Bruselas
"Ya no hay más compras en Milán; fiestas en Saint Tropez; ni diamantes en Amberes. Y este es solo el primer paso". Con este tuit, borrado poco después, ha detallado Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE, las sanciones que el bloque comunitario ha impuesto a Rusia por el reconocimiento de las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk.
24 horas después del movimiento del Kremlin, los europeos han articulado su primer castigo contra Rusia. La lista negra que los ministros de Exteriores han rubricado en un encuentro extraordinario en París incluye a 351 diputados que votaron a favor del reconocimiento y a 27 altos cargos. Pero no afectarán al presidente ruso, Vladimir Putin, responsable último de la decisión. También censuran a los bancos encargados de financiar las operaciones. El objetivo es obstaculizar el comercio con las autoproclamadas repúblicas del Donbás, pero el paso que más daño hará a a Rusia será su aislamiento del mercado de valores europeo.
Son sanciones mucho más rápidas y más firmes que las adoptadas tras la anexión de Crimea en 2014. Y la mayor prueba de ello ha sido la paralización del polémico gaseoducto Nord Stream II por parte del Gobierno alemán. Una decisión impensable hace unos días y que la propia Angela Merkel evitó hace ocho años con la primera agresión a Ucrania. El Gobierno ruso ha cuantificado en los europeos "pronto pagarán 2.000 euros por 1.000 metros cúbicos de gas natural". El movimiento llega en un momento de volatilidad de los mercados energéticos que se ha traducido en precios récords en las facturas de la luz, pero los europeos llevan meses preparando planes de contingencia y nuevos acuerdos con otros países para cubrirse ante eventuales cierres de grifo de su principal administrador: Rusia.
Aun así, las medidas europeas no son todo lo duras que el propio Borrell y otros países querían. De momento, la UE enseña los dientes, pero da su bocado final. En la reserva se guarda su gran as en la manga: las sanciones económicas que prepara desde hace semanas y que están llamadas a asestar un golpe de altura a las cuentas y a las exportaciones del país. Todo parece indicar que la gran munición en torno a la madre de todas las sanciones se reserva para el peor escenario: el ataque abierto de Rusia a Ucrania.
Pero, ¿qué posibilidades hay de que Moscú y Kiev entren en combate abierto? Este escenario no conviene a ninguno de los dos. Aunque la UE y la OTAN sospechan y temen que Putin no frenará su afrenta con en el reconocimiento de las dos provincias del Donbás e irá más allá. En Bruselas contemplan varios escenarios, pero el que toma más fuerza es el que apunta a una anexión de Donest y Lugansk. Unos territorios que 'de facto' ya se encontraban bajo la batuta de las fuerzas prorrusas apoyadas por Moscú. Llegados a este paso, los europeos adoptarán más sanciones. El reto será seguir conservar la unidad. En esta ocasión, los Veintisiete han actuado con unidad y rapidez pero sanciones más severas se traducirán también en resistencias más fuertes, especialmente de los países más rusófilos como Hungría.
Además, en las últimas horas, Putin ha pedido al Senado que autorice el despliegue de tropas en el extranjero y ha anunciado que evacuará a su personal diplomático de Ucrania. Los mensajes que llegan desde ambos lados no dan visos de desescalada. La OTAN ha celebrado hoy una reunión de emergencia con Ucrania. El tono de su secretario general, Jens Stoltenberg, ha sido elevado. "Todo indica que Rusia sigue preparando un ataque en toda regla contra Ucrania", ha señalado el ex primer ministro noruego aseverando que Europa vive su momento más difícil en una generación. Además, la Alianza Atlántica asegura tener pruebas de que soldados rusos están abandonando sus puestos para desplazarse a posiciones de combate.
La OTAN y Estados Unidos no entrarán en el cuerpo a cuerpo militar con Rusia. Esa es la gran diferencia de no formar parte de la Alianza Atlántica. Pero un choque armados entre Moscú y Kiev tendría consecuencias humanas y económicas incalculables. Por ello, el mensaje en bloque que sale desde la capital comunitaria es pedir a Putin que desescale, que se comprometa de "buena fe" en el diálogo y que revierta las últimas acciones. "Nunca es tarde para evitar la guerra", le dicen desde Bruselas.
¿Tiene oportunidad la vía diplomática?
La OTAN, EEUU y la UE continúan coordinando su respuesta a todos los niveles. Pero las primeras lecturas de la situación ya arroja ciertas diferencias de cómo cada uno ve lo que está ocurriendo. "Es el inicio de una invasión rusa a Ucrania", asegura Joe Biden, presidente estadounidense. "Lo que vemos es un país que ya estaba invadido sufriendo otra invasión", analiza Stoltenberg. "No es una invasión en toda regla, pero las tropas rusas entran en el Donbás y para nosotros esto es territorio ucraniano", afirma Borrell.
Los acontecimientos de las próximas horas serán clave. Varios países como EEUU o Hungría han mostrado su disposición de enviar refuerzos militares a las fronteras del flanco oriental. Y entre tanta tensión acumulada lo que se desinfla es la vía diplomática. El Elíseo y la Casa Blanca están perdiendo el apetito en apelar a encuentros de alto nivel que arrojen compromisos concretos. Consideran que corresponde a Rusia enviar señales claras de que está interesado en que el diálogo llegue a buen puerto. Moscú llevaba semanas negando que planease un ataque a Ucrania y se reía de la "histeria" de Occidente, pero ha terminado dando pasos que en la capital comunitaria describen como "fragante violación de la integridad territorial de Ucrania", del Derecho Internacional y de los acuerdos de Minsk.
Las exigencias de Putin, especialmente la de echar el cerrojo de Ucrania a la puerta de la OTAN, son rechazadas con contundencia por la eje transatlántico. En Bruselas asumían que el presidente ruso no claudicaría sin obtener nada a cambio de esta confrontación. Primero porque mermaría su imagen pública dentro de casa; y segundo porque dejaría de ser temido por los líderes del resto del mundo. Si la crisis frena en la situación actual, existen dos escenarios: la reactivación de los canales diplomáticos o la consumación del status quo, como ya ocurrió con Crimea.
Sin embargo, la coyuntura actual ha dejado patente que lo que está en juego es mucho más que el futuro de Ucrania. Es un nuevo orden global y toda la arquitectura de seguridad europea. Por ello, es probable que una vez pasada la tormenta, Rusia y Occidente se vean forzados a sentarse en la misma mesa para repensar su relación. Rusia y la UE están conectados por una frontera física y están condenados a entenderse. La buena noticia a coro plazo es que a pesar de la tensión creciente, la vía diplomática continúa abierta. La gran incógnita de cara al futuro es quién terminará cediendo en qué aspectos. Y la mala noticia es que la desconfianza entre ambos bloques está en mínimos históricos que serán difíciles de remontar.
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