ROMA
La globalización, en tiempos del coronavirus, tiene sus contradicciones. Hace unos días, por ejemplo, el Gobierno italiano de Mario Draghi bloqueó el envío de unas vacunas de Astrazeneca con destino a Australia, sobre la base de que dicha compañía no había cumplido todavía con sus entregas dentro de la UE. Y eso que Astrazeneca, además, tiene uno de sus polos de producción precisamente cerca de Roma. Lo mismo está ocurriendo, con otros términos, en relación a otra vacuna, que en los últimos días está causando un fuerte interés por su valor geopolítico.
Atendiendo a las informaciones conocidas en los últimos días, Italia será el primer país de la UE donde se producirá Sputnik, la vacuna anticoronavirus de producción rusa. Para la prensa transalpina, se trata del resultado de una acción geopolítica de Moscú cuyo objetivo sería el de demostrar que Rusia es más efectiva que las multinacionales occidentales a la hora de producir y distribuir las vacunas anticovid. El nombre en sí de la vacuna, Sputnik, evoca de hecho la carrera espacial: cuando en 1957 la Unión Soviética lanzó el primer satélite de la historia. Más allá de lo simbólico, lo cierto es que las autoridades italianas no sabían nada del proyecto de fabricación de la vacuna Sputnik en el país con forma de bota: ¿Cómo es posible?
Tal como se ha podido conocer a lo largo de este primer año de pandemia, los contratos de adquisición de vacunas sí involucran a compañías farmacéuticas y Estados u organizaciones internacionales, como la Unión Europea. Pero cuando se trata de la producción de vacunas, los acuerdos se hacen entre privados: de ahí que, por ejemplo, la vacuna de Astrazeneca se produzca actualmente cerca de Roma y que la fabricación del Sputnik arranque, previsiblemente, el próximo julio cerca de Milán. Todo ello, además, independientemente de que dichas vacunas tengan ya el visto bueno de las autoridades nacionales para ser inyectadas: Astrazeneca, por ejemplo, lleva meses produciendo su vacuna en Italia cuando sólo a finales de enero ha tenido vía libre de la Agencia Europea del Medicamento (EMA).
"Estamos todavía frente a la misma lógica de la carrera espacial hacia la Luna, pero con las vacunas anticovid", escribe el conocido diario progresista italiano La Repubblica: "La efectividad de Moscú se puede explicar a través de dos de sus objetivos. El primero es de tipo propagandístico, es decir, demostrar la eficiencia de la máquina industrial rusa a través de la calidad de la vacuna Sputnik. El segundo, contratar laboratorios que produzcan las dosis que no pueden fabricar en Rusia". Los intermediarios del Kremlin, así pues, ponen todo tipo de facilidades para aumentar su producción.
"¿Por qué los rusos no venden la vacuna Sputnik directamente a la Unión Europea en vez de ir singularmente, país por país, con fines geopolíticos?", preguntó hace unos días Beatrice Lorenzin, diputada del socialista Partido Democrático (PD) y exministra de Sanidad del Gobierno italiano entre 2013 y 2018, bajo los mandatos de Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni. Y añadió: "Están usando la historia del Sputnik a favor de una nueva guerra fría instrumentalizando a los ciudadanos europeos", asegura.
Ante el gran interés suscitado por la prensa italiana acerca del Sputnik en el país, Rusia ha querido responder formalmente. Lo ha hecho a través del embajador ruso en Roma, Sergey Razov, quien, en una entrevista a la agencia de noticias italiana ANSA, asegura que su país "no tiene intención ninguna de imponer a nadie" el Sputnik. Y añade: "Son desconcertantes las interpretaciones publicadas en algunos medios italianos relativas a una suerte de ofensiva diplomático-propagandística para distribuir la vacuna rusa. Incluso se ha llegado a hablar de una colonización de Europa a través de las vacunas". El embajador de Rusia ante Italia, Sergey Razov, asegura que el acuerdo de producción del Sputnik en el país transalpino "es el resultado de negociaciones directas" entre privados.
La vacuna rusa anticovid Sputnik, a día de hoy, no ha sido todavía aprobada por parte de la EMA ni por el resto de países de la UE, a excepción de Hungría y Eslovaquia, que sí lo han hecho en solitario. El pequeño Estado de San Marino, microestado dentro de la Península Itálica, hace menos de un mes fue uno de los primeros países europeos en negociar directamente con Rusia la compra de vacunas Sputnik; a los que hay que sumar Moldavia, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia y Bosnia. Fuera de la Unión Europea, hay más de 40 Estados del mundo que ya han aprobado la utilización del Sputnik, una vacuna que ya se está produciendo en una decena de países, entre ellos India, Corea del Sur y Brasil, además de Rusia. Según se ha conocido en los últimos días, también España es otro de los países que está negociando su producción.
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