Opinión
¿Cortesía o cobardía?
Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
El miércoles pasado el presidente del Gobierno compareció en el Congreso de los diputados a petición del Partido Popular para dar cuenta de la acción de Gobierno ante la crisis migratoria.
La petición registrada por los populares decía que era “urgente” porque estamos en “emergencia migratoria”, por el “impacto de la crisis migratoria en la cohesión socioeconómica, territorial y de las relaciones exteriores” y por la posibilidad de “saturación de los servicios públicos”.
Pedro Sánchez cogió el guante y dio cuenta sobre el asunto durante más de 40 minutos. Alberto Núñez Feijóo tenía 15 para replicarle. Intervino durante 17 minutos y 22 segundos. Cuando llevaba cinco hablando de todo menos del tema propuesto por su grupo la presidenta del Parlamento, Francina Armengol, le llamó a la cuestión como marca el Reglamento de la cámara, recordándole la primera parte del artículo 102:
102.1. Los oradores serán llamados a la cuestión siempre que estuvieren fuera de ella, ya por digresiones extrañas al punto de que se trata, ya por volver sobre lo que estuviere discutido o votado.
El líder de la oposición le contestó airado: “El presidente del Gobierno ha hablado sin límite de tiempo de la dignidad de las personas que entran en España. Yo tengo derecho a hablar de la dignidad de los españoles asesinados por ETA. Tengo derecho y lo voy a hacer”. Y continuó con su moción de censura fantasma.
Se despachó sobre el asunto de la semana: “la enmienda de tapadillo” que evita la duplicación de las penas de algunos etarras y no etarras condenados antes de 2010 aprobada por unanimidad incluidos sus votos, el intercambio de “presos por presupuestos”, “la bajeza moral”, la reforma de la ley mordaza que él llamaría “encapuchada”, la pobreza, los jóvenes sin vivienda, los sueldos bajos, los impuestos, los presupuestos prorrogados, los “eslogans” para “el loropark”, la “fachoesfera”, las discrepancias dentro del Gobierno y del PSOE, el caso Begoña Gómez y las querellas al juez Peinado, la recuperación del IVA de los alimentos básicos y “la dieta de los malvados ricos que cocinan sobre los motores de sus Lamborghinis”... Y todo eso salpicado de hits tan simplones como pegadizos: “con usted los españoles son más pobres, pero no más idiotas”, usted “no le sirve a España”, “ni su socio más comprado, ni su tertuliano más entusiasta, ni el socialista más fiel cree que usted será capaz de ofrecer nada”, “¿qué importa frustrar las aspiraciones y la voluntad de millones de españoles mientras colme los suyos?”... Terminó su intervención declarando que la situación “empieza a ser tóxica”.
En su enmienda a la totalidad a este Gobierno de más de 17 minutos solo dedicó 4 al presunto y urgente tema del día. De esos 4 más de un tercio fue para contar que el PP no tiene la culpa de los cayucos y el resto para decir de muchas maneras que el Gobierno no hace “nada”.
La presidenta del Congreso de los diputados no volvió a llamarle “a la cuestión” por mucho que se fuera por peteneras por largos minutos. Así que la segunda parte del artículo 102 del reglamento parlamentario que dice que “el Presidente retirará la palabra al orador al que hubiera de hacer una tercera llamada a la cuestión en una misma intervención” no se aplicó ni un poco.
El gabinete de prensa del Congreso tiene solicitado el histórico de las llamadas a la cuestión que terminaron con retirada del turno de palabra, pero su respuesta tardará unos días. Los periodistas consultados, unos cuantos, no recordamos ningún caso. Varios viejos lobos parlamentarios confirman que pocas veces se “llama a la cuestión” y que son más comunes las llamadas al orden por montar bulla cuando está interviniendo otro que las llamadas a no pasarse por el arco las temáticas previstas.
Revisando la prensa al respecto los hechos son que hasta que Vox entró en el Congreso de los diputados, tras las elecciones de abril de 2019, solo había habido dos expulsiones de parlamentarios en este periodo democrático: Vicente Martínez Pujalte en 2006 y Gabriel Rufián en 2018, tras tres llamadas al orden por faltar al respeto a otro diputado.
Desde que los ultras entraron en el hemiciclo la cuenta se multiplicó.
El 22 de octubre de 2019 Meritxell Batet expulsó a Macarena Olona de la Diputación permanente por liderar la toma de los escaños de otro grupo parlamentario y negarse a volver al lugar que los suyos tenían asignado. Batet terminó el incidente declarando: “Esto es el Congreso, no es un circo”.
El 21 de septiembre de 2021 José María Sánchez, también de Vox, fue expulsado momentáneamente por llamar “bruja” a Laura Berja, la diputada socialista que defendía en el atril los derechos de las mujeres que acuden a una clínica de interrupción del embarazo. En aquella ocasión presidía la sesión Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, el vicepresidente primero de la mesa del Parlamento, que decidió paralizar la sesión durante diez minutos porque el diputado amonestado se negó a abandonar su escaño, cosa que finalmente no hizo. Entonces, Macarena Olona, portavoz de la formación, llegó a gritar: “han secuestrado este congreso”. José María Sánchez, tras salir unos segundos, se atrincheró junto a Olona y a Espinosa de los Monteros y finalmente accedió a retirar el insulto sin hacerlo del todo: “retiro que la he llamado”, dijo con sonrisa de medio lado y el pleno continuó con él dentro.
El 17 de mayo de 2022 se expulsó al diputado de la CUP Albert Botran por negarse a intervenir en castellano, tras seis advertencias de que dejara de hacerlo en catalán desde el estrado.
El 29 de noviembre de ese mismo año, De Celis le retiró la palabra a Patricia Ruedas, de Vox, por no retirar el insulto de “filoetarras” en una intervención a propósito de una Proposición no de Ley por la Candidatura de Málaga para albergar la Exposición Internacional de 2027. Con ella abandonaron el hemiciclo todos los diputados de su grupo. Aquella PNL después se aprobó con el apoyo unánime de todos los grupos parlamentarios, incluido VOX.
Esta mini investigación demuestra que el Congreso de los Diputados, en los últimos años, se ha convertido en un quilombo -por no hablar de Bernarda-. Pero ¿puede eso justificar que las llamadas a la cuestión no se apliquen y se permita que cada uno hable de lo que le dé la gana? ¿De verdad el único límite es el insulto y la toma de espacios pero no hablar cada vez de lo acordado? ¿En serio no se puede imponer el orden más básico a los que con grandes golpes de pecho se llaman defensores del orden patrio? ¿Hasta dónde se va a permitir la moción de censura interminable en la que están alojados Feijoo y Abascal desde que perdieron por poco? ¿Por qué Francina Armengol no paró tremenda soflama? ¿Es miedo al discurso político y mediático que dice que este Gobierno es una dictadura? ¿Es esto claudicar a la presión de las mentiras que, según las encuestas, están funcionando? ¿Está el Parlamento secuestrado por los que no están respetando el resultado de las urnas? ¿Está permitiendo que la oposición desprecie a la mayoría que votó a este Gobierno?
“Lo cortés no quita lo valiente” según el refrán. Sin embargo, en este caso la presunta cortesía parlamentaria está inhibiendo la valentía de imponer un poco de respeto al orden parlamentario y a la soberanía popular. Sopesando todos los hechos y argumentos solo queda una pregunta por contestar: ¿Es cortesía o cobardía nada más?
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