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Rusia apuesta, con su ataque a Járkov y el cambio en Defensa, por alargar la guerra y desgastar a Ucrania y Occidente

Putin da un giro a su estrategia en Ucrania con la ofensiva de Járkov, el cambio del ministro de Defensa y la apuesta por desgastar a Occidente en una guerra muy larga.

Andrei Belousov
Andrei Belousov, nuevo ministro de Defensa de Rusia, este lunes 13 de mayo durante su primer acto en el cargo. Servicio de prensa ruso / EFE | EPA

El presidente ruso, Vladímir Putin, de nuevo ha sorprendido a su círculo interno en el Kremlin y a Occidente con un inesperado golpe de timón de la estrategia militar en Ucrania. Putin ve inevitable un conflicto largo que favorezca los intereses rusos y debilite a los aliados occidentales de Kiev. Para ello, apuesta por ampliar la línea del frente hacia Járkov, para desgastar al ejército ucraniano, y pone como nuevo ministro de Defensa a un tecnócrata que impulse el complejo militar y la economía de guerra en Rusia.

La semana pasada, todas las alarmas saltaron cuando tropas rusas empezaron a incursionar en Járkov, una región del norte de Ucrania tradicionalmente rusófona y con el mayor potencial industrial del país. Ya al principio de la guerra, las fuerzas rusas trataron de tomar Járkov, pero fueron expulsadas de todas las localidades que habían capturado en una desbandada que evidenció la mala organización de la invasión de Ucrania.

Pero la maquinaria militar que Rusia ha puesto ahora en marcha contra Járkov no tiene nada que ver con la que entró en combate en aquellos caóticos días de fines de invierno y la primavera de 2022. No solo está mucho mejor provista de medios, sino que aprovecha las graves carencias por falta de municiones y hombres que está sufriendo el Ejército ucraniano tras el corte de suministros bélicos estadounidenses y la reducción de los aportes europeos durante casi medio año.

No está claro aún si Rusia quiere conquistar Járkov, pagando un precio altísimo en material militar y en hombres, o si se trata de una añagaza para obligar a los ucranianos a desplazar tropas al norte y debilitar la defensa del flanco oriental, donde la presión rusa es muy importante en la región del Donetsk desde hace semanas y donde el objetivo de conquistar todo el Donbás sería menos costoso.

El frente de Vovchansk

En cualquier caso, pocos dudan de que la ofensiva rusa vaticinada en marzo y abril ya está en marcha con esa doble dirección: Donetsk y Járkov. El Ejército ruso está avanzando hacia Vovchansk, una ciudad de unos 20.000 habitantes cercana a la frontera y cuya captura daría a las tropas del Kremlin una cabeza de puente hacia Járkov, capital de la región del mismo nombre.

El domingo, el Ministerio de Defensa ruso informó de la captura de los pueblos ucranianos de Gatishche, Krasnoye, Morojovets y Oleinikovo, en la frontera con Rusia. El sábado ya habían sido tomadas otras cinco localidades y este lunes la misma amenaza se cernía sobre Liptsi, Neskuchnoye y Veseloye.

El propio alto mando de Ucrania ha reconocido progresos "tácticos" rusos en la zona fronteriza de la región de Járkov, donde además, desde el viernes pasado, cuando esta ofensiva empezó a tomar forma, han sido evacuadas cerca de 4.000 personas. "La situación es complicada", reconoció este lunes el gobernador de la región de Járkov, Oleg Sinegúbov.

"En pocas palabras, la línea del frente se está expandiendo a la vez que el enemigo avanza desde múltiples posiciones", advirtió.

El vicecomandante de la Tercera Brigada de Asalto de Ucrania, Maksim Zhorin, dio a la situación si cabe un tono más inquietante: "Hasta ahora parece que están poniendo a prueba nuestra línea de defensa. El enemigo no ha desplegado todavía sus fuerzas principales".

Renovación de la cúpula de Defensa rusa

Al tiempo que esta ofensiva tomaba forma y no se limitaba a unas escaramuzas en la frontera norte de Ucrania con Rusia, este fin de semana Putin daba otro golpe de mano y cesaba al hasta ahora ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, uno de sus halcones más cercanos, que ocupaba ese puesto desde hace casi 12 años.

Este movimiento, que en un principio podía parecer un castigo contra Shoigú por los fracasos del primer año de guerra, pronto mostró que escondía un sentido más profundo. Shoigú no solo no era apartado del círculo interno del Kremlin, sino que era nombrado como nuevo secretario (máximo responsable) del todopoderoso Consejo de Seguridad de Rusia, en sustitución del antiguo jefe de espías Nikolái Pátrushev.

Además, Shoigú entra a formar parte de la Comisión Industrial Militar de Rusia y ésta es la clave del cambio en la cúpula militar, cuyo jefe del Estado Mayor seguirá siendo Valeri Guerásimov, con lo cual no se rompe ninguna cadena de mando y los aspectos militares de la guerra quedan en manos de quien está haciendo esa guerra y reporta directamente a Putin.

