Este artículo se publicó hace 5 años.
Elecciones UruguayUruguay decide si pone fin al giro progresista y vira hacia la derecha
Desde que llegara al poder en marzo de 2005, es la primera vez que el Frente Amplio se ve seriamente amenazado por una oposición que comprende un arco que va desde la ultraderecha hasta una extremadamente tibia socialdemocracia que ha dado signos de estar dispuesta a pactar con tal de desbancar del poder al centroizquierda.
Montevideo-
Este domingo hay elecciones en Argentina y Uruguay y en los dos países se anuncian muy probables finales de gobiernos, pero de distinto signo. Mientras en Argentina parece prácticamente un hecho que el conservador Mauricio Macri dejará paso a Alberto Fernández, volviendo al poder el centroizquierdista Frente de Todos, al otro lado del Río de la Plata peligra muy seriamente la continuidad del progresista Frente Amplio (FA). Desde que llegara al poder en marzo de 2005, es la primera vez que el FA se ve seriamente amenazado por una oposición que comprende un arco que va desde la ultraderecha hasta una extremadamente tibia socialdemocracia y que ha dado signos de estar dispuesta a pactar con tal de desbancar del poder al centroizquierda.
Los casi 2,7 millones de ciudadanos habilitados para votar en Uruguay están convocados a elegir a un binomio presidencial y a renovar la totalidad del Parlamento (99 diputados y 31 senadores). También se decidirá en un plebiscito la suerte de una reforma constitucional impulsada por un sector de la oposición para permitir la participación de militares en la represión de la delincuencia, autorizar los allanamientos nocturnos y reforzar las penas de determinados delitos.
La composición del Parlamento quedará definida este domingo. No así –si se comprobara lo anticipado por todas las encuestas- quién ocupará la presidencia y la vicepresidencia de la república. Cuando accedieron por primera vez al poder hace quince años, los sectores de izquierda y centroizquierda agrupados en el Frente Amplio obtuvieron una mayoría absoluta de escaños en el Parlamento. La conservaron en las dos elecciones posteriores, pero en ésta todo indica que no lo lograrán: los sondeos le dan al FA entre el 34 y el 43,6% de los votos. De ser así, su candidato a la presidencia, el exalcalde de Montevideo Daniel Martínez, iría a la segunda vuelta el último domingo de noviembre con una fuerte desventaja. En la elección pasada, en 2014, el actual presidente Tabaré Vázquez tuvo en la primera vuelta el 48% de los votos y consiguió sin problemas para la segunda los dos puntos que le faltaban para superar el 50% necesario para ser electo. Lo mismo sucedió en 2009 con José Pepe Mujica, y en 2004 Vázquez llegó por primera vez a la presidencia sin necesidad de ir a una segunda vuelta.
La sorpresa del partido militar
Daniel Martínez tendrá como principal rival a Luis Lacalle Pou, del conservador Partido Nacional (PN), un abogado de 46 años hijo de un expresidente y perteneciente a una de las familias patricias de Uruguay. Los sondeos le dan entre un 22,6 y un 28% de los votos, pero Lacalle ya está seguro de contar para la segunda vuelta con el respaldo del liberal Ernesto Talvi, candidato del otro gran partido histórico, el Colorado, hegemónico en la política uruguaya durante todo el siglo XX, y al que las encuestas otorgan entre el 10 y el 16% de los votos.
Daniel Martínez tendrá como principal rival a Luis Lacalle Pou, hijo de un expresidente y perteneciente a una de las familias patricias de Uruguay
Otros tres partidos se inclinarían por Lacalle en una eventual segunda vuelta: el Independiente (PI), una escisión por la derecha del FA, que estaría entre el 1 y el 3%; el Partido de la Gente, con entre uno y dos puntos porcentuales, y también la gran novedad de esta elección: Cabildo Abierto (CA), una formación creada hace apenas unos meses en torno al ex comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos, y lo más parecido que ha habido en la historia uruguaya a un partido militar, respaldado por el grueso de los represores y los nostálgicos de la dictadura.
Las encuestas ubican a CA en un mínimo del 9% y en un máximo del 13% de los votos. “Manini vino a ocupar un liderazgo que estaba huérfano, vacío de representación, que es el de la derecha pura, el del catolicismo conservador”, comentó en una charla mantenida en la Cámara Española de Comercio el politólogo Óscar Bottinelli, director de la empresa de sondeos Fáctum.
El Frente Amplio tiene otro factor en su contra: su carencia de aliados. Además del PI, dispuesto a coaligarse con la derecha, otros dos partidos pequeños surgidos de su interior, el Ecologista Radical Intransigente (PERI) y la Unidad Popular (UP), se han alejado tanto de la coalición en el Gobierno que difícilmente le den un respaldo formal en la segunda vuelta. A su favor, el FA puede esgrimir que en las últimas semanas ha ido recuperando terreno de manera constante, que franjas desencantadas de su electorado de años anteriores se han movilizado en parte ante el peligro de un retorno de la derecha, y que apuesta a que -también por este último factor- electores que aseguran que apoyarán a alguna de las formaciones políticas de izquierda menores finalmente se decidan por el “voto útil”.
