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Las perspectivas de un armisticio y una salida negociada a la guerra de Ucrania parecen cada día más lejanas. Estados Unidos ha anunciado una nueva partida de más de 730 millones de euros de ayuda militar al Gobierno ucraniano, Europa sigue suministrando casi 730 millones de euros diarios a Rusia como pago por sus hidrocarburos, dinero que permite a Moscú financiar su ofensiva, y Suecia y Finlandia consideran seriamente su posible incorporación a la OTAN, que el Kremlin ve como una amenaza directa a su seguridad en la región del Báltico.
Tras las denuncias de masacres y violaciones de los derechos humanos de la población civil en la ciudad de Bucha, en el norte de Ucrania, y el fracaso de la última mesa de negociaciones en Estambul, las espadas siguen en alto y parece perfilarse con mayor claridad el objetivo del presidente ruso, Vladímir Putin, en esta nueva fase de su invasión de Ucrania. La presión sobre el este ucraniano está llegando a un punto de inflexión que podría dar en cuestión de pocas semanas a Rusia el control de todo el oriente de Ucrania, desde el Donbás a la península de Crimea, ya en manos rusas desde su anexión ilegal en 2014.
La presión sobre el este ucraniano está llegando a un punto de inflexión
Las noticias que llegan de Mariúpol parecen apuntar al reforzamiento de esa ofensiva rusa, con el bombardeo de las posiciones ucranianas mediante misiles, aviones, artillería y carros de combate. En los últimos días, se han difundido informaciones sobre la rendición de unidades ucranianas a las tropas rusas y la escasez de municiones entre los soldados locales que resisten el asalto de las fuerzas del Kremlin. La caída final de Mariúpol supondría un grave revés militar para las tropas ucranianas, al dejar una amplia zona del este del país en manos de Rusia, sin bastiones de resistencia capaces de ofrecer un desafío real ni una prolongada lucha de desgaste.
En estas circunstancias, el Kremlin podría considerar parar su avance hacia el suroeste, es decir, en dirección a Odesa, el gran puerto ucraniano del Mar Negro, y establecer su frontera provisional suroccidental con Ucrania en la zona de Jersón. De momento, lo que esta semana han mostrado las imágenes por satélite es el repliegue de numerosos contingentes rusos, con carros de combate, fuerzas mecanizadas, tropas y material logístico, mientras enfilan hacia esas zonas del este de Ucrania.
Para evitar que el Ejército ucraniano se reagrupe a su vez contra esta media luna de su territorio ocupada por las fuerzas rusas, Moscú no dejará de presionar ocasionalmente otras regiones, como el nordeste, en torno a Jarkov, o al norte de Kiev, desde Bielorrusia. En tales circunstancias, la única alternativa ucraniana es seguir resistiendo y prolongar ese desgaste ruso. Para ello, es clave la nueva ayuda en armamento que acaba de prometer el presidente estadounidense, Joe Biden, a su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski.
La única alternativa ucraniana es seguir resistiendo y prolongar ese desgaste ruso
Tras hablar con Zelenski, el mandatario estadounidense anunció el miércoles ese nuevo paquete de ayuda en armamento para Ucrania. "Ya que Rusia se prepara para intensificar su ofensiva en la región de Donbás, Estados Unidos seguirá proveyendo a Ucrania con la capacidad necesaria para defenderse", afirmó Biden. Los 730 millones de euros prometidos se unen a los más de 2.300 millones de euros en armas ya entregados por Estados Unidos a Ucrania desde el comienzo de la invasión rusa el pasado 24 de febrero.
La nueva ayuda militar incluirá once helicópteros Mi-17 de transporte con capacidad para portar cohetes y misiles guiados anticarro, varias decenas de miles de granadas de artillería, cerca de 300 drones Switchblade, que han demostrado su eficacia contra las columnas de carros de combate rusos, además de obuses, minas antipersonal y antitanque, y diversos sistemas de radar.
A estas partidas de armamento se sumará un mayor intercambio de inteligencia estratégica entre Estados Unidos y Ucrania. Este paso implica un salto cualitativo en la intervención de Estados Unidos en la guerra de Ucrania. El apoyo es indispensable para asegurar la efectividad del armamento enviado al conflicto, especialmente gracias a la información suministrada por satélites militares estadounidenses, que puede ser decisiva a la hora de destruir blancos muy precisos.
