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Entre los resultados de todos los partidos de las elecciones europeas del pasado 9 de junio hubo uno que, por proceder de Alemania, pasó desapercibido en España. Se trata del partido alemán Alianza Sahra Wagenknecht por la Razón y la Justicia (BSW por sus siglas en alemán), fundado cinco meses antes de los comicios como una escisión de La Izquierda (Die Linke) a la que ha superado con más del doble de votos. BSW obtuvo un 6,20% de las papeletas y 6 diputados frente al 2,70% de Die Linke y sus 3 diputados.
BSW nació el pasado enero a partir de una asociación creada en septiembre por la diputada Sahra Wagenknecht, tras abandonar la dirección de Die Linke. Doctora en Ciencias Económicas, Wagenknecht fue miembro del Parlamento Europeo desde julio de 2004 hasta julio de 2009, y desde 2009 es miembro del Bundestag alemán.
Sahra Wagenknecht plasmó en su libro, recién traducido en España, Los engreídos. Mi contraprograma en favor del civismo y de la cohesión social (Lolabooks), el ideario de su partido, toda una enmienda a lo que ella considera la deriva por la que ha discurrido la actual izquierda europea y parte también de la latinoamericana.
Para Wagenknecht y su nuevo partido, la izquierda europea actual ha adoptado unas posiciones alejadas de los sectores populares y trabajadores, centrándose en reclamar luchas identitarias que fragmentan a la población en lugar de cohesionarla hacia reivindicaciones sociales universales. Sus críticas también se dirigen contra los discursos medioambientales mayoritarios que castigan a los sectores más humildes con tasas e impuestos ecológicos, mientras no afectan a las personas de mayor poder adquisitivo que pueden asumir todos esos gastos y que en ocasiones incluso disfrutan de ayudas públicas ecológicas.
Sahra Wagenknecht suscita reacciones encontradas. Unos la acusan de adoptar el discurso de la ultraderecha, negacionista y xenófobo. Lo que algunos descalifican con la denominación de "rojipardo". Otros, en cambio, ven en ella una nueva esperanza para la izquierda que recupera los valores tradicionales de justicia social, de ahí su relativo éxito en las elecciones europeas.
Se han celebrado elecciones al Parlamento Europeo y, tal y como muchos preveían, se ha disparado el apoyo a la ultraderecha y caído el voto a la izquierda, especialmente al Grupo Verde y The Left. Usted anunció esto, creó un nuevo partido y se salió de Die Linke. Su partido ha tenido más del doble de votos que Die Linke. Pero vayamos por partes. ¿Por qué ha perdido votos la izquierda?
Hoy en día, quien quiere expresar su descontento contra la política imperante no suele votar por la izquierda, sino por la derecha y en lugar de preguntarse por las razones de esto, a los votantes a menudo se les suele insultar y calificar de estúpidos o de nazis. Sin embargo, hasta ahora, los partidos de derecha aparentemente han sido más capaces de abordar los problemas de las personas que se sienten abandonadas y amenazadas por los cambios que están teniendo lugar en su mundo.
Está claro que el enfoque y la actitud de algunos sectores de la izquierda son percibidos por muchos ciudadanos como arrogantes y engreídos. Además, los partidos de izquierda, cuando participan en los gobiernos, a menudo no logran mejorar las condiciones de vida de la mayoría más pobre de la población. Creo que las fuerzas de izquierda pierden cuando se distancian de las necesidades e intereses de la mayoría trabajadora. El partido de izquierda en Alemania [Die Linke] hace política pensando en activistas con formación académica en las grandes ciudades y no se están dando cuenta de que están despreciando a sus antiguos votantes y simpatizantes.
Además, Die Linke no tiene una posición clara sobre la guerra en Ucrania. Nosotros, la BSW, rechazamos el suministro de armas a zonas de guerra y pedimos la vuelta a la diplomacia y a la distensión. Algunos en la izquierda, sin embargo, apoyan las entregas de armas e incluso han tratado de desautorizar el apoyo a las conversaciones de paz o la participación en manifestaciones por la paz calificándolos como de derecha. Por supuesto, todas estas actitudes favorecen a la derecha.
En su libro 'Los engreídos' analiza lo que llama el "liberalismo de izquierdas". ¿Lo puede explicar brevemente?
