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Trece años no son nada (y a veces, menos)
Menos docentes, menos inversión en atención primaria, menos industrias, menos entidades financieras, menos gallego, menos población… Feijóo deja Galicia con un saldo negativo en muchos campos, fruto unas veces de su falta de gestión y otras de decisiones que acabaron con lo que ya había. Esto pretende ser un resumen –incompleto– de lo que no hizo y de lo que deshizo.
Luís Pardo
Santiago--Actualizado a
Empecemos imaginando: imaginemos recibir la pandemia del coronavirus con mil profesionales más en atención primaria y 60 nuevos centros de salud. Imaginemos afrontar la transición ecológica con 6.000 megavatios de energía eólica instalados o imaginemos responder al declive del gallego demostrando que es una lengua adecuada para las matemáticas.
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Tres situaciones que hoy nos pueden parecer utópicas pero que en abril de 2009, cuando Alberto Núñez Feijóo tomó posesión como presidente de la Xunta, eran totalmente factibles. Las bases estaban puestos: un Plan de Mejora de la Atención Primaria pactado con todas las organizaciones sanitarias, un concurso eólico que había superado ya su primera fase de adjudicación y un consenso en torno al idioma propio que sólo habían roto algunas voces extravagantes, sin representación –ni posibilidad de obtenerla– en ese Pazo do Hórreo a lo que las mayorías absolutas regresaban para quedarser.
Un acercamiento a la Galicia que deja la marcha a Madrid del expresidente gallego (una profecía que lo acompañaba desde su regreso a la Xunta para sustituir un defenestrado Xosé Cuíña), bien merece empezar por lo que pudo ser y no fue, por uno what if…? que en estos tiempos distópicos somos capaces de imaginar cómo uno de los catorce millones de futuros alternativos que vislumbra el Doctor Extraño antes de la batalla final contra Thanos. Si en uno de ellos, solo en uno, el Titán podía ser derrotado, también es posible que se dé esa probabilidad para un gobierno de izquierdas en Galicia. Lo dejo aquí para los que les gusta ver el vaso medio lleno…
En los dos meses que pasaron desde que Feijóo anunció que dejaría el despacho de San Caetano hasta que finalmente lo hizo –un tiempo en el que Galicia fue gobernada, en el mejor de los casos, por teléfono, mientras nosotros seguíamos haciéndonos cargo de su nómina y de la de su grupito de asesores–, se multiplicaron los balances de una época que llegaba a su fin. Pero hasta el tono de esos balances, mayoritariamente elogiosos, debe entenderse dentro de la realidad en la que nos topamos…
La prensa: haberla, hayla
"En Galicia, libertad de expresión la hay…", responde al decano del Colegio de Periodistas, Paco González Sarria; después de una leve risa –que podríamos transcribir como "hehe"–, añade: "… Pero hay que ejercitarla, hay que ponerla en práctica».
"No todo el mundo puede decir lo que realmente piensa y no pudo decirlo durante este tiempo". Sarria cree que es algo "difícil de superar" con los medios "condicionados" a su situación económica, algo que "no acontece solo en Galicia". Una situación derivada "de los cambios tecnológicos y la evolución de las audiencias, sobre todo en la prensa en papel".
"La crisis de las empresas de comunicación, agravada por la pandemia, provoca una dependencia enorme de la publicidad institucional", tanto que en algunos casos es lo único que las salva del cierre. Este fenómeno "fue a más" y "tapa bocas", porque "gente que tenga ganas de criticar o cuestionar decisiones de gobierno en Galicia sobra, lo que sucede es que no todos los medios están dispuestos a aceptar esa difusión de críticas", lo que redunda "en un aumento de la autocensura".
Capítulo aparte le merece la situación de los medios públicos. Sarria considera "una anomalía" que a día de hoy la CRTVG continúe sin consejo de redacción, "una reivindicación notable para que gane independencia". Es uno de los incumplimientos de la Ley de Medios que provocó el inicio de los Venres Negros. Más de 200 semanas después, siguen repitiéndose sin que la legalidad se cumpla.
Por cierto, la expectativa de que Feijóo pueda desbloquear la cúpula del Consejo General de él Poder Judicial, okupado por un núcleo conservador ante la falta de consenso político, choca con la evidencia de que el director general de la CRTVG, Alfonso Sánchez Izquierdo, lleva once de sus trece años en el cargo en situación de interinidad, sin que su nombramiento pase por la cámara (algo que también recoge la dicha Ley).
