SANTIAGO DE CHILE
Actualizado:Este domingo Chile enfrenta la primera vuelta de las elecciones presidenciales más inciertas y trascendentales desde el retorno a la democracia en 1991. Según las últimas proyecciones, ninguno de los siete candidatos sobrepasa el 30% y el porcentaje de indecisos puede ser determinante. Por primera vez, la principal disputa se produce entre la extrema derecha, que lidera el Partido Republicano de José Antonio Kast, y la izquierda, representada por Gabriel Boric desde la coalición Apruebo Dignidad, que agrupa al Frente Amplio y al Partido Comunista. Quedaron fuera los partidos tradicionales –derecha y centro-izquierda– que se han alternado en el poder durante los últimos 30 años. El futuro presidente tendrá un desafío inédito: acompañar la segunda etapa del proceso constituyente e implementar la nueva Constitución, si así se decide en el plebiscito de salida que se convocará el segundo semestre del próximo año. Además, deberá conducir la recuperación económica tras el impacto de la pandemia y la crisis social e institucional que se arrastra desde el estallido de 2019.
Aunque las encuestas coinciden en posicionar a Kast y Boric como protagonistas del balotaje, hay desconfianza por los desaciertos en las últimas votaciones. El escenario está abierto y muy polarizado. En el fondo, la disputa es entre dos modelos de país totalmente antagónicos que representan, por un lado, el cambio que buena parte de la sociedad reclama con fuerza desde las protestas de hace dos años y, por otra parte, la continuidad o incluso la profundización del sistema actual heredero de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Gabriel Boric, el millenial que puede ser presidente
Con 35 años, Gabriel Boric podría convertirse en el presidente más joven de Chile. La izquierda volvería a gobernar de la mano de un millenial procedente de la región más austral del país –Magallanes y la Antártica chilena–, algo no menor en un país donde el centralismo y el poder van de la mano.
Hace apenas unos meses nadie imaginaba la posibilidad que Boric pudiese llegar a La Moneda. Su candidatura se proclamó tras superar varios obstáculos: desde su aprobación por parte de todas las fuerzas del Frente Amplio, hasta una inesperada victoria en las primarias contra el candidato del Partido Comunista, pasando por la presentación de más de 35.000 firmas que tuvo que recoger en tres semanas para validar su postulación. Contra todo pronóstico, en julio se instaló su nombre como representante de Apruebo Dignidad y, desde entonces, se ha mantenido entre los favoritos.
Descendiente de una familia acomodada de origen croata, por parte de padre, y catalana, por parte de madre, su camino hacia la política institucional no puede separarse de su pasado como líder del movimiento estudiantil chileno. Junto con otros nombres de esta generación, como Giorgio Jackson o Camila Vallejo, que hoy le acompañan al frente de la candidatura, fue uno de los protagonistas de las movilizaciones que en 2011 reclamaron una educación pública, gratuita y de calidad para terminar con el modelo educativo impuesto por la dictadura. "Hay un aprendizaje de Boric desde las organizaciones estudiantiles y en la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) entre 2011 y 2015, cuando las protestas estudiantiles por la reforma de la educación superior fueron más intensas", explica Marcelo Mella, académico de la Universidad de Santiago de Chile y autor del libro Querer poder, y saber, el impacto de la Confech en las movilizaciones estudiantiles 2011-2015.
La notoriedad que acumuló en aquellos años le abrió paso a la política. En 2014 fue electo diputado por Magallanes y en 2017 renovó su cargo con la segunda mayor votación de todo el país. Seguidor de Podemos de España, se ha reunido en varias ocasiones con Pablo Iglesias y con la actual ministra de Igualdad, Irene Montero. Uno de los momentos más difíciles que le tocó enfrentar fue la firma del acuerdo político transversal por una nueva Constitución, justo un mes después del inicio del estallido de 2019. El gesto, que siempre ha defendido, le costó el reproche de parte de sus bases, que consideraron que era una forma para salvar al presidente Sebastián Piñera y frenar la movilización social. "Representa un liderazgo comprometido con construir un proyecto político con mayoría social y marca una diferencia con otras candidaturas de nicho dentro del progresismo", indica Mella. Según él, se ha mantenido en un discurso "a favor construir puentes y diálogo porque entiende que la mejor posibilidad de concretar los cambios es a través de grandes acuerdos".