En la clase media académica de las grandes ciudades nos encontramos con un entorno liberal de izquierda que tiende a ver sus propios privilegios y hábitos de consumo como virtudes morales. La gente compra en tiendas naturistas, valora el lenguaje políticamente correcto, está comprometida con la protección del clima, los refugiados y la diversidad y mira con arrogancia a las personas que nunca han podido ir a la universidad, viven en entornos de ciudades pequeñas o rurales y tienen que luchar mucho más duro para mantener la poca riqueza que tienen.
En realidad, ese "liberalismo de izquierda" no es ni de izquierda ni liberal, ya que consolida la desigualdad social y promueve una intolerante "cultura de la cancelación".
Usted señala dos grandes problemas en la izquierda: estar al servicio de una élite universitaria urbana, tal y como ha afirmado ahora, y centrarse en las políticas y reivindicaciones identitarias. ¿Puede explicarlo?
En particular, los entornos privilegiados viven cada vez más en su propia burbuja y comprenden cada vez menos las necesidades de las personas menos favorecidas. Con sus políticas identitarias, no garantizan la igualdad de derechos y oportunidades de avance, sino que dividen a la sociedad a través de políticas clientelistas para minorías seleccionadas.
En lugar de debates objetivos sobre la solución de importantes problemas sociales, experimentamos prohibiciones del pensamiento y del lenguaje. La moralización reemplaza al razonamiento. Cualquiera que piense o hable diferente, tenga un estilo de vida diferente o, por ejemplo, aborde los problemas asociados con la inmigración descontrolada, rápidamente es tildado de nazi, racista o campesino. No es casual que aquellos que se ven obligados a trabajar por bajos salarios vean la inmigración de manera diferente que quienes ganan más y están contentos con contratar a una niñera o a un fontanero baratos.
Le acusan de muchas cosas, así que comenzaré con una cuestión previa, ¿usted y su nuevo partido son de izquierda?
La pregunta es qué se entiende por izquierda. Hoy en día, mucha gente asocia esto con debates distantes, políticas de identidad y paternalismo en lo que respecta a cuestiones alimentarias y lingüísticas. Para mí, la política de izquierda significa comprometerse principalmente con aquellos que no provienen de una familia rica y tienen que ganarse la vida trabajando duro. En términos de política exterior, para mí la izquierda significa abogar por la paz, la solución diplomática a los conflictos y el desarme global.
Entonces, ¿puede explicarme mejor cuáles son esos valores que, en su opinión, ha perdido el discurso de la izquierda, y usted está intentando recuperar en su proyecto?
Términos que tradicionalmente se asocian con la izquierda, como progreso, cambio, reforma o revolución, ya no se asocian con la esperanza de una sociedad mejor, sino que se perciben como una amenaza. Esto sucede porque la mayoría de las "reformas" de las últimas décadas no han traído ninguna mejora a la gente, sino más bien un deterioro social.
También vivimos en un mundo de agitación, guerras y catástrofes en el que muchas personas anhelan más seguridad y estabilidad. Esto incluye seguridad social, un empleo seguro, precios estables, pero también paz y protección contra la violencia y el crimen crecientes. La gente quiere vivir en un entorno seguro y estable, pero la migración descontrolada ha provocado que los barrios cambien rápidamente en muchos lugares.
El "cambio de época" [hace referencia al discurso de Scholz del 27 de febrero de 2022 tras la invasión rusa a Ucrania] del semáforo [la coalición del gobierno federal se conoce como Ampel (semáforo) en referencia a los colores asociados a los tres partidos coaligados: rojo SPD, amarillo FDP y verde] está agravando un rumbo que lleva a Alemania al declive y al borde del desastre.
Creo que hacemos bien en recoger el deseo de seguridad y estabilidad de muchas personas y combinarlo con las tradicionales reivindicaciones de izquierdas de paz y justicia social.
Su éxito electoral, creo que lo podemos llamar así, ¿muestra el camino para la izquierda europea y la forma de frenar a la ultraderecha?
En mi opinión, la forma en que muchos llevan a cabo la "lucha contra la ultraderecha" ha contribuido significativamente al fortalecimiento de esta ultraderecha. Creo que es incorrecto renunciar a valores sólo porque también están aceptados por la derecha o insultar abiertamente y calificar de nazis a las personas que por desesperación votan por un partido de ultraderecha.