Establecido el marco, elegimos echar un vistazo a la realidad de esos tres titulares utópicos con los que abríamos el balance. Podían ser otros. Podíamos hablar de la desaparición de un sistema financiero propio, de dónde están los floteles de Pemex o de las gallegas derivadas a abortar a clínicas privadas fuera de Galicia; no en vano, la primera Iniciativa Legislativa Popular que apoyó el gobierno Feijóo fue una propuesta impulsada por la muy católica Red Madre.
Industria: se fue con el viento
"Supuso una pérdida de oportunidades bestial". Francisco Méndez, secretario de Cambio de Modelo Productivo y Sostenibilidad de CCOO en Galicia, no ahorra adjetivos cuando hace memoria. "El Concurso Eólico del bipartito consistía en pasar de poco más de 3.000 a casi 6.000 MW instalados en Galicia. Habría reducido en diez puntos nuestra dependencia energética, que ahora anda por el 70%". Sí, no es de los que creen que del Padornelo para aquí nos sale la electricidad por las orejas.
"El concurso de Feijóo fue una catástrofe y la derogación del del bipartito, también". Apoya su afirmación con sentencias judiciales que supusieron varios millones de euros en compensaciones a las empresas (y que la oposición, sin éxito, había pedido que Feijóo pagara de su bolsillo). Por si fuera poco, hasta 2008 existía "una capacidad productiva vinculada a la eólica que fue muriendo, incluso varios parques traían proyectos industriales asociados".
Fueron, por tanto, "doce años de parálisis", acentuada por la legislación de los gobiernos del PP en Madrid que durante una década, de 2010 a 2019, "se cargaron la apuesta por las renovables".
"Es que no hay otro motivo para lo que hizo Feijóo: evitar que se repartiera el pastel entre unos que no eran los de siempre". Méndez vuelve a reír, esta vez con resignación. "Sí, no hay otro motivo…" Quizás hubo otro. Como denunció Ánxo Quintana, exvicepresidente de la Xunta: "Un enfermero de Allariz no puede venir a cambiar el marco económico de Galicia".
Pero el eólico es solo la punta de lanza de lo acontecido en el sector industrial, donde desaparecieron 2.470 empresas desde 2008 y se destruyeron 33.555 empleos (datos de A economía galega. Informe 2019/20 del Instituto de Estudios de Desenvolvemento de Galicia de la Universidade de Santiago citado por Nós Diario.
Méndez se encoge de hombros. "Es que no hay Consellería de Industria". Es cierto: desde 2020, Francisco Conde era vicepresidente de Economía, Empresa e Innovación, pero ni rastro de la palabra "industria" en su cargo, como tampoco lo hubo del ejercicio de sus competencias cuando se culpaba de todo lo acontecido en el sector a Pedro Sánchez. No fue hasta este pasado mes de mayo cuando, con la toma de posesión de Rueda como nuevo presidente de la Xunta, Conde pasó a liderar la Vicepresidencia primera y Consellería de Economía, Industria e Innovación.
El sindicalista no se llama a engaño. "Cuando había Consellería, tampoco había estrategia, nunca la hubo". El modus operandi era más o menos así: "Esta empresa está dando problemas, le damos dinero para reflotarla aunque igual debería estar muriendo porque no tiene futuro". "Yo creo en la planificación y lo que más me enfada es que fueran cobardes y no la hicieran sabiendo que iban a gobernar a largo plazo, pero aquí nadie hizo un análisis del país para saber dónde apostar".
Sanidad: el Gaiás de Vigo
Manuel Martín fue uno de los firmantes de aquel Plan para la Atención Primaria que Feijóo –curtido en el INSALUD, discípulo predilecto de Romay Beccaría, aka Su Sanidad– borró de un trazo. Para el portavoz de la plataforma SOS Sanidade Pública sólo fue una más de sus actuaciones "ideológicas". "Aplicó la doctrina neoliberal y empleó la sanidad pública gallega para realizar pruebas piloto de estrategias basadas en la privatización, en la penetración de las multinacionales y, paralelamente, el desmantelamiento del público".
