Este artículo se publicó hace 16 años.
¡Yo quiero ser chino!
La agotada economía de Cuba
En su libro Y Dios entró en La Habana, Manuel Vázquez Montalbán incluyó un chiste que le contó Piñero Barbarroja, jefe del espionaje cubano. Un espía de la CIA enviado por Nixon, Reagan y Clinton regresa de Cuba y se reúne con el presidente estadounidense. "Señor presidente, no hay desocupación, pero nadie trabaja. Nadie trabaja, pero según las estadísticas se cumplen todas las metas de producción. Se cumplen todas las metas de producción, pero no hay nada en las tiendas. No hay nada en las tiendas, pero todos comen. Todos comen, pero también todos se quejan constantemente de que no hay comida y de que no tienen desodorantes. La gente se queja constantemente, pero todos van a la plaza de la Revolución a vitorear a Fidel. Señor presidente, tenemos todos los datos".
El chiste está en boca de taxistas, diplomáticos, músicos. Hace seis años, lo explicaba todo. Hoy, nada. Desde el pasado 26 de julio, cuando el comandante en funciones, Raúl Castro, pronunció el discurso más aperturista de la revolución cubana, el modus vivendi de Cuba dio un vuelco: el régimen reconoció ineficiencias, falta de productividad, exceso de prohibiciones. Y el pueblo empezó a hablar. Y a criticar: ya nadie corría a la calle para vitorear a Fidel. Y Fidel, escondido en algún lugar de La Habana, ejercía de columnista en jefe desde las páginas de Granma.
Además, tras un debate que duró meses, las asambleas de los barrios presentaron 1,2 millones de propuestas para solucionar los problemas del país. Protestan, sí, como en el chiste, pero también -ahí la novedad- buscan soluciones.
Las metas de producción no se cumplen. Y Raúl Castro tomó medidas: elevó el precio que el Estado paga a los ganaderos por la leche y la carne de res. El problema era grave: los ganaderos preferían dejar morir las vacas. "Después de criar dos años una vaca, la tenías que vender al Estado por 35 euros. Era más rentable dejarlas morir", contaba hace unas semanas Alberto López, un ingeniero hijo de campesinos.
No hay dudas: el chiste montalbaniano evolucionó. Y en Cuba sí hay comida en las tiendas. La mayoría importada. Y vendida en divisas. El peso cubano no vale nada. Los Pesos Cubanos Convertibles (CUC), conocidos como divisa, oscilan entre la cotización del dólar y el euro. Y casi todo se compra en CUC, más caro que en Europa, en las tiendas oficiales. Los alimentos de la cartilla de alimentos básicos (con la que se adquieren casi gratis algunos productos) no dura ni diez días. "Hace años que mi hija no come carne de res. Me cuesta cinco CUC la libra. Y yo gano 20 CUC al mes. Precios europeos con salarios africanos...", confesaba la jefa de importación de una empresa estatal.
¿Modelo chino?
¿Llegará el capitalismo a Cuba? ¿Será un modelo chino, de apertura económica y no política? Nadie lo sabe. Sólo después del 24, cuando se sepa quién comandará el destino de Cuba, se comenzará a intuir. Leandro Almoguer, vendedor de zapatos en un mercado donde todo se paga en pesos cubanos, resume el latir general de los cubanos: "Me da igual quién llegue después de Castro. Yo quiero tener plata, entrar en el mercado y comprar lo que yo quiera. Me da igual todo. Yo sólo quiero tener dinero, comer bien. ¡Yo quiero ser chino!".
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