Las botas militares sólo no van a arreglar Darfur. Se pueden traer más fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU y la UA, pero sin un acuerdo de paz, sin un pacto político, mantener la paz será un problema'.
Así habla el portavoz de la Misión de la Unión Africana en Sudán (AMIS), Nourredine Mezni. Compuesta por 7.000 soldados y desplegada desde 2004, la misión sufrió el peor ataque a sus fuerzas hace un par de semanas.
Más de 30 carros blindados de un grupo rebelde que la investigación aún no ha identificado atacaron el poblado y la base de AMIS en Haskanita, en la provincia de Darfur Norte. Murieron 10 soldados.
Desde entonces, todo lo que podía empeorar lo ha hecho. Ocurre en muchas guerras: antes de una ronda de conversaciones de paz se producen violentos combates en los que las facciones tratan de arrebatarse terreno y tener una posición más fuerte en la mesa de negociaciones.
En Darfur, un nuevo intento de diálogo está previsto el 27 de octubre en Trípoli (Libia). Y en las últimas semanas, hasta los aliados se han enfrentado entre ellos: el único grupo rebelde que firmó la paz con el Gobierno en 2006 denunció haber sido atacado por su socio. Dijo que hubo más de 40 muertos. El Gobierno lo ha negado.
El deterioro de la situación y el ataque contra la misión de la UA ha sido interpretado de dos formas. Para unos, muestra las limitaciones de dicha misión y la necesidad de que ésta sea reemplazada cuanto antes por una conjunta de la UA y la ONU, autorizada por el Consejo de Seguridad el 31 de julio después de que un presionado Gobierno sudanés prometiera aceptarla, tras meses de rechazo frontal a cualquier presencia militar internacional 'no africana' y 'neocolonialista'.
UNAMID, como se denomina la fuerza híbrida de la ONU y la UA, debe desplegar 26.000 efectivos a partir del 1 de enero de 2008. Para otros, el ataque de Haskanita es un crudo recordatorio de lo que les puede ocurrir a los futuros cascos azules si no vienen bien equipados.
Misión sin medios
Días después del ataque contra la UA, el presidente de Senegal, que ha contribuido con 540 efectivos a AMIS, lanzó un airado comentario: 'Si me entero de que los soldados (de la UA) murieron porque no tenían armas para defenderse retiraré a todas las tropas senegalesas. No voy a enviar soldados a que los masacren', dijo Abdoulaye Wade.
Su preocupación coincide con la que han expresado desde hace meses políticos, analistas y trabajadores humanitarios, que creen que AMIS no tiene los fondos, medios y tropas necesarias para llevar a cabo la misión que se le encomendó: vigilar un alto el fuego violado desde el principio por todas las partes y proteger a la población civil de Darfur, una región del tamaño de Francia.
'Los soldados están comprometidos y tienen un espíritu de dedicación encomiable, pero su equipo es deplorable y obsoleto', confiesa un empleado de la ONU en Darfur.
Aumento de presupuesto
El director para África de Human Rights Watch, Peter Takirambudde, ofrece un dato revelador: el presupuesto de AMIS asciende a 400 millones de dólares anuales. El de UNAMID, la misión que la sustituya, será de 2.000 millones.
'La fuerza híbrida debe tener las tropas, helicópteros y equipo para funcionar como una fuerza de reacción rápida y actuar como elemento de disuasión. Si no se pueden mover de la base no lograrán gran cosa', estima Takirambudde.
El jefe del Departamento de Misiones de Paz de la ONU, Jean-Marie Guéheno, coincide. Quiere 'tropas muy móviles con capacidad de dominar cualquier situación', pero, advierte, a la ONU le faltan 24 helicópteros.
Una cosa está clara para todos, y es que, paradójicamente, la situación actual en Darfur es mucho peor desde que se firmó el acuerdo de paz en mayo de 2006.
Entonces había dos grupos rebeldes principales, el Movimiento de Liberación de Sudán liderado por Minni Minawi, que firmó el acuerdo, y el Movimiento por la Justicia y la Equidad, que lo rechazó.
Desde entonces, los rebeldes se han dividido en infinitas facciones que a menudo luchan entre ellas, además de combatir al Gobierno y a sus milicias aliadas, los yanyauid. Es difícil, si no imposible, que todas participen en las conversaciones. Cada facción exige una cosa: unas, que sólo vayan a Libia las grandes y otra, que vayan todas.
Una tercera se niega a ir si no hay antes un alto el fuego. Con esa multiplicidad de actores peleando por protagonismo, es difícil confiar en que de Trípoli salga un acuerdo sólido, precisamente lo que muchos consideran indispensable para que las cosas mejoren.
'La comunidad internacional continúa centrada en la vía militar, a expensas de la política, necesaria para asegurar un acuerdo de paz durable', estima el Proyecto Enough, fundado por John Prendergast, antiguo directivo de International Crisis Group.
Otros difieren: 'En el mundo ideal sería deseable tener un nuevo acuerdo antes de desplegar 26.000 soldados, pero en algunos complejos conflictos africanos no es posible', opina Takirambudde, que cree que con un mandato robusto y la fuerza necesaria, la ONU y la UA podrían al menos proteger mejor a los civiles.
Catástrofe humanitaria
Mientras, la situación humanitaria sigue siendo catastrófica. 'Está mucho peor que hace un año', explica Fernando Arroyo, el responsable de la Oficina Humanitaria de la ONU (OCHA) en El Fasher, capital de Darfur Norte.
'En lo que va de año ha habido 300.000 nuevos desplazados. Hay mucha violencia que está forzando a la población a huir'. Arroyo destaca otro hecho preocupante. 'Las organizaciones internacionales tienen cada vez menos acceso a la población que precisa ayuda porque ha habido un gran aumento de la violencia contra ellas. En 2007 llevamos 104 vehículos robados a punta de pistola'.
'El problema es que los 26.000 soldados tardarán por lo menos un año en desplegarse por completo, así que el impacto no será inmediato', subraya desde Jartum Alun McDonald, de Oxfam.
'Darfur es muy grande y no hay carreteras. Incluso una fuerza de ese tamaño tendrá dificultades'. Es difícil ser optimista', concluye McDonald.
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