Opinión
Cambio climático: hay que señalar bien a los culpables
Por Gloria Santiago
Jurista especializada en Derechos Humanos
Era 1959 y en la Universidad de Columbia, Nueva York, estaba a punto de empezar el simposio Energía y hombre. Lo impartía un científico famoso: Edward Teller, quien ayudó a inventar la bomba de hidrógeno. Tras esa conferencia iba a empezar una lucha de intereses que terminó tergiversando la principal amenaza que se cierne sobre este planeta: el cambio climático.
Teller advirtió a los ejecutivos de la industria y otros reunidos allí ese día sobre los efectos de la quema de combustible en el calentamiento global: “Si el mundo siguiera usando combustibles fósiles, los casquetes polares comenzarán a derretirse, elevando el nivel del mar. Con el tiempo, todas las ciudades costeras quedarían cubiertas”, dijo.
Tras la conferencia, la petrolera EXXON comenzó a diseminar bulos y mensajes contradictorios acerca del cambio climático. En esta contraofensiva el objetivo era confundir a la población para que la evidencia científica no afectara a su negocio. La industria y las grandes empresas contaminantes conocen los efectos que tienen sus actividades sobre el cambio climático, lo que pasa es que no les interesa perder ni una pizca de sus enormes beneficios.
Además, esas mismas empresas que destinan tantos recursos a esconder la realidad del cambio climático son también las más contaminantes. Según datos del Observatorio de la Sostenibilidad, sólo 10 empresas son responsables del 20% del total de emisiones en España y las 20 empresas más contaminantes del mundo son responsables de un tercio de las emisiones globales.
Las consecuencias de este aumento de temperatura son palpables: olas de calor insoportables, incendios que arrasan nuestro territorio, sequías históricas y pérdidas de cosechas que, en 2022, supusieron el 50% del cereal y la aceituna. Y con todo, un encarecimiento de los precios de los alimentos. Siendo así, los grupos más afectados por la crisis climática son los menos responsables de ella, es decir, las personas en mayor situación de pobreza y también las generaciones futuras.
El cambio en el modelo productivo es el mayor reto al que se enfrenta nuestra generación y, aunque no está siendo fácil, sabemos el camino. Actuando desde lo local a lo global, la izquierda transformadora va empujando al cambio con medidas que también encuentran resistencias. En Baleares, por ejemplo, hemos creado la primera empresa pública de energía verde que ya comercializa vatios a precio de coste. Se ha doblado la inversión en políticas agrarias que hacen de la tierra y la agricultura, una esperanza de futuro para los jóvenes.
En espacios más pequeños, como Ibiza, el desborde de la industria turística provoca efectos negativos en todos los ámbitos. Limitar la entrada de aviones, barcos y llenando los tejados de placas solares, contribuirían a frenar el aumento de la temperatura terrestre antes de que sus efectos sean irreversibles. Las instituciones tienen que enfrentarse a las grandes industrias contaminantes y poner orden en el desmadre al que nos han llevado impulsados por sus intereses.
A nivel de hogar ya reciclamos en casa, ya estamos reduciendo el uso del coche, ya tratamos de que nuestra huella ecológica sea la mínima. A nivel mundial, las medidas que podrían frenar el aumento de la temperatura de la tierra las sabemos porque se renuevan cada cierto tiempo en conferencias solemnes a las que acuden los líderes mundiales en jets privados lanzando a la atmósfera 2 toneladas de CO2 por hora, lo que equivale a las emisiones de una sola persona en todo un año.
Quienes acuden a las cumbres contra el clima tienen importantes conexiones e intereses con las grandes empresas contaminantes, solo así se explica que una y otra vez, sin excepción, de cada cumbre salgan muy buenas intenciones y ninguna duda de que nada de eso se vaya a cumplir.
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