O yo, o el caos. Ante esa disyuntiva intentó colocar a los franceses ayer un Nicolas Sarkozy que trata de exorcizar el poder de la huelga que está paralizando Francia. El presidente francés, que impulsa un plan de recorte de pensiones rechazado por los ciudadanos, dramatizó al máximo e imaginó un país que estaría al borde del caos. Y eso precisamente en el día en que se produjo una nueva jornada de manifestaciones masivas y pacíficas en apoyo a los huelguistas y cuando los sindicatos siguen demostrando su capacidad organizativa para colapsar el sector de carburantes.
Hubo incidentes entre jóvenes y policías en Lyon, la aglomeración francesa donde la segregación urbana entre el centro rico y las barriadas pobres es más salvaje. También hubo algo de tensión en el cortejo juvenil de París.
El 71% de la opinión pública respalda las movilizaciones
Pero lo que se desprendió de esta novena jornada de acción, con 3,5 millones de manifestantes según los sindicatos y huelgas de apoyo a los sectores más movilizados, no fue en absoluto una sensación de desorden. La Francia republicana dijo de nuevo lo que Sarkozy no quiere escuchar desde hace casi ocho meses: no a su plan de endurecer el acceso a la pensión, elevando de 60 a 62 años la edad mínima legal y de 65 a 67 la que da derecho al 100% de la prestación.
Desde Deauville (costa oeste), donde terminaba una cumbre con Rusia y Alemania, el presidente reclamó 'responsabilidad del conjunto de actores para que las cosas no traspasen ciertos límites'. Y anunció que va a tomar 'medidas' contra los bloqueos y las refinerías para 'garantizar el orden'. 'En una democracia, cada cual puede expresarse, pero debemos hacerlo sin violencia y sin desbordamientos', aseveró. 'Hay gente que quiere trabajar y no debe quedar privada de gasolina', concluyó.
El primer ministro, François Fillon, se reunió ayer con los proveedores para ver cómo hacer frente a la situación. 'En cuatro o cinco días estará solucionado el problema de la escasez de gasolina', dijo Fillon.
El presidente acusa a los militantesde usar la violencia para expresarse
Sarkozy quiere dar la imagen de que es él quien controla la situación y decide. Sin embargo, la parte referente a 'bloqueos y refinerías' y la 'garantía del orden' que el presidente asegura que se dispone a imponer, tiene algo de falsedad. Quedó demostrado el lunes, cuando, tras una operación de 'garantía del orden' en la refinería de Grandpuits (cerca de París) se saldó con un queroseno circulando que no reúne las garantías de seguridad mínimas. Como decía ayer un sindicalista de la Confederación general del Trabajo (CGT) de Grandpuits, 'no son los policías quienes saben manejar las válvulas'.
También lo tiene difícil Sarkozy para lanzar ya de forma generalizada a la policía contra los piquetes de las refinerías, de los camioneros y de los empleados de depósitos intermedios: estos cuentan con el apoyo del 71% de la opinión pública. Las encuestas demuestran que, pese a los atascos y penuria de carburante, todo el mundo ha comprendido la importancia de lo que está en juego: las pensiones públicas, pilar del modelo social francés, esto es, del Estado del bienestar europeo.
Lo que presagian las palabras de Sarkozy es algo más hilado y cuyas señales precursoras empezaron a verse ayer. En Niza (sureste), al término de la manifestación, miles de personas quisieron ir al aeropuerto a expresar su apoyo al personal de suelo huelguista: la policía se lo impidió y les cerró el paso. No hubo incidentes.
En Lorient (Bretaña), varios cientos de personas quisieron ir a reunirse con los huelguistas de un depósito petrolero del puerto. La policía les cerró el paso y allí, ciudad marinera y obrera, sí hubo choques.
En Lyon, la policía juega con la juventud desesperada de las barriadas. Desesperada porque de allí salió hace 27 años la marcha de sus padres y a veces sus abuelos: la Marcha por la Igualdad de SOS Racismo; y no sólo la fractura social no ha sido absorbida, sino que ha empeorado.
Además de los bloqueos de refinerías e innumerables cortes de carreteras, la huelga fue amplia ayer en trenes, aeropuertos y correos, entre otros sectores, con tasas de participación de entre el 40% y el 14%, según los centros.
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