Baltar, el corazón caído del PP gallego
El expresidente de la Deputación de Ourense aún mantiene el mando del partido en la provincia.
Luzes-Público
Ourense-Actualizado a
"Baltar, el hijo, no es Baltar", entonaba el vocalista de los Sonoro Maxín allá por el 2013 en el marco del retranqueiro Festival Intercultural del Barbanha, tristemente desaparecido.
Han pasado más de cuatro años desde que Baltar, el hijo, dejó escapar la mayoría absoluta en la Deputación de Ourense por vez primera. Fue tan sólo siete años después de que su padre le entregara la presidencia de la institución provincial, como quien le hace al heredero un pacto de mejora que le permite hacerse con las fincas de la familia, evitando así tener que pagar el impuesto de sucesiones al morir el patrón.
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Xosé Manuel Baltar (Ourense, 1967) no fue capaz de conservar ni siquiera dos mandatos en esa mayoría que parecía inexpugnable después de permanecer inalterable durante dos décadas gracias a su padre.
Poco importaba. En casa de los Baltar siempre hay plan B, y C. Y los que sean precisos. Observando cómo se frustraban las negociaciones entre Jácome y el PSdeG de Rafael Rodríguez Villarino, actuó como actuaría un buen negociador: le ofreció a su enemigo aquello que más deseaba. La Alcaldía. Y ya nada de lo que hasta entonces había ocurrido o se había dicho importó.
Nepotismo
Consciente de que la memoria en política no suele tener una gran esperanza de vida y armado con una notable ausencia de escrúpulos, terminó asegurando lo que previamente casi había dejado escapar. Los grandes expertos en nepotismo siempre buscan las debilidades de los demás para mantener sus privilegios. Su poder.
Baltar, el hijo, "no es Baltar"; pero el patrón sigue vivo. Y a los viejos patrones en este país solo suelen jubilarlos la muerte o la demencia. Padre e hijo son conscientes de su poder. Un poder nacido de la alianza entre Baltar padre y Fraga y que se había completado con la integración, en el 1991, de los Centristas de Galicia en el recién nacido PPdeG. Pero también un poder mantenido después de tres décadas repartiendo regalos por la provincia adelante, comprando voluntades, cantando trombón a cuestas "Si en el eres de él PP, jódete".
Después de que el pasado domingo 23 de abril un radar fotografiara al Presidente de Ourense, como a él le gusta definirse, conduciendo a 215 kilómetros por hora el coche oficial por la A-52, todos los focos volvieron a alumbrar hacia el Pazo Provincial.
Manuel nunca hubiera valorado dimitir, a pesar de que se le han abierto diligencias por un posible delito contra la seguridad vial. Y a nadie sorprendió. Pues Manuel no había heredado fincas. Tampoco un partido. Manuel había heredado un poder que ningún político en este país tiene: la inmunidad frente a las direcciones gallega y estatal del Partido Popular y casi 100 millones de presupuesto anual con los que afrontar un intenso mercado de fichajes entre alcaldes y concejales de PSdeG y BNG; y también con los que le pagar la hipoteca a una no pequeña parte de los trabajadores culturales y de la intelectualidad patrias. Culturgalbaiting. De ese poder depende que Rueda pueda revalidar el gobierno de la Xunta en 2024. Y nadie muerde la mano de quien le da de comer.
Sentencia
Tras lograr convertir, estrategias procesales y plantones mediante, lo que debía ser un juicio rápido en uno común a iniciar tras el 28M, resta conocer si una sentencia condenatoria será capaz de volver a provocar una nueva hendidura en su blindada impunidad -Baltar ya no es presidente de la Deputación, pero sí del PP provincial-.
Cierto que la codicia y el narcisismo de que dispone el hijo en cantidades mayores a las del padre, provocan que sean más visibles sus debilidades. Pero está por ver si Rueda va a arriesgar sus dos presidencias enfrentándose a quién tiene la llave de las mismas. Feijóo lo intentó y fue humillado.
Es ahí, en la interna del PP, donde una oposición inteligente habría debido atacar. Por lo político y por lo judicial. Pues si Baltar cae, cae el PP. Y es ahí, en el clímax dramático de esta tragicomedia que ya dura décadas, donde se abre la ventana de oportunidad que permita gobernar la Xunta a BNG y PSdeG mientras los populares gallegos asumen la catástrofe y enfrentan una recomposición que les podría llevar años.
Cambio de época. El PPdeG nació en Ourense y el gobierno del PP en la Xunta tiene el corazón que bombea los votos latiendo en el centro de la ciudad de As Burgas. Un buen cazador, como Fraga, sabría bien dónde disparar.
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