MADRID.- Reino Unido ha lanzado un nuevo órdago a la Unión Europea. David Cameron ha arrastrado a Bruselas a un proceso negociador con Londres para conseguir una profunda reforma de la UE que permita el encaje británico. No es la primera vez, pero sí la más peligrosa porque podría llevar al desgaje definitivo. A continuación, un repaso de los principales hitos en las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea:
'Sí' a Europa (1973-1979)
La historia de Reino Unido en la UE ha estado marcada por las turbulencias. Ya fue complicado su ingreso, con dos intentos fallidos ─en 1963 y 1967 debido al veto francés─ que finalmente culminaron con éxito en 1973 gracias a los esfuerzos del entonces premier británico, Edward Heath, conservador pero europeísta convencido.
El idilio en las relaciones entre los anglosajones y el continente acabó pronto con la llegada de los laboristas de Harold Wilson a Downing Street en las elecciones generales de 1974. Desde la oposición hicieron campaña activamente para frustrar el ingreso de Reino Unido en las entonces Comunidades Europeas, por lo que, una vez en el Gobierno, se vieron obligados a celebrar un referéndum sobre el tema. Se produce así el primer choque entre los intereses de Londres y Bruselas. Wilson lleva a sus colegas europeos una agenda de siete puntos con los objetivos prioritarios de mantener a Reino Unido fuera de una futura moneda única y de retener el poder de decisión sobre políticas fiscales.
"No pretendemos y nunca hemos pretendido conseguir todo lo que queríamos, pero hemos logrado grandes y significativas mejoras de los términos iniciales", esgrimió Wilson sobre el resultado de las negociaciones. Un 67% de los británicos votó para seguir en la UE pero, a pesar de esta "histórica decisión" ─como la calificó el primer ministro─, ya había nacido entre los británicos el humor euroescéptico que marcaría los siguientes 40 años de alianza regional.
El cheque británico (1979-1990)
"I want my money back" ("quiero que me devuelvan mi dinero"), esta es la frase lapidaria que Margaret Thatcher repitió hasta la saciedad para arrancar a sus colegas europeos una concesión que rompería el cuidado equilibrio que se había forjado. Thatcher alimentó el furor euroescéptico durante sus primeros años al frente del Ejecutivo como una forma de aliviar la presión por la oleada de privatizaciones de la industria británica en el contexto de la crisis económica global.
La 'dama de hierro' protagonizó un pulso con la UE que se decantó a favor de Reino Unido con el llamado 'cheque británico', una cantidad de dinero que Bruselas se comprometió a rembolsar anualmente a Londres para compensar las aportaciones al presupuesto comunitario. El argumento de Thatcher fue que la gran mayoría del dinero de la UE ─en torno a un 75%─ iba destinado a la Política Agraria Común (PAC), de la que Reino Unido apenas se beneficiaba, por lo que era justo (sostenía) que Bruselas compensara a Londres de algún modo.
La polémica del 'cheque británico' resurgió en 2005, inmediatamente después de la ampliación de los países del este. Londres intentó reducir las ayudas comunitarias a los recién llegados para reducir la carga presupuestaria sobre los británicos, pero Bruselas persuadió a Tony Blair de aceptar una rebaja en el reembolso.
Apenas cinco años después, cuando la Comisión Europea se enfrentó al reto de rediseñar el presupuesto comunitario, incluida la PAC, que ha ido perdiendo peso estos años hasta absorber menos de la mitad de los fondos, el 'cheque británico' volvió al orden del día. "En mi opinión, el descuento para Reino Unido ha perdido su justificación original", dijo el comisario responsable de Presupuestos, Janez Lewandowski. Si bien David Cameron ─ya en el 10 de Downing Street─ aplacó el debate rápidamente para mantener el reintegro anual.
El puzzle de Maastricht (1992)
Ya con el 'cheque británico' en el bolsillo, Reino Unido subió la apuesta a sus socios europeos durante la conferencia negociadora para elaborar el Tratado de Maastricht, con el que se refundó la organización regional. El conservador John Major instauró el sistema conocido como 'opt-in opt-out', una cláusula de exención que permitió que el nuevo texto constitutivo viera la luz a cambio de que Reino Unido se librara a su antojo de la aplicación de ciertas medidas comunitarias.
La cláusula de exención fue una creación británica que, sin embargo, ha servido posteriormente a otros estados miembros ─Irlanda, Dinamarca y Polonia─ para quedar fuera del euro, del espacio Schengen, de las políticas de defensa, seguridad y justicia y de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.
El fracaso constitucional (2003-2009)
La vuelta de los laboristas al poder con Tony Blair ─después de 18 años de travesía por el desierto─ llevó a la ensoñación de una nueva era de hermandad entre Reino Unido y la UE pero la ilusión se desvaneció con el proyecto de Constitución europea. El proceso se prolongó cuatro años, desde que se concibió en el Consejo Europeo de Tesalónica (2003) hasta que naufragó con los 'noes' de Francia y Países Bajos en referéndum (2005) y recibió la sentencia de muerte, en 2007, con la afirmación británica de que "la UE no necesita una Constitución" en medio de los intentos alemanes por resucitarla.
Los ánimos se calmaron gracias a la catarsis que supuso el Tratado de Lisboa (2009) ─que recuperó en su articulado gran parte de la 'no nata' Carta Magna─ y al bajo perfil que mantuvieron tanto el laborista Gordon Brown como Cameron (al menos en su primera etapa) en lo tocante a Europa.
Referéndum, segunda parte (2014-2016)
El premier británico no agitó el fantasma de la vieja dialéctica Reino Unido-UE hasta 2013, coincidiendo con el ascenso de los euroescépticos del UKIP en los sondeos de cara a las elecciones del 7 de mayo de 2015. En la campaña electoral, Cameron anunció sin tapujos su intención de celebrar un referéndum para revisar de nuevo el estatus de Reino Unido en el bloque comunitario y, tras la contundente victoria 'tory', su propuesta tomó forma.
Londres ha pedido a Bruselas cambios sustanciales en cuatro ámbitos: gobernanza económica, para que las decisiones de la eurozona no perjudiquen a los miembros ajenos al euro; competitividad, para acelerar el desarrollo del mercado único y aligerar la burocracia; soberanía, para que el objetivo de "avanzar hacia una unión más estrecha" no obligue a Reino Unido; e inmigración ─la madre del cordero─, para restaurar los controles fronterizos también respecto a los ciudadanos europeos. Cameron se ha comprometido a hacer campaña por el 'sí', si logra un acuerdo satisfactorio con la UE. El interrogante se despejará en el Consejo Europeo de 18 y 19 de febrero y la respuesta definitiva la tendrán los británicos, previsiblemente en junio.
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