Este artículo se publicó hace 4 años.
Diplomacia FranciaLa ruina de la política francesa en África y Oriente Próximo
Conforme transcurre el tiempo, la política francesa en Oriente Próximo y el Sahel está volviéndose contra París. Los acontecimientos de los últimos meses y de las últimas semanas descubren que Francia solo se guía por intereses económicos y no quiere arti
Eugenio García Gascón
Segovia-
Aunque el desastre de la política francesa en Oriente Próximo viene de lejos, en las últimas semanas hemos asistido a su plasmación tanto en Oriente Próximo como en África con los hechos ocurridos en Libia, el Mediterráneo oriental y el Sahel, creándose una situación dramática para París.
Se van acumulando uno tras otro reveses que en última instancia son advertencias para Europa, no solo para Francia, y que confirman el desbarajuste que reina en las grandes capitales europeas, principalmente París y Berlín, cuyos mandatarios, el presidente Emmanuel Macron y la canciller Angela Merkel, hacen como si el caos no fuera con ellos.
Macron mismo ha viajado esta semana a Beirut en un intento de arreglar la grave crisis por la que atraviesa Líbano, como si quisiera resolver la situación en Líbano sin hacer frente a sus causas, es decir el conflicto entre Israel y los palestinos y el conflicto entre Israel e Irán. Aunque a corto plazo, Macron puede obtener algún resultado, sus gestiones de Beirut están condenadas a un estrepitoso fracaso.
Es muy posible que Macron quiera apartar la atención de los franceses de los reveses sufridos en casi todos los frentes, pero la maniobra de Beirut, a la que siendo bondadosos no se le puede negar buena voluntad, parece responder más a una rabieta que a una política pensada y razonada desde un punto de vista europeo.
Mientras Europa no asuma sus responsabilidades y enmiende de manera seria y constructiva los errores cometidos durante décadas, no cambiarán las cosas. Al contrario, irán a peor como ya están yendo, con una Europa que solo pinta en Oriente Próximo a la hora de realizar jugosos negocios de armas con países como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos que están sembrando la cizaña y la guerra en toda la región.
Un artículo aparecido el 29 de julio en el diario de Londres Al Quds al Arabi se titulaba "Francia recoge los frutos de sus errores en Libia, el Sahel y el Mediterráneo oriental", una rúbrica que no puede ser más apropiada para lo que está ocurriendo por todas partes debido las políticas de Francia, que vienen de antes de Macron, y a la manifiesta incapacidad de Merkel y Macron de afrontar el origen de los problemas.
Una de las derrotas más evidentes ha sido la de Libia, donde Macron apoya al rebelde Khalifa Haftar juntamente con los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Arabia Saudí y Rusia. Las fuerzas de Haftar han tenido que abandonar el frente de Trípoli y han sufrido reveses que afectan a los intereses económicos franceses, lo único que parece interesar a París.
Hace solo unos días, un golpe militar destronó al presidente de Mali, un presidente amigo de Francia de 75 años, desestabilizando la frágil política de ese país. Francia mantiene más de 5.000 soldados en un área equivalente dos veces a la superficie de Francia, en permanente confrontación con organizaciones terroristas que en algunos casos proceden de Libia y con grupos étnicos rebeldes.
Las tropas francesas han estado en la zona desde que las envió el presidente François Hollande en enero de 2013 con el fin de recuperar las ciudades del norte de Mali ocupadas por grupos armados y redes de contrabandistas. En 2018 Macron prometió que no sacaría a los militares hasta eliminar a los mencionados grupos, pero la guerra de Mali está durando más de lo previsto sin dar el resultado buscado. Más bien lo contrario, se ha convertido en una ruina estratégica de considerables dimensiones.
En cuanto a Libia, existe en la cúpula francesa una disputa entre quienes, con más sensatez, quieren aplicar las lecciones aprendidas de los fracasos anteriores y abrir un diálogo con el gobierno de Trípoli, y quienes desean persistir en la política actual y mantener la guerra contra Trípoli, con "asesores militares" y armas financiadas por los Emiratos Árabes Unidos, una posición que cuenta con el apoyo de sus aliados circunstanciales, especialmente de los Emiratos Árabes Unidos. París desbarra hasta el punto de equiparar al gobierno de Trípoli con el Estado Islámico.
Esto ha llevado a Macron a bloquear resoluciones en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU que invitaban a una solución negociada y pacífica. Aún más, Francia ha luchado contra la emisión de comunicados que querían condenar el sitio de Trípoli, que denunciaban las graves violaciones de los derechos humanos y que invitaban a investigar crímenes contra la humanidad. Ciertamente, estas actitudes son contrarias al espíritu de Europa que París dice defender y al mismo espíritu republicano.
En cuanto al Mediterráneo oriental, Macron ha respaldado el reciente acuerdo que delimita la frontera marítima entre Grecia y Egipto, ratificado el jueves por el parlamento de Atenas, una respuesta a un acuerdo similar entre Libia y Turquía. Francia además ha participado en maniobras militares junto a Grecia no demasiado lejos de Turquía. Es evidente que todo este movimiento responde a los intereses económicos, una actitud contraria en este punto a la de Alemania, que ha pedido prudencia a turcos y griegos.
Es posible que este comportamiento conduzca a Francia a un mayor aislamiento en Europa. La Unión Europea sin duda debería conducir una política moderada que no respondiera exclusivamente a intereses económicos sino que velara por el cumplimiento de los valores europeos y con flexibilidad en la medida de lo posible.
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