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El presidente Bashar al Asad está tratando de superar el dramático contexto adverso que envuelve a Siria desde el inicio de la guerra civil en marzo de 2011, y para ello está dispuesto a dialogar con los mandatarios árabes de la región, aunque la presión de Occidente es de tal magnitud que apenas le deja margen de maniobra.
El pasado fin de semana se le presentó la ocasión de viajar a los Emiratos Árabes Unidos para entrevistarse con el príncipe Mohammad bin Zayed, quien está metido en todos los conflictos de la región bajo la tutela de Israel. Fue el primer encuentro de Bashar al Asad con un mandatario árabe desde hace más de una década.
Los comunicados de las dos partes no aclararon demasiado el contenido de la reunión, pero posteriormente la prensa hebrea ha aportado algunos datos reveladores después de que dos días más tarde el primer ministro Naftalí Bennett se reuniera en el balneario de Sharm al Sheij con el presidente Abdel Fattah al Sisi y con el propio príncipe Bin Zayed.
Aunque el encuentro de Sharm al Sheij debía ser "secreto", y por ese motivo Bennett no se llevó al fotógrafo oficial que le acompaña en todos sus desplazamientos, el presidente Sisi dispuso que hicieran una foto de los tres y la difundieran inmediatamente.
Los medios hebreos han indicado que durante la reunión tripartita se discutió de la posibilidad de que Siria se reintegre en la Liga Árabe, así como de las implicaciones que ello podría tener para el estado judío y para la región en general.
En la actual coyuntura, a Israel se le presenta la oportunidad de presionar a Siria para que expulse a los iraníes presentes en este país y que han contribuido, junto con Rusia, a mantener al presidente Asad en el poder durante la guerra civil impulsada por Occidente.
El miércoles el ministro de Exteriores iraní viajó a Damasco y se reunió con Asad, con quien sin duda abordó el viaje a los Emiratos del presidente sirio, un viaje que fue criticado por Washington en términos bastante duros. Los americanos consideran que Asad debe continuar aislado y que todos los países deben participar en ese ostracismo.
Pero el príncipe Bin Zayed, que coordina con Israel las activas políticas exteriores de los Emiratos, tiene sus propias ideas. Como se ha notado, una de las características de Bin Zayed es la "dualidad" que dirige sus relaciones extranjeras, es decir tratar con una parte y con la parte enemiga al mismo tiempo, pero siempre con el claro objetivo de combatir como sea el islam político.
Esta "dualidad" se ha manifestado en numerosas ocasiones, como ahora está ocurriendo con Turquía, donde Bin Zayed al mismo tiempo dialoga con el presidente Recep Tayyip Erdogan y con el movimiento rival Gülen. En este sentido dual, su reunión con Asad fue seguida dos días después de la reunión con Bennett. El príncipe suele poner al mismo tiempo una vela a Dios y otra al diablo sin que ello modifique sus expansivas políticas en Oriente Próximo, y sin que a menudo se sepa quién es Dios y quién el diablo.
La maltrecha situación en Siria está congelada y no está claro si la crisis de Ucrania incidirá de alguna manera en el país de Bashar al Asad. Lo que sí que está claro es que ni Occidente ni Damasco van a cambiar de actitud, lo que significa que la consecuencia más inmediata será el sufrimiento de millones de civiles, pues tal es el aceite de ricino que Washington e Israel dispensan cuando no se siguen sus directrices, como puede verse en el caso de Irán.
El problema central es que Washington y Tel Aviv, con la connivencia de Europa, solo están interesados en destruir (han destruido mucho) y no en proponer una alternativa viable a los ubicuos gorgoritos a favor de una fabulosa democracia liberal que en el caso de Siria ni es realista ni aplicable. Lo más probable es que una hipotética desaparición del presidente Asad condujera a un caos de enormes proporciones con consecuencias más allá de Oriente Próximo.
Los comunicados de Sisi y del príncipe Bin Zayed fueron genéricos. Indicaron que se había discutido la estabilidad de los mercados de energía y alimentos, la seguridad, y "asuntos internacionales y regionales", sin proporcionar más detalles. Tanto los Emiratos como Arabia Saudí se están resistiendo a incrementar la producción de petróleo para frenar sus precios porque exigen a cambio a Washington contrapartidas políticas y militares.
Mientras Siria es un estrecho aliado de Irán, los tres mandatarios reunidos en Sharm al Sheij están en el otro bando y se oponen a que Washington restablezca el acuerdo nuclear de 2015. Israel sabe que este asunto ha sido crucial para que florezcan sus políticas en Oriente Próximo y que por medio de él ha conseguido unificar a los países árabes y convertirse en la potencia hegemónica de la región.
La fotografía de los tres mandatarios que Bennett no quería y que Sisi se empeñó en divulgar concede al presidente egipcio un estatus internacional que le viene bien para hacer frente a los desafíos internos. El lunes Sisi se vio obligado a devaluar la moneda en un 14 por ciento y el precio de las importaciones de trigo se ha disparado.
La situación en Siria es todavía más dramática, lo que explica el viaje de Asad a Dubai. Sin embargo, no hay que esperar grandes cambios en la región a menos que la resolución de la crisis de Ucrania tenga repercusiones importantes en la zona, algo que no puede descartarse.
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