Sus rivales políticos le reprochan inexperiencia y juventud, aunque él lo positiviza. Entre sus propuestas destacan aumentar el salario mínimo, subir impuestos a los más ricos, reformar el sistema de pensiones, implementar un sistema único de salud y condonar los créditos universitarios. "Es el liderazgo más prominente de una generación de estudiantes que por primera vez pusieron en la agenda nacional una discusión sobre la superación de las instituciones de la dictadura y la superación definitiva de la Constitución de 1980", opina Mella.
Kast, el heredero del pinochetismo
José Antonio Kast preside el Partido Republicano, que fundó en 2019 y se constituyó como partido hace cuatro meses, cuando aparecía como cuarto en las encuestas. Con 55 años, fue concejal durante cuatro años y diputado durante 16 años. Es la segunda vez que intenta llegar a La Moneda. En 2017 lo intentó y obtuvo un 8% de votos (quedó cuarto), luego de escindirse de la Unión Demócrata Independiente (UDI), parte de la coalición de la derecha tradicional chilena, por considerar que era "una derecha light". Su discurso gira en torno a la migración, el orden público y la seguridad ciudadana. Una agenda que le permite hacer campaña con un discurso populista contra las minorías. "El crecimiento de Kast en las encuestas obedece al desprestigio del gobierno de Piñera, cuyo candidato –Sebastián Sichel– ha hecho una campaña penosa, sin propuestas para el país, y se ha visto arrasado por la esperable concentración del voto de la derecha tradicional chilena en torno a la figura de Kast", explica el periodista, historiador y autor de Pinochet. Biografía militar y política, Mario Amorós.
Kast representa una derecha heredera de la dictadura. La semana pasada, comparó el régimen de Pinochet con los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y quiso marcar la diferencia: "No hay punto de comparación con lo que ocurre en las dictaduras de Cuba, donde llevan más de 70 años de dictadura, con la narcodictadura de Venezuela y con la dictadura de (Daniel) Ortega en Nicaragua", expresó. Y añadió: "Lo de Nicaragua refleja plenamente lo que en Chile no ocurrió (con Pinochet): que se hicieron elecciones democráticas y no se encerró a los opositores políticos. Eso marca la diferencia fundamental". Días después matizó: "Yo nunca he negado el tema de que existió un gobierno militar, que fue un gobierno autoritario, de que se cometieron violaciones a los derechos humanos". Según Amoró, Kast "es un revisionista de la dictadura y negacionista de las violaciones a los derechos humanos que se produjeron, aunque él diga lo contrario, porque en su reivindicación a Pinochet se incluyen los crímenes de lesa humanidad".
En varias ocasiones ha defendido a los exmilitares condenados por crímenes de lesa humanidad y cree que deberían ser indultados por razones de salud. "Es un defensor de la dictadura, pertenece al sector de la derecha chilena que en los últimos años ha recuperado la figura del dictador y de su régimen, al que presentan como eficaz en el manejo económico del país", dice el historiador. En el plebiscito histórico de octubre de 2020 se opuso al cambio de Constitución por lo que algunos temen que, de convertirse en nuevo presidente, podría obstaculizar el proceso constituyente en marcha.
El apellido Kast siempre estuvo vinculado a la dictadura. Su hermano Miguel fue uno de los discípulos de Jaime Guzmán, artífice del régimen, y se convirtió en el primer ministro civil bajo las órdenes de Pinochet. Padre de nueve hijos, y católico fervoroso, pertenece al movimiento de raíz alemana Schöenstatt, de línea similar a la del Opus Dei. Su popularidad aumentó con la llegada al poder del exmilitar Jair Bolsonaro en Brasil y el auge de la ultraderecha a nivel mundial. Ha mantenido vínculos con el presidente brasileño, con Vox en España y celebró el triunfo reciente del ultraderechista Javier Milei en Argentina.
La mayoría de sus propuestas giran apuntan a aumentar el orden y la seguridad y proteger a las fuerzas de seguridad del Estado. Además, propone construir una zanja para frenar la inmigración; desregularizar los mercados y la privatizar empresas públicas como la minera Codelco; eliminar el Ministerio de la Mujer y derogar la Ley de Aborto en tres causales, entre otras.
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