SAINT-BREVIN (FRANCIA).- Tras haber pasado nueve meses en la Jungla de Calais, Hamid, 25 años, ha empezado una nueva vida en el centro de acogida y orientación de inmigrantes (CAO) de Saint-Brevin, una pequeña localidad de poco más de 12.000 habitantes, a 50 km de Nantes, en el noroeste de Francia.
Hace más de siete años que este joven afgano deambula por Europa. Grecia, Bulgaria, Alemania, Suecia o Austria, son algunos de los países por los que ha transcurrido durante su periplo europeo. Huyó de Afganistán en 2009 después de la muerte de sus padres en manos de los talibanes. Es ahora cuando espera normalizar definitivamente su situación.
Hamid es uno de los 6.000 refugiados que se acogieron al plan de evacuación de la Jungla de Calais, el mayor campamento improvisado de inmigrantes de Europa, desmantelado a finales de octubre por el gobierno francés. Junto con otros 46 jóvenes afganos, sudaneses y eritreos, llegó el lunes de la semana pasada al centro de acogida de Saint-Brevin.
Antigua residencia de vacaciones de la empresa pública de electricidad EDF, éste se encuentra al lado de la playa en la desembocadura del Loira, dispone de numerosas habitaciones que los refugiados comparten por parejas y un gran jardín en el que pueden jugar al fútbol o ping-pong.
“Aquí la vida es mucho mejor que en Calais. Tenemos una habitación propia y conexión a Internet, asegura Nasir Amiri, 28 años. Vivir en Calais era como vivir encerrado en una prisión. No había ningún tipo de seguridad”.
Rechazo de la población local
Esta mejora evidente de las condiciones de vida contrasta con el rechazo feroz de una parte de la población de Saint-Brevin. Cuando el Ministerio del Interior anunció en septiembre el nombre de esta localidad entre aquellas que acogerían uno de los 450 CAO a los que serían destinados los habitantes de la Jungla —283 de los cuáles fueron abiertos de forma urgente—, las autoridades locales se opusieron de inmediato. El alcalde de Saint-Brevin, el conservador Yannick Haury, calificó de “excesivo” el hecho que su localidad de más de 10.000 habitantes acogiera a 70 hombres solos, sin familia, según informó el diario regional Ouest-France.
Un colectivo en contra de la llegada de inmigrantes en Saint-Brevin organizó a finales de septiembre una primera manifestación, en la que acudieron más de 100 personas. Mientras que este tipo de concentraciones anti-inmigrantes se fueron repitiendo, unos 400 vecinos de la localidad mostraron el 22 de octubre su apoyo a la acogida de refugiados.
Este tenso enfrentamiento local vivió su momento culminante el 4 de octubre. Entonces, un hombre, cuya identidad aún se desconoce, disparó cuatro disparos a la fachada del centro de acogida, sin provocar ningún herido. Otra residencia de refugiados en Arès, cerca de Bordeos, también ha sufrido dos intentos de incendio a lo largo de estas últimas semanas.
Estos sucesos ilustran la crispación social con la que se vive la cuestión sobre los refugiados en Francia, un país duramente golpeado por el terrorismo yihadista y en el que las cuestiones identitarias acaparan el debate político. Según un sondeo publicado por la cadena de televisión BFMTV, el 57% de los franceses se oponen a la llegada de inmigrantes y solicitantes de asilo.
Una oposición incentivada por la proximidad de las elecciones presidenciales de 2017. En concreto, por la dureza con la que los candidatos de la derecha se expresan en contra de la inmigración, entre ellos, el expresidente Nicolas Sarkozy y la candidata ultranacionalista Marine Le Pen. El presidente en funciones del partido de Los Republicanos (centro-derecha), Laurent Wauquiez, acusó a mediados de septiembre el gobierno de Manuel Valls de querer “multiplicar los campamentos de Calais por toda Francia” con su plan para realojar los habitantes de la Jungla en los 450 CAO repartidos por todo el país.
“No tengo miedo a las posibles agresiones”
“Los disparos en la fachada del centro han conmovido una buena parte de los habitantes de Saint-Brevin”, explica Mathieu Lasierra, asistente social en el CAO. Desde que los inmigrantes llegaron al centro, “las únicas reacciones que hemos tenido han sido positivas. Han venido personas para regalarles pasteles, flores o bicicletas o para ofrecerse como voluntarios para impartir clases de francés”. Incluso el alcalde de la ciudad “vino a saludar a los inmigrantes el día de su llegada”, afirma Irène Petiteau, presidenta de la asociación Trajet, encargada de gestionar el centro.
Pese al optimismo de los responsables del centro, pocos días después de la llegada de los inmigrantes “hubo un grupo de hombres que vinieron por la tarde y nos insultaron”, explica Hamid. El centro Saint-Brevin cuenta, de hecho, con un policía que vela cada noche por su seguridad y está siempre en contacto con la gendarmería (policía militar). “No tengo miedo ante las posibles agresiones de la población local”, afirma Nasir Amiri. Sus mayores preocupaciones son, en cambio, aprender a hablar francés y que acepten su petición de asilo en Francia.
El largo proceso de asilo
Las autoridades francesas prevén que los inmigrantes de Calais residan en los centros de acogida durante sólo un mes
Las autoridades francesas prevén que los inmigrantes de Calais residan en los centros de acogida durante sólo un mes. Es decir, el tiempo necesario para que recuperen un buen estado de salud y que su petición de asilo sea tramitada. El 70% de los residentes en la Jungla que solicitan el asilo obtienen una respuesta positiva, según la Oficina francesa de protección de refugiados y apátridas (OFPRA). No obstante, la llegada masiva de refugiados en Francia durante este año —la OFPRA estima que vendrán cerca de 100.000, una cifra récord para el país— dificultarà una gestión rápida y eficaz de todas las demandas.
“Hay un exceso de burocracia y controles destinados a restringir la llegada de inmigrantes, que son contemplados como una amenaza”, critica François Gemenne, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Lieja y en Sciences Po París. Según este politólogo experto en cuestiones migratorias, el sistema de petición de asilo se encentra casi desbordado, porque “no existen vías legales para inmigrar en Europa” y muchos inmigrantes económicos deben utilizar el asilo para llegar al viejo continente. Una situación que refuerza la xenofobia, “ya que muchos franceses asocian la migración a la construcción de campamentos improvisados como el de Calais”.
Ante la lentitud del proceso de asilo en Francia, ¿los refugiados volverán a Calais y reintentarán su sueño de llegar al Reino Unido? “No podemos retornar a Calais, el campamento ha sido destruido”, afirma con resignación Musa Yhice. Este joven sudanés de 22 años lamenta el aburrimiento de su vida en el centro de acogida, “donde lo único que puedo hacer es comer y dormir”.
“En esta ciudad, no hay nada que hacer y resulta muy caro desplazarse”, lamenta Hamid, que, como sus compañeros, cuenta con los 11 euros diarios que les paga el Estado francés para cubrir sus necesidades, incluso buena parte de la comida. Reconoce, sin embargo, que su única esperanza es pedir el asilo en Francia. En el caso que lo obtuviera, podría buscar trabajo y desplazarse libremente. Lo que le ayudaría a cumplir su sueño: viajar un día a Barcelona y allí ver un partido de su equipo favorito, el F.C. Barcelona.
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