Los partidos de derecha avanzan electoralmente cuando pueden presentarse con éxito como fuerzas que hacen política contra "el establishment" y "los de arriba", lo que normalmente no tiene nada que ver con la realidad. El AfD en Alemania hace política para quienes ganan más y para los refugiados fiscales, no para la mayoría trabajadora.
Leyendo lo que dice la prensa española sobre usted aparecen algunas acusaciones que, en cambio, no deduzco de la lectura de su libro. Me gustaría que respondiera a esas acusaciones. Una de ellas es la de xenofobia por su posición ante la emigración. ¿Puede explicar su posición ante la emigración y en qué medida es diferente o no a la de la ultraderecha?
Alemania ha acogido a muchos refugiados en un corto período de tiempo, primero de Siria y otras zonas de guerra en Medio Oriente, y ahora de Ucrania. También hay inmigrantes de países de Europa del Este, entre otros. Muchos municipios se ven irremediablemente desbordados ante la acogida y atención de tanta gente.
Opinamos que la inmigración debe controlarse y limitarse, porque de lo contrario la integración no podrá tener éxito. Rechazamos la exigencia de fronteras abiertas porque no es factible. Especialmente si se quiere preservar el derecho básico de asilo, hay que diferenciar entre las personas que realmente están siendo perseguidas en su país de origen y las muchas personas que sólo esperan una vida mejor. La inmigración no puede resolver los problemas sociales del mundo. En algunos casos, incluso empeoran cuando robamos especialistas capacitados procedentes de los países pobres. Esto no tiene nada que ver con la xenofobia, sino con la razón y el realismo.
También le acusan de antivacunas. Su libro se publicó originalmente en 2021, aunque es ahora cuando se publicó en español. ¿Cuál es su posición en estos momentos sobre la pandemia de covid y esa acusación?
No tengo nada en contra de las vacunas clásicas que realmente conducen a la inmunidad. Pero eso nunca fue el caso con las vacunas contra la covid: incluso aquellos que estaban vacunados podían infectar a otros, y muchos enfermaron de covid a pesar de estar vacunados. Además, se trataba de vacunas nuevas, cuyos riesgos no pudieron investigarse adecuadamente en tan poco tiempo.
Posteriormente siento que los acontecimientos han confirmado mi posición, pero en aquel momento la reacción fue muy hostil, se desató una verdadera histeria. Quien no se vacunaba contra la covid era difamado y excluido de la vida pública y, a veces, incluso de la vida profesional. No hay justificación para esto y es necesario abordar esta injusticia.
También es necesario aclarar los dudosos acuerdos comerciales sobre mascarillas y vacunas. No puede ser que las empresas farmacéuticas se beneficien de miles de millones de dólares sacados de los bolsillos de los contribuyentes. Tampoco debe volver a suceder que las familias se queden en la estacada. En Alemania, escuelas y guarderías estuvieron cerradas durante muchos meses, con graves consecuencias para niños y jóvenes.
También señala que el discurso medioambientalista de la izquierda está afectando negativamente a los sectores populares. ¿Puede explicarlo? ¿Debemos abandonar la lucha medioambiental?
No debemos abandonarla, pero tenemos que actuar sobre los responsables en lugar de simplemente actuar sobre los precios. La calefacción y el combustible deben seguir siendo asequibles, al igual que los alimentos. El discurso ecológico, tal como lo lideran algunos Verdes, es profundamente hipócrita. Hacen que la gente se sienta culpable por comer carne o conducir un coche con motor de combustión, pero al mismo tiempo construyen terminales de GNL (Gas Natural Licuado) en reservas naturales para importar a gran escala gas sucio de fracking de EE.UU.
Los Verdes, en particular, defienden una política de confrontación de bloques que conduce a una nueva carrera armamentista que devora billones de dólares: ¡eso es una auténtica locura! Si queremos evitar la catástrofe climática, debemos volver a una política de distensión y diplomacia, porque los problemas globales sólo pueden resolverse mediante la cooperación global.
¿Cree que en otros países europeos, por ejemplo en España, la izquierda debería abordar una evolución como la suya? ¿Cómo deberían hacer?
No puedo juzgar eso desde la distancia. Me alegra que otros aprendan de nuestras experiencias, pero probablemente no exista una fórmula mágica para el éxito político. Las situaciones problemáticas difieren de un país a otro y la estrategia respectiva debe adaptarse a las condiciones sociales y políticas del lugar.
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