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Cuando los jóvenes descubren el mundo del sexo a través de la violencia

La cultura, que aglomera desde el cine para adultos hasta la ficción cinematográfica, la literatura, la música y muchas otras disciplinas, impregna el imaginario colectivo e influye en cómo se entienden el sexo y las relaciones interpersonales.

26/09/2024 Miles de personas durante la manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Madrid por el Día Internacional de la Mujer. Foto de archivo.
Miles de personas durante la manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Madrid por el Día Internacional de la Mujer. Foto de archivo. Carlos Luján / Europa Press

Hace más un mes el mundo se conmocionaba ante el caso de Giséle Pélicot, la mujer que, en noviembre de 2020, conoció que su marido la había drogado y puesto a disposición de más de 70 hombres durante décadas para que éstos pudieran ejercer todo tipo de brutalidades sobre su cuerpo inerte. Se cometieron un total de 92 violaciones y tan solo tres varones rechazaron la "oferta" de su esposo, mientras que en ningún momento se plantearon denunciar tales atrocidades.

La rabia compartida desde que comenzó el juicio no ha dejado de brotar. ¿Cómo es posible que los acusados pudieran sentir placer sometiendo a un cuerpo inconsciente que no manifestaba el más mínimo ápice de deseo ni, por descontado, consentimiento? ¿Quién disfruta al ejercer violencia sobre quienes no tienen capacidad de expresarse?

Desde que el caso saltó por los aires como un resorte, se popularizó la idea, cada vez más compartida por la opinión pública, de que aquellos hombres no eran "monstruos" ni tampoco "dementes". Todos eran hombres con vidas aparentemente normales, muchos de ellos con familia e hijos, que encontraban excitante realizar tales actividades.

Según el informe de Delitos contra la Libertad Sexual, el año pasado se notificaron en España un total de 21.825 hechos de esta naturaleza. En concreto, las agresiones sexuales grupales (o en manada) han pasado de constituir el 2,1% en 2008 a representar el 10,9% de las agresiones en 2023

Las mujeres denuncian crímenes que antes quedaban eternamente silenciados

Todo ello conduce a pensar que la denominada "cultura de la violación" continúa permeando entre la población masculina, responsable del 95% de los delitos sexuales cometidos en todo el mundo. No obstante, debe tenerse en consideración que el aumento de las cifras vinculadas a los delitos sexuales está íntimamente relacionado con que ahora las mujeres denuncian crímenes que antes quedaban eternamente silenciados. También disponen de más mecanismos para saber detectar e identificar la violencia que se ejerce contra ellas, consecuencia directa de los últimos avances en materia de derechos feministas en España.

Según algunas expertas, a muchos hombres les erotiza la violencia. El deseo, como constructo social que es, se aprende (y, por tanto, también puede desaprenderse). Numerosas autoras feministas se han ocupado en los últimos años de teorizar sobre este concepto, entre ellas la poeta y novelista Sara Torres, cuya obra La seducción ha abierto nuevos horizontes sobre este asunto. Torres afirmaba recientemente que "la seducción, bella, alegre y no destructiva, tiene que ver con la participación horizontal de dos personas". 

Históricamente, esta participación se ha construido en base a dos extremos asimétricos: el hombre, sujeto deseante y activo, y la mujer, objeto deseado y pasivo, a veces hasta inerte, cuyo placer queda relegado casi siempre a un segundo plano en beneficio de la satisfacción masculina. Así lo determina a Público María Esclapez, sexóloga clínica y autora de obras como Ama tu sexo, Inteligencia sexual, Me quiero, te quiero y Tú eres tu lugar seguro

Se trata, pues, de relaciones de subordinación de hombres a mujeres que se manifiestan especialmente en el contexto de lo sexual (lo que Foucault denominaba "cosificación sexual") y que, según un estudio elaborado recientemente por la University of London, "es palpable en el requerimiento de que las mujeres realicen actos sexuales, incluso no deseados, de una manera activa, entusiasta y emocionalmente comprometida para aumentar el placer del hombre".  

Varias autoras apuntan, no obstante, a un factor clave a tener en cuenta en toda esta cuestión: el consentimiento. Ya que las mujeres también llegan a fantasear con la dominación de ellos, un deseo que no deriva en comportamientos discriminatorios en la vida real. Expertas como la socióloga y docente Norma Ageitos coinciden en que las fantasías que comportan violencia, mientras permanezcan en el campo del deseo, no tienen por qué materializarse. De hecho, prácticas como el BDSM, en las que tanto ellos como ellas erotizan la violencia, están plenamente basadas en el consentimiento mutuo y en la seguridad.  

En esta línea aborda la noción del consentimiento Clara Serra en su ensayo El sentido de consentir, donde precisamente hace énfasis en la capacidad de las mujeres de decidir qué prácticas llevar a cabo y mostrar su voluntad. Serra alega que, negar el poder de las mujeres a la hora de determinar libremente qué tipo de prácticas quieren llevar a cabo, implica infantilizarlas y juzgar sus propios deseos, que pueden también, por qué no, ser escabrosos y poco tiernos. Se trataría siempre de contextos en los que la mujer puede expresar con libertad su voluntad, no aquellos en los que, como sucedió en el caso de la manada de Pamplona, no goza de capacidad de agencia porque ésta ha sido previamente anulada.

Prácticas como el BDSM están plenamente basadas en el consentimiento mutuo y en la seguridad

Ahora bien, ¿cómo tantos jóvenes han llegado a asumir como algo no fantasioso sino como una práctica sexual real y cotidiana, la violencia? Generalmente por medio de imágenes, cada día más veloces, explícitas y descarnadas, que se graban en nuestra retina desde la infancia. La pornografía es quizás el ejemplo más evidente de la violencia de las imágenes de carácter sexual al alcance de todos.

