Opinión
Batallas y batallas


Por Marta Nebot
Periodista
Es lo que tiene trabajar en televisión en tertulias políticas en este clima de polarización absoluta: subir en transporte público se ha convertido en una aventura distinta después de unos años en la caja tonta haciéndome la lista. Porque, mientras peleas en la arena del siglo XXI, a tortas dialécticas, te metes en el salón de la gente y la mayoría escoge bando, como en una regresión al circo romano. Algunos te apoyan y/o te aprecian, mientras otros te desprecian y/o te odian. Hay de todo, claro. Y no todos te han visto. Pero el anonimato ya no es el mismo. En la calle, en el bus o en el metro, entre las miradas más o menos neutras, aparecen algunas intencionadas, a favor o en contra. Los días buenos te encuentras personas con las que mantienes una conexión valiosa sin saberlo. Son gente que te desea el bien y que son y están y que anima conocerlos. A veces se atreven a romper la cuarta pared catódica y te hablan como si estuvieras una vez más en su casa, solo que esta vez los escuchas.
Antonio, que tendrá unos 70 años y es un señor elegante y sobrio, es uno de éstos y me regaló argumentos.
Hace pocos días, me senté a su lado en un tren de cercanías. Levantó la cara del libro y, por encima de sus gafas metálicas, me miró con simpatía y volvió a lo que leía. Se tomó su tiempo. Debía ser interesante su libro misterioso forrado con papel de periódico. Luego lo cerró, se presentó con un apretón de manos y me dijo:
–Te voy a contar cosas de Muface y del millón y pico de trabajadores públicos que disfrutan de seguro médico. Te las cuento porque no las estoy viendo ni leyendo en ningún sitio. No entiendo todo este lío porque se termine con el seguro privado de unos funcionarios, que no sé por qué tienen que tener ese privilegio y mira que yo fui uno de ellos.
(Para los que no sepáis de qué me estaba hablando, resulta que el seguro médico privado de más de un millón de funcionarios, que paga el Estado, ahora está en el aire porque ha llegado el momento de renovar los pliegos de condiciones y las aseguradoras quieren mucho más dinero. De las tres empresas que daban este servicio, dos -DKV y Adeslas- han decidido no participar en esta nueva licitación porque dicen que no les salen las cuentas a pesar de que el Gobierno ha aumentado las primas un 33,5%. De momento, solo Asisa se mantiene como posible prestadora del servicio. El plazo se ha ampliado hasta el 27 de enero para cerrar el convenio aunque sea solo por unos pocos años de momento).
Antonio siguió contándome...
-Muface es una de las tres mutuas que se inventó Franco para tener a su élite de funcionarios contentos: Mugeju, para los jueces; Isfas, para los militares y Muface, para los altos funcionarios y los maestros. Pero eso se está muriendo. Los nuevos funcionarios, el 70% de los que sacan la plaza ahora, están eligiendo la sanidad pública. Los viejos están pataleando por mantener unas prebendas para unos pocos.
Y cuando vienen mal dadas no las usan... ¿Qué pasa con la sanidad privada aquí y donde hay una sanidad pública en condiciones? Que cuando uno se pone enfermo en serio vuelve a la de todos, donde están los aparatos y los servicios caros. La privada es para esperar menos cola en urgencias o en algunos especialistas, cuando tampoco tienes tanta prisa, y para que las habitaciones de hospital sean más como de hotel y más bonitas. Nadie se va a morir por volver a la sanidad pública. Más bien se vuelven a la sanidad pública para no morirse. Y con los 1.300 millones al año que nos gastamos en Muface seguro que el sistema puede asumir a los que prefieren las habitaciones con vistas.
Es que, además, va a desaparecer sí o sí. Esto no es más que alargar su agonía, supongo que jugando al juego de la silla política: que se quede sin silla otro, estiremos la música, que dé otro las malas noticias. Por eso hablan de negociar tres años más. Es que es tan burdo.
Insisto: que lo sé de buena tinta, en carne propia, que los funcionarios -como todos- cuando nos ponemos malitos de verdad corremos a la Sanidad Pública. Que yo he tenido compañeros míos yendo y viniendo de una a otra, en función de la gravedad de lo que tenían.
¿No será mejor invertir en la que de verdad nos salva? ¿No va siendo ya hora de acabar con los privilegios franquistas que con este Gobierno no casan?
Antonio también tuvo unas palabritas para quién está negociando este asunto (Óscar López, Ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública).
-A mí me está sorprendiendo López, poniéndose la medalla por salvar algo tan carca, tan contrario a su ideario de defensa de la sanidad pública, tan cortoplacista, tan sopa boba. ¡Que la sanidad pública no colapsó en la pandemia! ¡Cómo que no va a aguantar a un 2% más de la población, si cuando están malitos de verdad bien que los aguanta!
Dicho esto y algunos piropos mutuos, llegó su parada, me dio dos besos de abuelo cariñoso y me dijo: tú sigue intentando contar verdad, desbrozar tonterías y empujando hacia la izquierda, que nos hace falta.
Eso intento y, para seguir su consejo, comprobé lo que me contó y escribí esto.
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