Cuenta igualmente con que el grueso de los indecisos o de los que dicen que votarán en blanco (que las diferentes encuestadoras ubican entre el 3 y el 11%, según los casos) se vuelquen en su favor, e incluso con la volatilidad que le asignan los analistas al electorado de Cabildo Abierto, integrado, además de por militares o filo militares, por sectores de clases bajas de las zonas rurales que en la elección pasada fueron seducidos por el exguerrillero José Mujica. En todo caso, el acto público de cierre de campaña de este miércoles en la rambla costanera de Montevideo le dio al FA motivos para creer que no todo está perdido: reunió a cientos de miles de personas. “Que un partido con 15 años en el poder logre movilizar a tanta gente y conserve un nivel de apoyo cercano al 40% significa que tiene una vitalidad tremenda”, comentó el jueves en televisión Adolfo Garcé, investigador en el Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales.
La oposición de centro y derecha, mientras tanto, se está preparando para dar muestras de unidad desde la noche misma del domingo, y sus principales dirigentes están limando asperezas con el convidado de piedra de esta elección, Cabildo Abierto, cuyas posturas, en algunos aspectos parecidas a las de Jair Bolsonaro (Manini fue a saludar al exmilitar brasileño poco después que este fuera elegido presidente), asustan a franjas moderadas de su propio electorado. Otra de las posibilidades que se abre en estas elecciones es que el Frente Amplio gane la presidencia pero no llegue a obtener la mayoría absoluta en el Parlamento. Se inauguraría así un escenario inédito de cohabitación que obligaría al FA a buscar acuerdos puntuales en un Parlamento que estaría más fragmentado que el actual.
“Estas del domingo son elecciones históricas en Uruguay por más de un motivo” [probable fin de un ciclo político, surgimiento de nuevos partidos, un Parlamento más heterogéneo], pero la gente no siente que les vaya a cambiar la vida”, y por eso se nota una relativa apatía, dijo Bottinelli en la Cámara Española de Comercio. En 2004, cuando el FA ponía fin a casi 180 años de alternancia en el poder de colorados y PN, despertaba esperanzas de un gobierno de ruptura radical con el neoliberalismo. “Otra época”, titulaba por entonces el semanario de izquierda Brecha.
Dos modelos, o no
Tanto el oficialismo como la oposición dicen que en la elección se enfrentarán dos modelos de país. El Frente Amplio defiende que su gestión permitió reducir los niveles de pobreza del 40 al 7% de la población; aumentar el salario real en más del 55% desde 2005 gracias a la instauración de negociaciones tripartitas (Gobierno, sindicatos, empresarios) en el marco de Consejos de Salarios; reducir a un mínimo histórico el nivel de informalidad del mercado de trabajo; independizar al país del Fondo Monetario Internacional; generar 300.000 nuevos puestos de trabajo; reducir el desempleo de alrededor del 14% de los activos en 2005 a menos del 9% a finales de 2018.
“Este camino de crecimiento con justicia social y trabajo decente –dijo recientemente el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro- situó a Uruguay en estos años en un lugar de excepción en América Latina y lo convirtió en el país con mayor nivel de equidad de la región”. El FA también destaca los avances en materia de “agenda de derechos” en sus tres períodos de gobierno: aprobación de una ley de matrimonio igualitario; legalización del aborto; despenalización del consumo y creación de un mercado estatal de producción y comercialización de la marihuana; jornada laboral de ocho horas en el medio rural…
El Frente Amplio defiende que su gestión permitió reducir los niveles de pobreza del 40 al 7% de la población y aumentar el salario real en más del 55% desde 2005
La oposición de centro, derecha y extrema derecha objeta que el crecimiento económico de estos 15 años se debió únicamente a que los precios de las materias primas que exporta Uruguay (carne, lana, soja y cereales) estuvieron por las nubes durante la mayor parte de la gestión frenteamplista y no a políticas concretas del Gobierno, y que el crecimiento cayó cuando las cotizaciones de las materias primas se desplomaron; que el Estado despilfarró dinero en políticas asistencialistas y generó un déficit fiscal cercano al 5%; que los datos sobre niveles de pobreza son engañosos porque continúan creciendo los asentamientos informales en las periferias urbanas; y que en los últimos meses se han perdido 50.000 puestos de trabajo por el cierre de empresas y la débil inversión productiva. La oposición pone también el acento en la crisis del sistema educativo, “que ha dejado de ser en Uruguay el generador de promoción social que fue tradicionalmente”, según dijo Lacalle en un programa de televisión, y en casos de corrupción que pautaron las gestiones del FA.
