Opinión
Beneficios terapéuticos de tener una casa
Por Gloria Santiago
Jurista especializada en Derechos Humanos
El pasado lunes se celebró el Día Mundial sobre la Salud Mental y se nos avisó de que una de cada tres personas padeceremos algún trastorno mental a lo largo de nuestras vidas. Numerosos estudios ponen el foco en la falta de expectativas de futuro y en las condiciones de vida como uno de los causantes principales de ansiedad, depresión, insomnio y otros tantos trastornos nerviosos. Las preocupaciones no solo quitan el sueño sino que disminuyen drásticamente la calidad de vida y pulverizan el nivel de bienestar y felicidad de todo un país. Solo con hacer efectivo el derecho a la vivienda, o por lo menos facilitar su acceso, millones de personas podrían experimentar los 'beneficios terapéuticos' de tener una casa.
En 2008 los jóvenes destinaban, de media, el 56% de su sueldo al alquiler. En 2022, una persona joven sólo puede emanciparse en solitario si dedica el 82% de su sueldo al alquiler. El Gobierno despliega millones en ayudas, planes y bonos para facilitar el acceso a una vivienda, pero son solo medidas que no atajan una problemática estructural. Frente a toda la gente sin casa, un poderoso lobby inmobiliario sigue especulando con un derecho básico estipulado como tal en el artículo 47 de la Constitución Española y, en esa correlación de fuerzas, miles de jóvenes piden cita al psicólogo o deciden “camperizar” en una furgoneta.
No tener asegurado algo fundamental como un techo donde vivir está provocando problemas de salud mental por la imposibilidad de poder realizarse personalmente y también un éxodo de gente joven que decide irse del país y trabajar viajando. El cambio de paradigma lo ha empezado la Generación Z, esa que no termina de encontrar su sitio en el mundo porque, según parece, no hay sitio para ella.
Los datos en la compra de vivienda son igualmente abrumadores. Si en el 2000 había que destinar 8.2 años de ingresos para tener un piso, actualmente la cifra aumenta hasta los 11 años. Pero en territorios como las Islas Baleares saltan todas las alarmas porque es la comunidad donde más se tarda en pagar una hipoteca, hasta 48 años. El dato no invita a soñar con una vida sencilla, desde luego.
Este año, los Presupuestos Generales del Estado cifran en 100 millones de euros las ayudas para la salud mental. Psicólogos en sanidad pública hacen falta a miles, pero así como mantener un ritmo de vida saludable te aleja del médico, tener casa, trabajo y tiempo libre te aleja del psicólogo.
Hay que ir a la raíz del problema y dejar de parchear. Las ayudas y subvenciones a familias son necesarias, pero más necesario es un régimen fiscal justo que consolide la gratuidad y eficacia de los servicios públicos educativos, sanitarios y, por qué no, habitacionales. Podríamos comenzar por gravar las viviendas que estén vacías, promocionar el alquiler social en lugar de seguir construyendo edificios, limitar por ley el precio del alquiler y reducir drásticamente el uso del alquiler turístico para que el precio de la vivienda disminuya. Si nadie puede sobrevivir sin un techo para resguardarse, ¿por qué no estamos hablando ya de un servicio público que consolide el acceso a la vivienda? Señalamos la solución sabiendo que todo es cuestión de voluntad política, pero el PSOE sigue sin ver más allá del dedo.
Así como es importante invertir dinero en atención a las personas enfermas, es mejor invertir dinero en procurar que nadie enferme. Invertir en unas condiciones de vida saludables es más eficiente que pagar tratamientos sanitarios. Por eso toda política que procure menos contaminación, mejores salarios, menos horas de jornada laboral y un alquiler que no supere el 30% del sueldo, alejará a la gente del médico y del tratamiento psicológico.
Miles de jóvenes han decidido romper el sistema por supervivencia y adoptan el ya conocido modo nómada. Se están yendo por alivio mental y falta de expectativas de futuro en España. Quienes nos quedamos aquí seguimos en la rueda de un sistema socioeconómico desgastado y perverso, manejado por muy pocos, que está dañando el cuerpo y la mente de las amplias mayorías. Un sistema que considera la vivienda como fuente de especulación, aunque con ello, se esté desmoronando la felicidad de todo un país que viaja en una furgoneta hacia no se sabe dónde.
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