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Resistir a desahucios a veinte grados bajo cero

La comunidad de Vulturilor, en Bucarest, desafía en la calle al frío y a la indiferencia de las autoridades. Desde 1995, decenas de miles de rumanos han sido desalojados de las viviendas públicas en las que vivían por la aplicación de una ley que marcó el inicio de la especulación inmobiliaria

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Una de las tiendas de campaña donde viven los desahuciados de Vulturilor. - CORINA TULBURE

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BUCAREST.- Nicoleta nunca pensó que sería tan paciente. O que tendría tanta rabia. Una rabia que le ha llevado a soportar ocho horas de espera a 10 grados bajo cero frente al Ayuntamiento de Bucarest. "Llevo aquí desde las ocho de la mañana, a ver si el alcalde me hace caso", se queja. Congelada de frío, va dando tumbos como una pelota por los cálidos pasillos de las instituciones. Nicoleta es una de las desahuciadas del número 50 de la calle Vulturilor, en el centro de la ciudad. Junto a dos mujeres más de la comunidad, pelea por entregarle al alcalde el último informe sobre su situación: casi cien almas llevan cuatro meses viviendo en la acera.

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Unas cien personas llevan cuatro meses viviendo en la calle desde que fueron desahuciados

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Nicoleta y sus compañeras regresan a casa, una especie de campamento en la calle. Viven en tiendas baratas, resguardadas del frío y la nieve por bolsas de plástico. Los colchones y mantas están colocados sobre antiguas ruedas de coches, que hacen de somier. Algunos han construido unas barracas de madera en las que meten sus "casas" de bolsa.

"No hay dinero para pisos de protección, pero sí para construir una catedral de millones de euros con nuestro dinero...", se quejan

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Las bajas temperaturas hacen que uno deje de sentir los pies si no se coloca junto a la hoguera. Entre otras tantas penurias, el frío es el enemigo más temido de la comunidad. A pesar de todo, quieren seguir una vida normal: los niños van a la escuela y los padres al trabajo. Los deberes se hacen al calor y la luz de la hoguera. Dentro, en la tienda, se guardan mantas, colchones y cuelga incluso un pequeño espejo. "Por la noche nos amontonamos como fideos, uno al lado de otro, y así nos calentamos", explica la madre de Nicoleta. Una de las hermanas mayores barre delante de la casa.

Tienda de campaña en Bucarest.

Otro enemigo de la comunidad es la corta memoria del alcalde. "Tras dos días de espera, finalmente hemos visto al alcalde. No sabía que ya habíamos entregado las solicitudes para los pisos hace meses", cuenta Nicoleta. Ella vive en una tienda con su marido y un niño de 2 años.

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"Solo en Bucarest, en 2014, se contabilizaron alrededor de 15.000 nuevas peticiones para una vivienda de protección"

Los perdedores fueron los que habitaban aquellas viviendas, consideradas públicas hasta la ley de 1995. En teoría, la ley prevé que tras el desahucio, la persona reciba otra vivienda pública, de protección social. Pero la realidad es que los desahuciados se quedan sin casa.

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"La dimensión del desprecio que han padecido las personas desahuciadas es inmensa. Y tienen miedo"

A fecha de hoy, la palabra desahucio, antes desconocida, se ha puesto de moda. "La dimensión del desprecio que han padecido las personas desahuciadas es inmensa. Y tienen miedo. Además, existe un consenso forzado sobre la necesidad de arreglar los errores del régimen anterior, con lo cual, se devuelve la propiedad y, con la excusa del consenso, se ocultan estas agresiones", añade.

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Varias personas se agrupan en torno a una hoguera. - CORINA TULBURE

La otra “comunidad” del lujo

Antes de la crisis, los precios de los pisos y los terrenos llegaron a multiplicarse más de diez veces en solo siete años

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En el norte de Bucarest, zona de nuevos barrios residenciales de chalés, un agente inmobiliario explica con orgullo cómo funcionan los servicios de vigilancia y las barreras instaladas para entrar en estas cárceles de lujo. "Esto es una comunidad. Vigilancia, porteros, tienes tranquilidad cuando te vas de vacaciones..." 

"Hay miles de viviendas nuevas vacías y miles de personas en la calle. ¿Dónde está la justicia ahora?"

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Las hipotecas se firman a 20 o 40 años. "Nadie te da un crédito por ser guapo. Los que no tienen un trabajo estable viven de alquiler, porque la mayoría de los bancos pide un contrato indefinido", explica el agente inmobiliario.

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