder de Vox en esta región, Rocío Monasterio, sonreía irónica. Donde digo Monasterio, digo Ayuso.
De este modo, el discurso del PP se modula dependiendo de la presión que ejerce Vox y de las necesidades cortoplacistas de los de Feijóo. La inconsistencia ideológica de Génova 13 es un ejemplo más de la grave crisis de la derecha tradicional en todo el mundo, que no sabe cómo posicionarse ante el auge del autoritarismo. En unos días se cumplirán tres años desde que Feijóo se puso al frente del partido tras la defenestración de Pablo Casado. Todavía no ha habido convención que renueve y actualice sus postulados ideológicos. El PP piensa según sopla el viento; donde dije digo, digo Feijóo.
Hace unos días, el gallego intentaba convencer al Partido Popular Europeo de cambiar el lugar de la celebración de su congreso de València a Madrid, una vez que la resistencia social a Carlos Mazón se ha ido organizando y que este se ha amarrado al cargo con descaro, avergonzando a también dirigentes de su partido. Feijóo teme manifestaciones en la puerta del cónclave del PPE. Mazón no puede salir de su casa sin ser abucheado. Pocos días después de intentar marginar al president de la Generalitat intentando llevarse el encuentro europeo fuera del País Valencià, en Génova aplaudían los presupuestos pactados entre éste y Vox, así como la asunción del discurso ultra en su presentación. El PPE, finalmente, se reunirá en València, sorprendidos de que Feijóo propusiera un traslado que resultaría demasiado caro, demasiado dinero gastado por un error del PP español. Donde dije digo, digo Feijóo.
La única estrategia que tiene el PP es derrocar a este Gobierno por tierra, mar y aire, y, para ello, el PP no duda en contradecirse en sus propias promesas. Los populares ahora aprovechan la debilidad parlamentaria del Ejecutivo de coalición y sus diferencias internas con este objetivo, del mismo modo que ya han usado su influencia en los tribunales y en importantes medios de comunicación con la misma idea. El PP quiere convertir el Congreso en una olla a presión para Sánchez. En esto, Tellado es el profeta. Tampoco dudan en usar su mayoría absoluta en el Senado para propiciar el choque institucional entre las dos cámaras legislativas. Hoy, los choques institucionales están a la orden del día, solo hay que mirar a Estados Unidos.
"Cuando los parlamentos se convierten en teatros, los teatros tienen que ser parlamentos", reza una pintada en el teatro Sala Mirador de Madrid. Feijóo confía la portavocía parlamentaria en Tellado, quien no duda en convertir el Congreso en un espectáculo en el que lo que menos cuenta son las medidas legislativas que se están debatiendo. Es un ejemplo más de cómo la derecha tradicional adopta las técnicas de los ultras para llegar al poder.
Mientras, en el horizonte se asoma una nueva forma de presión de la derecha contra Sánchez: la gran coalición. El rearme que impone Europa es motivo de división, como hemos visto esta semana, entre los grupos que conforman la mayoría de la investidura. El PP aprovecha esta situación para airear ante otros dirigentes europeos la debilidad de Sánchez. Mientras en Alemania se conforma un Gobierno de gran coalición, en España empiezan los movimientos. El PP no tardará en pedir la cabeza de Sánchez en bandeja de plata y propondrá liderar una gran coalición para alinear a España con las soflamas belicistas europeas. Con la excusa de que debe gobernar el partido más votado, ya se vislumbra la siguiente ofensiva de la derecha. Mientras, en las comunidades autónomas cierran acuerdos presupuestarios con Vox, aunque no sean el partido más votado. Donde digo digo, digo Feijóo.
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