Por una economía de guerra

El nuevo ministro de Defensa, y he ahí la segunda clave, será Andréi Belóusov, ex ministro de Desarrollo Económico y buen conocedor de las entrañas económicas de la Federación Rusia y de dónde se puede sacar más dinero para alimentar la maquinaria de guerra rusa.

Es decir, Putin estaría impulsando con estos cambios la fortaleza de la "economía de guerra" rusa que, hasta el momento, ha esquivado el impacto de las sanciones internacionales y ha puesto en marcha un complejo militar sin parangón y con la economía al servicio de la contienda y la producción masiva de armamento.

No obstante, el nombramiento de Belóusov ha sido un shock en el estamento militar y ya han surgido las primeras críticas hacia un funcionario sin conocimientos castrenses y al que consideran demasiado bisoño para ese puesto.

Por si hubiera alguna duda sobre las intenciones de Putin, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, indicó que el cambio en la cúpula del Ministerio de Defensa tenía todo su sentido, pues Rusia está en estos momentos aproximándose a la situación de mediados de los años ochenta del siglo pasado, cuando las partidas relacionadas con la seguridad del país, el Ejército y las fuerzas de orden público pasaban del 7,4% del PIB.

Según Peskov, es muy importante garantizar que el actual gasto militar esté "mejor integrado" en la economía rusa, se ahí la necesidad de que el ministro de Defensa sea un economista civil. "Quien esté más abierto a las innovaciones ganará en el campo de batalla", aseveró Peskov.

Un pretoriano de Putin

Belóusov no es, sin embargo, un desconocido del Kremlin. Es uno de los pretorianos de Putin y defensor a ultranza de ese Estado fuerte (y autoritario) que defiende el actual presidente ruso, quien fue renovado en su puesto la semana pasada, tras su victoria en los comicios de marzo de este año.

Tampoco es ajeno al programa de producción de armamento, pues ha desempeñado un servicio importante en la organización de la manufactura de drones, una de las columnas vertebrales de la nueva producción de armas rusa.

Los cambios en la estructura de defensa rusa han desatado la alarma en Occidente. Por una parte, está clara la intención de Putin de alargar la guerra cuanto sea necesario para tener una posición imbatible en una futura y lejana mesa de negociaciones.

Por otra parte, se intentan superar todos los errores y conflictos surgidos en el seno del ejército en el primer año de invasión, por ejemplo, la pugna entre Shoigú y el jefe de mercenarios Yevgueni Prigozhin, muerto en accidente de aviación después de protagonizar un frustrado motín contra el Kremlin en junio de 2023.

Ganar la guerra en el campo de batalla y en las fábricas 

Se trata de ganar la guerra en los campos de batalla, pero también en las fábricas del vasto complejo industrial militar ruso. Además, con el nuevo titular de Defensa, Putin se garantiza un mayor control de los gastos, puestos bajo lupa después de que uno de hombres de confianza de Shoigú, el que fuera viceministro del ramo, Timur Ivanov, fuera recientemente acusado de recibir sobornos por once millones de dólares.

De momento, siguen en sus puestos los responsables del espionaje ruso, tanto el jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), Alexander Bortnikov, como el del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), Serguéi Narishkin, piezas clave para contener cualquier tipo de disidencia en la estructura de poder rusa, tanto dentro del país como en sus tentáculos en el exterior.

Hablando de los Asuntos Exteriores rusos, su actual titular, Serguéi Lavrov, mantiene su cargo. Este veterano diplomático, la cara más visible del Kremlin en el extranjero, afirmó este lunes que la presión de Occidente estaba empujando a que la guerra de Ucrania no pudiera tener otra vía para su solución que el campo de batalla y que Rusia estaba dispuesta a ello.

"Están en su derecho, si quieren que sea en el campo de batalla, pues será en el campo de batalla", señaló Lavrov este lunes ante el Comité de Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación o Senado ruso.

El jefe de la diplomacia rusa desde hace dos décadas tuvo palabras muy críticas ante la actitud de los aliados occidentales de Ucrania y el intento de acorralar a Rusia. Así, denunció que la cumbre de paz que promueven esos países y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pretende "formular un ultimátum a Rusia".

Es comprensible, en este sentido, que ese ataque acelerado sobre Járkov, los avances en Donetsk y ahora la reorganización de la cúpula política de la Defensa rusa pretendan lanzar un duro mensaje antes de que se reúnan Kiev y sus aliados en la cumbre de Suiza el 15 y 16 de junio: la guerra no se va a decidir en la mesa de negociaciones si Rusia no está invitada a la misma. Y de momento, Moscú tampoco tiene necesidad de sentarse a hablar nada y opta por los cañones.

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