Opinión
¿Caben los cuerpos gordos en la utopía?


Por Enrique Aparicio
Periodista cultural y escritor
Hace unos días, Guitarricadelafuente estrenaba su nueva canción Full time papi y, al terminar de ver el videoclip, me acordé de ese meme que traducido al castellano reza: decepcionado pero no sorprendido. El vídeo, muy influido por el imaginario del australiano Troye Sivan –en cuyo último disco Guitarrica aparece en un dueto–, es una celebración del deseo homosexual masculino a través de una dionisíaca caterva de muchachos que bailan, se besan y se magrean. Como ocurriera con Rush, los cuerpos gordos se quedan de nuevo fuera de la utopía queer.
Es significativo que, incluso cuando se plantean mundos imaginarios que trasgreden algunos mandatos sociales (en este caso la heteronorma), el rechazo o la invisibilidad de los cuerpos no normativos siga funcionando a pleno rendimiento. No es solo que la fantasía no nos incluya a los gordos, es que se diría que, para que algo pueda ser considerado una fantasía utópica, ni siquiera puede haber un cuerpo con una cantidad de grasa estándar.
Como vivimos los tiempos que vivimos, vaya por delante que ni el vídeo me ofende ni reflexionar sobre él significa censurarlo. No creo que en lo personal ninguno de los dos cantantes sea más gordófobo que cualquiera –muchos gordos incluidos, porque no nos han educado en un mundo aparte–, pero me parece pertinente y útil que los cuerpos que nos salimos de la norma compartamos cómo se nos ve o se nos deja fuera, también de las fantasías. Porque estas pueden moldearnos tanto como el entorno que habitamos.
De pequeño, siempre me imaginé delgado de mayor. No sabía cuándo se obraría el cambio ni qué tendría que sacrificar para lograrlo –de eso me enteré más tarde–, pero el mundo me indicaba que no era una opción seguir siendo gordo cuando creciera. Hablando con otras personas gordas, he sabido que incluso hay quien sueña de manera habitual que tiene un cuerpo delgado. Hasta ese punto llega el desgarro entre lo que somos y lo que nos han dicho que debemos ser.
No es solo que sobre los cuerpos gordos se proyecte el deseo de la delgadez: se proyecta que el deseo de la delgadez debe ser nuestra principal motivación en la vida, por no decir la única. Da la sensación de que nuestra existencia, al menos nuestra existencia de verdad, no comenzará hasta que logremos adelgazar. Lo cual nos arroja a una espiral perversa en la que en el presente estamos gordos por los errores del pasado, pero en el futuro adelgazaremos porque en algún momento empezaremos a hacerlo todo bien.
Ese todo bien quiere decir estar en guerra con nuestro cuerpo cueste lo que cueste. Porque para cuando uno asume que comer saludable y hacer algo de ejercicio casi nunca se traduce en un cuerpo delgado (algo que la ciencia ha explicado con claridad), debe valorar hasta qué punto está dispuesto a maltratarse para lograrlo. Y una de las maneras en las que el sistema nos lleva a explorar ese límite es el deseo.
La maquinaria social del deseo es la que hace que en los mundos de ensueño la diversidad corporal no exista. Todos entendemos por qué un videoclip, una película o una función teatral que se presenta como una materialización de fantasías eróticas prescinde de cuerpos que se alejan de la norma. Todos lo entendemos porque todos lo hemos aprendido. La carne solo es deseable ordenada de cierta manera, también en la utopía.
Y no solo es una cuestión de deseo sexual, la misma rigidez opera con la expectativa sobre cómo queremos ser en el futuro. No sé si hay alguna obra de ciencia ficción en la que entre los humanos del futuro sigue habiendo cuerpos gordos. Estamos acostumbrados a imaginar mundos por venir en los que el llamado sobrepeso ha sido erradicado con eficiencia. Y aunque esos escenarios no existan son muy reales: pensamos en el mañana y tanto delgados como gordos nos visualizamos delgados. Pareciera que si en el futuro sigue habiendo cuerpos gordos es porque algo ha fallado.
En el núcleo de este engranaje opera la idea de que ser gordo está mal y es algo que hay que solucionar. Por eso en un mundo ideal, aunque este se vislumbre en unos escasos minutos a través de un vídeo musical, parece lo natural que no haya gordos. Si a los equipos de Guitarricadelafuente y Troye Sivan no les resultó extraña la exclusividad de cuerpos delgados, fibrosos y musculados es porque en su proyección de la fantasía, incluso desde la fantasía disidente en cuanto a la heteronorma, los gordos no cabemos.
A decir verdad, tras las críticas por Rush, Sivan sí incluyó algunas personas con físicos menos normativos en su siguiente videoclip. Ahí están ese par de gordos atractivos y juguetones en el fondo de varios planos como si el australiano nos espetara: ¿estáis ya contentos? Las personas que usan woke sin ironía lo llamarán inclusión forzada, y en este caso probablemente tienen razón. No parece que en el imaginario que Sivan ha trabajado sus videoclips los cuerpos gordos pinten algo que no sea evitar más críticas. Pero es que no puede ser de otra manera: toda inclusión es, al principio, forzada.
La presencia de cuerpos fuera de la norma en contextos de deseabilidad es igual de sorprendente al ojo de la persona gorda como al de la delgada. También nosotros tenemos que hacer un trabajo de deconstrucción para aceptar que nuestro cuerpo puede ser tan deseable como el de cualquiera. De hecho, en el activismo gordo el deseo es una de las grandes cuestiones (ahí está el episodio sobre sexo del podcast especializado Nadie hablará de nosotras), y lo que podríamos llamar deseo normativo no solo existe también entre los gordos, a veces incluso parece reafirmarse: si eres gordo pero no te atraen otros gordos, de alguna manera puedes sentirte más cerca de la delgadez.
Ojalá forcemos inclusiones hasta cambiar los paradigmas. Solo acostumbrándonos a ver, a tocar, a acompañar y también a desear cuerpos no normativos a todos los niveles –raza, discapacidad, tamaño, origen– lograremos entender que somos capaces de imaginar mundos mejores donde cabe todo el mundo. Mientras no sea así, no podemos llamar a esa estrecha realidad que deja tantos cuerpos fuera una verdadera utopía.
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