Para Martín, el "gran gestor" fue en realidad "un comercial" de esas multinacionales que hoy controlan hospitales que pertenecían a empresas familiares o cooperativas de médicos. El ejemplo paradigmático es el área sanitario de Vigo: POVISA es propiedad de una aseguradora estadounidense que adquirió la clínica a un precio "irrisorio" (no tan irrisorio, si tenemos en cuenta lo que pagó Escotet por lo que hoy es Abanca) y sin que la Xunta ejerciera el derecho de tanteo. Pero el caso del Álvaro Cunqueiro aun es mucho peor.
El que tenía que ser el gran hospital del sur de Galicia, "contrapeso del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña y del de Santiago", incrementó su coste de 280 a 1.340 millones de euros mientras reducía un 30% "los recursos humanos, los equipamientos, las camas…". La Xunta "se lo regaló la una concesionaria con presencia de empresas españolas de la construcción, pero ahora está en manos chinas". Martín no se muerde la lengua. "¡Fracaso, robo, estafa!". Fue tal el escándalo que "ya no se atrevió a poner en marcha esta fórmula en las ampliaciones de los hospitales de Pontevedra ni de A Coruña". Pero el daño está hecho. "Toda la atención hospitalaria del área de Vigo –más de 600.000 habitantes– está ya en manos privadas".
Y la Primaria? "En una situación dramática. La desmanteló porque nunca creyó en ella: solo cree en la sanidad como negocio y no como derecho. Él mismo reconoció, no lo estoy inventando, que dejaba la Primaria en una situación desastrosa. Claro: se dejó de invertir, recortó personal y redujo en dos millones el presupuesto, el futuro es nefasto…".
Y mientras, en el tour previo al congreso de su aclamación, Feijóo brindaba frases como esta: "Un político es un ciudadano que cobra de los impuestos de los españoles y, por tanto, cuando dice que inaugura un hospital, la pregunta que hay que hacerle es: ‘¿Lo deja usted a deber o está pagado?’ Porque si lo deja usted a deber, haga el favor de marcharse rápidamente y empezar a pagarlo". ¿Una puerta abierta a su retorno?.
Educación: el 10%
Si Martín consideraba que Feijóo empleó la sanidad para «pruebas piloto», Suso Bermello, secretario general de la CIG-Ensino, lo define cómo "un adelantado, un vanguardista". "Aún Rajoy no había tomado posesión como presidente del Gobierno y él ya había empezado a recortar derechos al profesorado", apunta. "Fue el primero en ampliar horas lectivas, anulando los acuerdos existentes, en Infantil, Primaria y Secundaria. Supuso la pérdida, de golpe, de mil puestos de trabajo".
Para Bermello, la mejor metáfora del sistema educativo post-Feijóo es el escenario que eligió para su mensaje de fin de año de 2019, justo antes de las últimas elecciones. "Un aula, un aula vacía. Así nos deja: menos docentes de los que encontró cuando llegó y con menos derechos". A eso suma un incremento en el trabajo burocrático que aún crecerá en los próximos cursos, cuando las aplicaciones que ya usa el profesorado de FP se extienda. "Se echa más tiempo cubriendo esos formularios que en dar clases".
¿Se empieza recortando profes y acaban sobrando aulas? "En esta etapa de gobierno se cerraron más de 130: uno de cada diez colegios del país". Este dato no suele aparecer en la prensa de Madrid cuando se hacen perfiles de Núñez Feijóo. "Hablamos sobre todo de unitarias, de unidades del rural», de ese cierre de servicios que incide sobre la Galicia vaciada".
Todo, mientras repite ese modelo de adelgazar lo público para dar espacio a lo privado que ya veíamos en la sanidad. "Los presupuestos en Educación, aplicando las correcciones, son más bajos que cuando llegó al poder, y la parte que crece es la destinada a la enseñanza concertada mientras baja la pública. Si no crece más es porque la propia estructura del país no da para más negocio. Si fuera diferente, estaríamos en cifras similares a como están en Madrid porque el ideario es el mismo".
Lo que sí nos diferencia de Madrid es que aquí tenemos otro idioma. Bermello recuerda que en aquella manifestación de 2009 de Galicia Bilingüe, con Rosa Díez y Albert Rivera, no estaba Feijóo "porque no convenía", pero sí el que ya es su sucesor, Alfonso Rueda. "Que con este gobierno tuviéramos por primera vez en la historia una legislación que restringía derechos lingüísticos es significativo".