Es inevitable que el conflicto se deslice por nuevos frentes que alargarán aún más la guerra
La inteligencia estratégica permitirá también a las fuerzas ucranianas lanzar operaciones que superen el estancamiento en bolsas de resistencia en ciudades y centros urbanos, y luchar contra el Ejército ruso en áreas no pobladas y abiertas, en auténticas batallas convencionales. En este sentido, es inevitable que el conflicto se deslice por nuevos frentes que alargarán aún más la guerra.
En una entrevista con la BBC esta semana, el presidente Zelenski agradeció esta ayuda por parte de Estados Unidos, pero demandó más asistencia urgente en este ámbito, a fin de frenar la ofensiva rusa. "Estados Unidos, el Reino Unido y algunos países europeos están intentando ayudar y están ayudándonos", pero esa ayuda se precisa "más pronto y más rápido. La palabra clave es ahora", agregó.
Sus palabras fueron más críticas contra países como Alemania y Hungría, cuya dependencia de los hidrocarburos rusos está poniendo una línea roja a la efectividad de la ayuda militar a Ucrania y las sanciones contra Rusia. "No es ya un tema de negocios y dinero. Es una mera cuestión de supervivencia", afirmó Zelenski. Según el presidente ucraniano, las atrocidades cometidas por las tropas rusas en Bucha alejaban la posibilidad de las negociaciones y solo dejaban sitio a la resistencia armada a la invasión. Invasión que, explicó, se ve alargada por las reticencias de algunos países europeos a dejar de comprar los hidrocarburos rusos. Quienes compran el gas y el petróleo a Rusia, aseveró, "están ganando su dinero sobre la sangre de otros".
Según el presidente ucraniano, las atrocidades cometidas por las tropas rusas en Bucha alejaban la posibilidad de las negociaciones
Aunque el pasado 7 de abril la Unión Europea anunció un quinto paquete de sanciones contra Rusia que incluye la prohibición de importaciones de carbón, este embargo entrará en efectivo a partir de agosto, quizás demasiado tarde para el Gobierno de Kiev. Europa compra anualmente de Rusia cerca de 8.000 millones de euros en carbón. Es un 45% de sus compras de este mineral.
Pero la dependencia europea de las reservas de energía rusas se dispara en lo que se refiere al gas y el petróleo. Rusia provee a la Unión Europea con el 45% de sus necesidades de gas y el 25% de sus importaciones de petróleo. La UE compra diariamente carbón ruso por 20 millones de euros, pero estas cifras llegan hasta los 850 millones de euros en lo que se refiere al pago europeo diario del gas y el crudo rusos. Una cifra que ayuda a financiar la maquinaria de guerra del Kremlin en Ucrania. Así de simple y duro, como se ha encargado de subrayar Zelenski una y otra vez.
Las autoridades alemanas sostienen que un corte radical del gas llevaría al colapso de la economía de la UE
Si bien la UE ha entregado a Ucrania mil millones de euros en armamento desde que empezó el conflicto, en contrapartida ha pagado a Rusia más de 35.000 millones de euros por su energía desde el principio de la guerra. Las cifras hablan por sí solas y sostienen la opinión de quienes piensan que la crisis se va a alargar mucho tiempo aún. Las autoridades alemanas sostienen que un corte radical de ese suministro llevaría al colapso de la economía de la UE y no solo de los países que adquieren la mayor parte de ese gas y petróleo. También conduciría al enfrentamiento entre los miembros de la UE en su carrera contrarreloj por energía (algo que no se lograría inmediatamente, sino que llevaría años para conseguir canales de suministro alternativos) y, a la larga, desplazaría definitiva e irremediablemente la economía mundial hacia el eje de Asia y el Pacífico, con China como líder indiscutible.
El otro punto que aleja si cabe más la reanudación de negociaciones de paz se centra en los movimientos acelerados de Suecia y Finlandia para integrarse en la OTAN. Esta semana, las primeras ministras de Finlandia, Sanna Marin, y Suecia, Magdalena Andersson, reconocieron que los cambios que el ataque ruso sobre Ucrania había traído sobre el sistema de seguridad europeo exigían una nueva evaluación de la situación y de las relaciones de estos dos países, hasta ahora neutrales, con la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Indicaron que una decisión será tomada en cuestión de semanas.
La respuesta rusa fue inmediata. El vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvedev, advirtió de que la ampliación de la Alianza Atlántica hasta fronteras que hoy día son neutrales rompería el actual estatus de seguridad nuclear en la región, que "debería ser restaurado", dijo. El que fuera presidente ruso entre 2008 y 2012 aludía así a un probable despliegue de armas nucleares rusas en esa región, cerraba un poco más las puertas del diálogo y tensaba con mayor fuerza las alambradas de la ya inevitable nueva Guerra Fría en el planeta.
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