"Vivimos en una sociedad en la que es mucho más fácil que veas violencia que ver relaciones sexuales normales, respetuosas y consentidas", sostiene la sexóloga Marta Cejudo. Los infantes, al no disponer todavía de la madurez necesaria para contextualizar tales imágenes como parte de una ficción, acaban por establecer como normales todo tipo de humillaciones hacia las mujeres.

Muchos contenidos que los niños ven a edades tan tempranas como los nueve o diez años incluyen, pederastia, vejaciones, incesto y todo tipo de abusos hacia las mujeres. Aprender el sexo a través de la violencia, en muchos casos extrema y sádica, ya ha presentado sus primeras consecuencias.

El último estudio de la Fundación ANAR Agresión Sexual en Niñas y Adolescentes según su testimonio. Evolución en España (2019-2023) revela un incremento del 55,1% de casos de agresiones perpetradas a menores en los últimos cinco años. Según el tipo de agresión sexual, este informe recoge cinco tipos: agresiones sexuales presenciales (91,5%), grooming (3,1%), sexting no consentido (2,2%), pornografía (1,3%) y explotación sexual (1,9%). 

Esclapez subraya que, ante el discurrir constante de imágenes cada vez más violentas, "los chavales ya no es que normalicen todo esto, sino que se terminan desensibilizando y cada vez necesitan más, ya no solamente en cantidad, sino también en cuanto a contenido más extremo, y esto es muy peligroso". Así, ante la falta de referentes que enseñen sexualidad a las generaciones más jóvenes, la educación sexual se forja en base a escenas que representan dinámicas de poder completamente desiguales, donde se normaliza la falta de consentimiento.

La cultura, el espejo del patriarcado

Pero pensar que el porno es el único agente responsable de estas cifras sería hacerse trampas al solitario. La cultura, que aglomera desde el cine para adultos hasta la ficción cinematográfica, la literatura, la música (y, por supuesto, los videoclips) y muchas otras disciplinas, impregna el imaginario colectivo hasta moldear nuestra concepción de cómo deben ser las relaciones entre hombres y mujeres.

"En nuestra generación hemos crecido viendo Los hombres de Paco, Sarita y Lucas, que era una historia que es una romantización de una relación muy desequilibrada, o leyendo millones de narrativas sobre la Lolita Perdona si te llamo amor, de Federico Moccia, que es una apología de la pederastia que alucinas, que se nos ha colado también a partir de narrativas que son muy cuestionables", indica a Público Lucía Delgado, actriz y coordinadora de intimidad en el cine.

Junto a Tábata Cerezo fundó hace tres años Intimart, empresa que se encarga de acompañar física, emocional, psicológicamente a actores y actrices durante escenas que incluyen sexo o cualquier otra actividad de carácter íntimo. Ambas creen que ha habido una reflexión insuficiente sobre el impacto de las imágenes procedentes del cine.

El cine de ficción, alegan, en seguida nos lleva a pensar que es un simulacro de la realidad y "nos da ejemplos de comportamiento, de cómo relacionarnos en familia, en el trabajo, en los espacios públicos, por lo que el cine simplemente hace de referente". Por esta razón, ambas consideran fundamental la manera en que se narra la sexualidad a través de los productos culturales, que determinan "nuestras fantasías, la norma, pero también qué es lo que es esperable en cada género". 

Eso sí, no todo este aprendizaje de la violencia procede necesariamente de lo explícito: "El porno es la punta del iceberg pero también importa, por ejemplo, como se habla del romanticismo desde las comedias románticas, que es algo que está teniendo mucho impacto en creencias que luego pueden llevar a la violencia machista", sostienen.

Sexólogas y educadoras coinciden en que la violencia escala a gran velocidad. Ningún niño siente la pulsión de violar a los nueve años, sin embargo, como señalaba recientemente Marina Marroquí, "más del 80% de las chavalas con las que trabajo reciben cinco o seis fotos de penes a la semana a partir de los 12 años, inclusive mensajes de depredadores pederastas que con las redes han encontrado un amparo absoluto".

En muchos colegios, con el auge de las redes sociales y las nuevas plataformas de comunicación online, han comenzado a proliferar fotos de niñas desnudas generadas por Inteligencia Artificial, que posteriormente son compartidas en internet por sus compañeros de clase. "Cuando hay una violencia que tú no sabes diferenciar y no sabes ver claramente, es muy fácil escalar en ella, dentro de todo un ecosistema que hemos perpetrado y en el que nos dejamos llevar", sostiene Cejudo. 

Hacia nuevas formas de representar los cuerpos femeninos

Dentro de la industria del cine se están comenzando a dibujar, desde ya algunos años, tímidos pero firmes horizontes que plantean nuevas formas de representar las relaciones íntimas desde una óptica feminista. "Cuando se narra el sexo desde un punto de vista patriarcal, sobre todo si los directores son hombres, el contenido nace de una mirada masculina, sin embargo, ahora vemos que hay todo un movimiento de personas que están viendo la necesidad de un cambio en la forma en que contamos historias y de quiénes las narran", explican Lucía y Tábata con esperanza.

Producciones que han contado con coordinación de intimidad, como I May Destroy You, parten de una mirada sobre el sexo muy distinta, a través de nuevas voces y una sensibilidad diferente. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, apuntan, "vamos a cambiar los procesos, incluyendo el tipo de escenas y el contenido, se están dando nuevas miradas más diversas, tanto en la ficción como en el porno, por suerte".  

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