Los efectos son claros: "Uno de cada cuatro alumnos que finalizan la escolarización obligatoria no saben hablar gallego, algo que tendría que poner coloradísimo la cualquier gobernante". "El estudio realizado por la Real Academia Galega en 26 centros muestra la caída a plomo del alumnado gallegohablante y la relación directa con el marco legislativo, social, de falta de apoyos…". Y vuelve a Rueda: "Uno de los artículos del Estatuto de Autonomía sobre lo que va a tener que prometer o jurar es la defensa del idioma. Y se va a incumplir".
En Galicia no se pide 2.0
Pero hay cosas que las simples cifras no pueden abarcar. En el baloncesto se les llaman intangibles y no aparecen ni en esas estadísticas avanzadas que solo les ófalta medir hasta cuántas veces respiran los jugadores durante los 40 minutos. Muchas veces, es ahí y no en los números donde hay que ir a buscar la causa de una victoria o de una derrota. ¿Qué intangibles deja Galicia? ¿Cuál es nuestro estado de ánimo? Es algo "difícil de abarcar", según el psiquiatra y escritor Cipriano Jiménez que, quizás por eso, empieza precisamente tirando de datos.
"Cada día hay un suicidio en este país; somos los segundos de Europa (después de Asturias)". María Viñas contaba en La Voz de Galicia, apoyándose en el INE, que "la nuestra es la comunidad en la que más relajantes y somníferos se despachan y la segunda que más antidepresivos demanda. El 23 % de la población tiene aquí un problema de salud mental crónico".
"La frase de Castelao ‘En Galicia no se pide nada. Se emigra’ cambió a ‘En Galicia no se pide nada. Nos suicidamos’, así que vamos de mal en peor", sentencia Jiménez.
¿Es esto culpa de Feijóo? Seguramente no, claro, pero el psiquiatra encuentra una causa extendida tras este malestar general. "Si asumiéramos los elementos más positivos que tiene el país, eso influiría en nuestro propio ánimo; nos daría una fuerza de pertenencia, de solidaridad, de colectivismo… Pero falta esa capacidad de identificación con lo que somos". Una disociación que tiene su síntoma más palpable en el "autoodio" ("algo que tuve que tratar muchas veces como psicoanalista") y que las políticas de Feijóo en la Xunta no hicieron más que potenciar, con el idioma como elemento simbólico de esta guerra cultural.
Lo que es indiscutible es que la salud mental nunca estuvo entre las prioridades de los gobiernos populares. ¿Cambiaría algo? Difícil de saber. Lo compararemos con el resultado de una de sus supuestas apuestas: la demografía.
El Plan para la Dinamización Demográfica de Galicia nació en 2012 de la mano de la entonces conselleira de Trabajo, Beatriz Mato (hoy en el consejo de administración de Greenalia). Incluía 50 medidas, número redondo que un año después crecía hasta 67. Su horizonte era el 2020 y su objetivo, romper una tendencia que indicaba que 40 años después (por entonces, 2051), Galicia tendría menos población que en 1900. Por algo expertos como el profesor de Geografía Humana Carlos Ferrás vienen hablando desde hace tiempo de "suicidio demográfico".
Los resultados, sin embargo, son tan optimistas como en el referente a la salud mental. Con la actualización de los padrones municipales en la mano, Marcos Pérez Pena echaba cuentas en Praza. «Desde el año 2009 Galicia perdió más de 106.000 habitantes (…). Todos los indicadores demográficos y de envejecimiento empeoraron durante los 13 años de gobierno de Núñez Feijóo (…). La edad media de la población aumentó en tres años, el porcentaje de habitantes mayores de 65 años creció en casi cuatro puntos y ya se acerca al 26% del total y, de hecho, el número de municipios en los que los menores de 20 años son más numerosos que los mayores de 65 pasaron de 37 a 11». Aun así, Castilla y León consiguió adelantarnos y ocupar el segundo puesto de las comunidades más viejas. Lo alto del podio es, en otro ámbito más, para Asturias.
Quizás la diferencia, mínima, esté "en el único indicador que registra una evolución positiva en estos 13 años, el del saldo migratorio, tanto con el resto del Estado como con el extranjero. Hoy son muchas más las personas que vienen (o retornan) a Galicia que las que marchan". Se conoce que ya no emigramos como antes. Ahora solo toca que dejemos de suicidarnos, individual y colectivamente.
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