Lacalle coloca sobre todo sus dardos en la seguridad, agitando el fuerte aumento de los casos de robos y homicidios registrado en los últimos años. La propuesta de reforma que será plebiscitada el domingo, conocida como Vivir sin miedo, incluye la salida de los militares a la calle, con la creación de una Guardia Nacional de 2.000 miembros. A pesar de que fue impulsada inicialmente sólo por un sector minoritario del Partido Nacional, luego fue sumando apoyos políticos y sobre todo del electorado de base del propio PN y de Cabildo Abierto, y tiene grandes posibilidades de ser aprobada. Necesita para ello al menos el 50% más uno de los votos. La mayor parte de los sondeos la ubica en ese entorno, algunos algo por debajo y otros bastante por encima. Pero en este tipo de consultas las encuestas en Uruguay no han brillado por su precisión.
El PN, el PC, el PI, Cabildo Abierto y el Partido de la Gente critican también la política exterior del Frente Amplio. Uruguay no ha estado en estos años entre los más radicales de los gobiernos de corte progresista de esta zona del mundo, pero ha sido de los pocos en no reconocer como presidente encargado de Venezuela al opositor Juan Guaidó. Además, semanas atrás se retiró del TIAR, un tratado regional similar a la OTAN, cuando se puso en marcha un mecanismo que podría legitimar a corto plazo una intervención militar en el país bolivariano.
Los partidos mayoritarios de la oposición prometen, por otra parte, que no tocarán, o muy poco, algunos de los buques insignia del Frente Amplio, como los programas sociales y los Consejos de Salarios, y que no derogarán las leyes de aborto, matrimonio igualitario y legalización de la marihuana. También dicen que continuarán buscando los restos de los desaparecidos durante la dictadura.
El programa del Partido Nacional prevé, sin embargo, un ahorro de 900 millones de dólares en los gastos del Estado, mientras el Partido Colorado anuncia la supresión de decenas de miles de cargos de funcionarios públicos. “La única manera de llevar a cabo el programa de Lacalle sería con un feroz recorte del gasto público” que implicaría “un gran retroceso en conquistas sociales”, comentó el ministro de Economía Danilo Astori. Ernesto Talvi, el candidato presidencial colorado, dijo hace pocos días que Uruguay debería inspirarse en Chile en materia de apertura económica o educación. El estallido social de la semana pasada en Santiago obligó a este economista formado en Harvard a matizar sus declaraciones. Sin embargo, para Daniel Buquet, integrante del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política, “es esa su verdadera inspiración”, según comentó el jueves en el programa Recta final del canal estatal de televisión.
Las Iglesias pentecostales y la Iglesia Católica
En el terreno de la agenda de derechos, la oposición actual dependerá en mucho del peso que tengan Cabildo Abierto y los sectores de los partidos tradicionales ligados a las Iglesias pentecostales o al ala más conservadora de la Iglesia Católica. Un estudio de la Open Society divulgado esta semana señala que en las elecciones en Argentina y en Uruguay crecerá enormemente el número de candidatos religiosos conservadores u opuestos a lo que definen como “ideología de género”. En Uruguay, según ese informe, publicado el jueves en el matutino La Diaria, un 16% de los escaños de diputados y senadores podrían ser ocupados por representantes de esta tendencia, fundamentalmente en los rangos del Partido Nacional y de Cabildo Abierto. Raro sería que no incidan llegado el momento en pro de una modificación o supresión de leyes como la legalización del aborto.
Y en cuanto a la búsqueda de desaparecidos bajo la dictadura, nada hicieron los colorados o el PN cuando fueron gobierno antes del FA, mientras Cabildo Abierto tiene en sus filas a secuestradores y torturadores, y su líder Manini está siendo juzgado por haber mantenido oculta durante meses, cuando era comandante del Ejército, la confesión de un represor que admitió haber hecho desaparecer el cuerpo de un militante de izquierda asesinado en la tortura en 1973.
Pero el FA también recibe críticas muy fuertes a su izquierda. Unidad Popular y el PERI, entre otros, afirman que la coalición en el Gobierno dejó hace tiempo de ubicarse en el arco de la izquierda y que comparte un mismo modelo de país con la oposición de centro y de derecha. “Los diferencian matices, sobre todo en materia de derechos, pero unos y otros promueven un mismo modelo privatizador, extractivista, de primarización de la economía, de privilegios a las transnacionales, de desprecio por el medio ambiente. Nunca como en los gobiernos del FA los bancos tuvieron tantas ganancias y el nivel de extranjerización de la propiedad de la tierra es récord. Los intereses de los más poderosos apenas si han sido rozados en estos 15 años”, resumió en declaraciones a la radio Centenario Eduardo Rubio, el único representante de UP en el Parlamento actual.
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